‘Romeo y Julieta’
El cine 6 de Agosto presentó el clásico de Franco Zeffirelli en un ciclo dedicado a Shakeaspeare.

Sonido de metales chocando entre sí. Son las espadas y los broqueles de los Montesco y los Capuleto. Griterío y algazara. Disturbios y el movimiento violento de varios jinetes y espadachines. El gentío se ha concentrado en la plaza pública, donde se libran las disputas que hacen a los dignos caballeros, bañándoles el pecho de honor cuando su espada atraviesa otros pechos o un escudo impide la estocada.
En el Cine Municipal 6 de Agosto se pasó un ciclo de películas basadas en obras del dramaturgo universal William Shakespeare. El 30 de abril, se proyectó Romeo y Julieta (Romeo and Juliet), lanzada al mundo en 1968. La probablemente más popular tragedia shakesperiana, cuyo título in extenso es La más excelente y lamentable tragedia de Romeo y Julieta (The most excellent and lamentable tragedy of Romeo and Juliet), ha inspirado a muchos operistas, músicos, literatos y guionistas y directores de cine, pero esta cinta es, tal vez, la más fiel y precisa en cuanto a representación escenográfica y humana que hasta ahora, tomando en cuenta óperas, musicales y películas, se haya realizado. Lo es no solo por los lugares donde se rodó, que hacen justicia a las imágenes de una Italia renacentista del siglo XIV, sino además por los actores que encarnan a Romeo (Leonard Whiting) y Julieta (Olivia Hussey): en 1968, dos adolescentes de 17 y 16 años, respectivamente. Desde la segunda década del siglo XX, con la irrupción del cine, comenzaron a hacerse obras basadas en esta tragedia de Shakespeare; sin embargo, la película del director italiano Franco Zeffirelli destaca como la mejor representación. El crítico de cine Roger Ebert (1942-2013) escribió: “Creo que el Romeo y Julieta de Franco Zeffirelli es la película más emocionante de Shakespeare jamás realizada”.
Pero hay otros elementos, esta vez de carácter literario, que le dan un valor a esta cinta que las demás sobre Romeo y Julieta no poseen. Zeffirelli quiso ser riguroso con el texto shakesperiano e hizo que sus actores se adecuaran a la versificación del poeta de Inglaterra. Así, en los diálogos, el espectador puede escuchar la recitación de los pentámetros yámbicos de Shakespeare, en su mayor esplendor acústico y musical. Shakespeare escribió la obra con una gran variedad de formas poéticas (como el soneto de Petrarca, el epitalamio y la elegía, en los cuales se emplean varias formas métricas), pero la primordial es la del pentámetro. Los actores recitan algunos versos, los más intensos y bellos, para comunicarse y dialogar. La adaptación del verso a una prosa hablada para hacer de una pieza poética un filme no es fácil, pero aquí se logra.
Otro de los elementos destacables son los artistas que encarnan los personajes. La belleza de los actores, la belleza de esa niña de 16 años que hace de Julieta y la donosura y gallardía de ese doncel de 17 años que representa a Romeo, son conmovedores, tanto que el espectador queda embelesado por la similitud que encuentra entre lo que imagina después de leer Romeo y Julieta y lo que ve en la película. A lo largo de la historia de las representaciones de Romeo y Julieta, los protagonistas siempre fueron más o menos viejos con relación a la edad que propone la obra original, es el caso de las interpretaciones de Richard Burbage, en el teatro de la época isabelina, y de John Gielgud y Leonardo DiCaprio, en el cine del siglo XX.
Pero la genialidad de Zeffirelli no se queda en el romanticismo, sino que trasciende a la comedia, como el mismo Shakespeare concibió en su pieza: en la escena del balcón, cuando los dos amantes se prometen quererse hasta el fin de los días, Romeo, pletórico de amor y romanticismo, resbala un par de veces de la cornisa y se trepa a la rama de un árbol de una forma más o menos ridícula, arrancando alguna risa de su amada Julieta. Luego se los ve despertando desnudos en la misma cama, con sus cabezas descansando en la misma almohada, sugiriendo un precedente acto de sensualidad y erotismo.
A medida que se va acercando el colofón de la película, el dramatismo va subiendo de tono, hasta hacer que los personajes hablen con fatalismo e incertidumbre. Cuando Julieta acude al fraile para que éste le dé una solución a su malhadado matrimonio con París, dialoga desesperada y con lágrimas en los ojos, como se ha conseguido hasta ahora solo en las óperas hechas sobre el asunto. Romeo entonces toma su caballo, al saber que su esposa ha fallecido, y en la tumba de los Capuleto ingiere un veneno mortífero que lo despeña hacia un sueño eterno. La muchacha despierta del efecto de la pócima, y, al ver a su amado muerto por la locura de verla durmiendo, decide clavarse en el pecho una daga. Llegan las dos familias y deciden, en honor a la muerte de sus hijos, sellar una alianza perpetua que termine con el rencor inmerecido y absurdo que las separó.
Porque, como dice el Florentino Ariza de Gabriel García Márquez, no hay mayor gloria que morir por amor.