Icono del sitio La Razón

Carlos Medinaceli está de retorno

Únicamente muere aquella persona que se queda enterrada en el olvido; por eso se puede afirmar que Carlos Medinaceli Quintana está más vivo que nunca.La semana pasada se realizaron las II Jornadas Internacionales sobre la obra de Medinaceli. El evento tuvo como escenarios a las poblaciones chicheñas de Vichacla y Cotagaita; y el epílogo fue en la ciudad de Potosí. Una treintena de escritores e historiadores fueron parte del evento.

La vida de Medinaceli estuvo marcada por la tragedia. Solo basta recordar la última escena que de él se vio, en su féretro, aquel viernes 13 de mayo de 1946. Con su medio siglo de vida a cuestas, pesaba unos 40 kilos, tenía escaso cabello blanco y pelos amarillentos en la barba.

El escritor Óscar Cerruto dio un discurso memorable en el velorio del creador de La Chaskañawi. El autor de Cerco de penumbras dejó para la historia dos conceptos sobre Medinaceli: “escritor nato” y “heroicamente pobre”. Otras personalidades de aquel entonces (aunque ninguna autoridad estatal y sí representantes de segundo orden) también tomaron la palabra y hablaron de las virtudes del difunto.

Con la discreción (aquella que camina de la mano con la hipocresía) característica de aquellos años, en los discursos no se habló de las razones del fallecimiento y nadie cuestionó al padre de la Gesta Bárbara; después de todo, no hay muerto malo.

Únicamente hubo una nota periodística que dio un paso más allá. La nota titulada Muerte del bohemio refiere: “Hoy, allá en el Tropezón de Sucre, en las peñas bohemias de La Paz y Potosí, muchos hombres estarán rindiendo un homenaje de hondo silencio a la memoria de Medinaceli”.

Recientemente, el historiador y periodista potosino Juan José Toro fue más directo y escribió que murió de cirrosis (uno de los males que también aquejó al hoy venerado y antes detestado Víctor Hugo Viscarra), es más, la última parte de su existencia estaba decepcionado pues sufría por la muerte de una mujer (de pollera) amada que él amó.

Medinaceli era un personaje incómodo para la sociedad. En los años previos a la Revolución de abril del 52, las cholas eran vistas de arriba hacia abajo y él las prefería a ellas antes que a las señoritas de la época. Es más, sus biógrafos aseguran que La Chaskañawi es una suma de romances del escritor.

No solo sus romances fueron motivo de críticas. Allá por 1937 escribió en el periódico La Calle Mi homenaje a Miss Tarija. Su nota cuestiona el evento de belleza: “Como una exposición de ganado vacuno o lanar en donde se busca, con fines comerciales, los mejores ejemplares para obtener el mejor rendimiento económico”.

Por esa nota fue amenazado de muerte; pero al no ser encontrado por sus rivales el director de La Calle de entonces, Nazario Pardo Valle, fue objeto de la intolerancia y golpeado a tal extremo que perdió un ojo.

En sus afiladas críticas (principalmente en misivas recopiladas en el libro Atrevámonos a ser bolivianos, de Mariano Baptista Gumucio) cuestionó el método memorístico fomentado por el Ministerio de Educación.

Así, sus últimos días los vivió en su casa de la calle Jenaro Sanjinés, número 712. Allí escribía cartas a sus amigos pidiendo favores (dinero principalmente).

Su hermana Laura, en la correspondencia epistolar rescatada de aquella época, relata que él fue abandonado por las autoridades estatales.

Eso sí, los amigos del escritor no lo abandonaron y quedaron inmortalizados en las fotografías de la época. Una nota de aquel entonces titula: La traslación de los restos de Medinaceli.

Siete décadas después se descubrió la última morada del escritor, un nicho con flores mustias en el Cementerio General de la ciudad de La Paz.

La Gobernación de Potosí decidió “repatriar” los restos en una “operación comando” y éstos fueron llevados a un remodelado mausoleo de la Villa Imperial.

Pero no solo eso. Durante las II Jornadas Internacionales sobre la obra de Medinaceli, escritores e historiadores hablaron de la importancia de la vida y obra del escritor.

Se hizo énfasis en la revista Gesta Bárbara, aquella reunión de escritores y pensadores jóvenes que marcaron el debate en el país entre 1918 y 1930.

En las jornadas de la semana pasada se habló de los referentes de aquellos años, como el peruano Gamaliel Churata y su propuesta indigenista. Así, hubo compatriotas del puneño que recordaron el carácter internacionalista de la Gesta Bárbara.

Los participantes llegaron desde diferentes ciudades de Argentina, Bolivia y Perú. Todos escogieron hablar sobre un eje de Medinaceli. Uno de los sitios comunes fue su obra literaria, especialmente La Chaskañawi.

La cita en Potosí sirvió para desandar los lugares por los que anduvieron Adolfo Reyes (el joven estudiante de leyes) y Claudina García (la chola de los ojos de estrella). Por eso, se realizaron visitas a Cotagaita y Vichacla; el segundo sitio está prácticamente abandonado y el templo tiene en sus paredes cuadros antiguos con imágenes dañadas por el tiempo.

Los pobladores de ambos poblados vistieron a la usanza de los años 50 y buscaron recuperar algo del ambiente que conoció Medinaceli. Allí, el escritor solía refugiarse y se sentía en casa.

El origen del profesor (Medinaceli se jubiló de maestro) fue un tema de debate, el periodista Óscar Díaz presentó pruebas de que nació en Sucre; otros historiadores afirman que su cuna estuvo en Chequelte (poblado potosino). El abandono tras su muerte también fue objeto de debate… Y, por supuesto, sus obras políticas y literarias.

El escritor Rodrigo Urquiola situó a la obra de Medinaceli entre las más importantes de la historia del país.

Durante las jornadas también se publicó una nueva edición limitada de La Chaskañawi; ésta contiene en portada la imagen de los personajes centrales de la obra y de fondo está una calle que bien podría ser Vichacla. Existe la presunción de que el autor habría hecho estos trazos.

Entre los “descubrimientos” potosinos, se estrenó el mausoleo donde quedaron los restos traídos de La Paz y hubo el compromiso de los historiadores locales de no olvidar frecuentar la tumba. Al respecto, queda una duda: ¿Le habría gustado al autor de Páginas de vida un homenaje con ribetes religiosos?

Hay otras nuevas propuestas con vistas al futuro; por ejemplo se decidió que cada año se realizarán encuentros internacionales para conversar sobre el escritor. Es más, ya se alistan ponencias en este sentido.

Así, durante estos días, Medinaceli volvió a la palestra literaria. Se honran sus restos en un nuevo mausoleo potosino, hay misas en su honor y disputas por su cuna de nacimiento. Lo más importante es que se vuelve a leer su obra y hay curiosidad por conocer quién fue aquel hombre que antes de la Revolución del 52 se convirtió en una afrenta de la sociedad. Por eso, su otra gesta bárbara se produce 70 años después de su muerte. Su gesta bárbara es haberle ganado al olvido.