Aymuray – Música para volver a unir
El grupo de folklore fusión presentó su segundo disco: ‘Sirina, cantos de agua dulce’.
La música nació cuando nuestros antepasados quisieron responderle a los truenos, conversar con las aves o hacer crecer sus sembradíos con alegría. La música es un rito, un pacto con nuestro planeta y con el espíritu. A ratos pareciera que con los tiempos que corren ese vínculo se ha roto, pero el grupo Aymuray tiene la gran virtud de restablecer este lazo, en un diálogo no solo con la naturaleza, sino también entre músicas, tradiciones e identidades. Así lo prueba su segundo disco: Sirina, cantos de agua dulce.
Sábado 4 de mayo en el Teatro Municipal 6 de Agosto. El escenario decorado con la ilustración de portada del disco y texturas que evocan el agua se iluminó de azul para recibir a Roberto Morales (saxo y flauta), Freddy Mendizábal (piano), Andy Burnett (bajo) y Víctor Hugo Guzmán (batería). Luego entró la cantante Marisol Díaz —con pollera valluna y manta azules— entonando Abuela chicha para iniciar la entrega de los 13 temas de este disco.
En seis años de carrera, Aymuray —nombre que se refiere al ritual de almacenamiento del maíz en la época de lluvias— ha logrado consolidar una personalidad propia, tanto a nivel sonoro como conceptual. Además ha sacado a relucir el aporte individual de cada integrante, articulando un disco lleno de matices y múltiples capas.
Sirina, cantos de agua dulce se presentó como “invocación al agua dulce y al aliento sanador de las deidades que habitan en vertientes, cascadas, ríos, lagos y mares. Para nuestras culturas vernáculas el agua es inmanente a nosotros, es medicina, por tanto es impensable contaminarla y menos privatizarla; sin embargo, son nuestros pueblos quienes sufren en primera instancia las consecuencias de un horizonte civilizatorio basado en la desigualdad, que elimina otras especies con las que desde siempre hemos coexistido y que se autoelimina”.
El concierto presentó las 13 canciones en el mismo orden en que figuran en el disco, evidencia de que se ha tejido una narrativa en torno al agua que ha tomado en cuenta ritmos, estilos e intensidades. Ahí cada integrante brinda, generoso, lo suyo: Guzmán marca el mapa a recorrer con una percusión que ofrece desde la sutileza de sonidos que crean atmósferas hasta crecer hacia ritmos cadenciosos y potentes que invitan a bailar.
La riqueza armónica que regala Mendizábal en sus composiciones es equiparable a su capacidad de viajar por el jazz, la morenada o el rock progresivo con soltura y emoción. Complicidad deliciosa ofrece el pianista con el saxo y la flauta de Morales en los tres interludios propuestos por este último; dúos instrumentales con melodías sentidas y evocadoras que fungen de puentes entre canciones.
En La calle del tiempo, Burnett —cuyo bajo brinda soporte vital— comparte impresiones de su mundo interior, así como sus preocupaciones estéticas y formales, plasmadas en una pieza instrumental.
“Escribimos desde la indignación. Desde ahí escribimos para denunciar que la autonomía, la libertad en nuestras vidas y sexualidad, la pérdida del miedo y el silencio incomodan, desenmascaran al reciclante machismo de los hijos de la colonia”, dijo Díaz, al terminar de cantar Madre Luna, uno de los temas del primer disco que integraron la segunda parte del espectáculo. La cantante, nacida en el centro minero Kami en Cochabamba, es responsable de las letras. Y su voz se hace canción de cuna, seducción, grito de identidad y reclamo fehaciente. Con un timbre inconfundible, es la bandera de un sello que el grupo despliega con orgullo: identidad.
Aymuray es la ansiada respuesta al folklore pop, a ese que solo busca entretener, dejando de lado el sentido. Este grupo, en cambio, confiere a sus morenadas, tinkus o huayños, en complicidad con el jazz, el blues o el rock progresivo, una profunda riqueza musical, en conjunción con letras que proponen belleza y profundidad, en español, quechua e inglés, que además invitan a bailar.
La herencia, Andes amazonas, Bien delicada y Ayelen son solo algunos temas que destacan en el nuevo disco, presentado en un concierto que convirtió la segunda parte en una fiesta que el público cerró bailando La morenada del adiós y el tinku Ukhu pacha. Aymuray es una celebración de la música como vehículo para reconectarnos con la Madre Tierra.