Tengo una regla (o quizás ni llega a regla) que me ha ayudado a seguir en esto de hacer teatro, y es que todo debo hacerlo como si fuese la primera y la última vez que lo estoy haciendo, seguro así, luego del “hacer”, el resultado sea lo que menos espero, ya que la sensación de haberlo dado todo en escena me serviría de mejor consuelo que el llegar a pensar que mi teatro es lo mejor de este mundo (o de mi país, o de mi ciudad, o de mí mismo).

Empezar a escribir el Breve manual para montar una pésima obra de Teatro – El Éxodo: de Jorge Alaniz León fue una especie de suerte, de preguntarme si aún quería seguir haciendo teatro o quizás ya dar el paso definitivo y dejarlo, abandonarlo quizás (aunque luego yo sería el abandonado). Sí, siempre, a principio de año, tengo la intención de dejar el teatro, pero no puedo hacerlo hasta ahora y eso es también un fracaso para mí (uno más de tantos).

Entonces…

A pesar de un nuevo intento por dejarlo este año, tampoco se pudo, así que tocaba seguir y ahí apareció una recurrente pregunta: ¿Es importante el teatro en este país? Antes de responderme, recordé a mi amigo Winner Zeballos, con quien nos fuimos al último rincón de la ciudad de El Alto a buscar las típicas Huaris (al natural) para plantearnos estas preguntas tan difíciles de responder (o quizás fue un simple pretexto para ir a beber) lo cierto es que cuando un teatrero/teatrista/teatrólogo se hace esa pregunta se mete en un gran problema, ya que intentar responderla será un camino sin salida; así que lo mejor y lo más recomendable, es hacer lo que siempre hizo, o sea: hacer teatro.

Ganarse enemigos en el mundo teatral boliviano es fácil, solo te pones a hablar mal de ellos (y de sus obras claro) y listo, o sea: hacer lo que siempre se hace te genera los enemigos de siempre, ya que somos tan pocos en esto que siempre andamos repitiendo actores/actrices en todas nuestras producciones, pero hablar por hablar no tiene gracia, hablar con sustento y con causa sí, y es lo que más molesta a la gente de teatro.

Pero para hablar de los demás, primero hay que hablar de uno mismo y no es que quiera iniciar un proceso de autoevaluación de mis obras teatrales, no ¡jamás! Eso me hundiría peor (aunque suena tentador). Lo que quiero es tener una respuesta o acercarme a ella o quizás incluso, saber que hasta la pregunta es innecesaria, pero necesito la certeza de algo. Y nuevamente, el teatro es el camino (“¿el camino para qué?”, pregunta ella. “Para todo”, responde él). Entonces, ¡vamos a hacer teatro!, pero un teatro que hable de uno mismo, ¡sí! Así que el primer paso será buscar un género: elijo la autoficción porque me da la opción de “partir de una mentira para llegar a una verdad”, regla básica en el teatro. Luego… a escribir, escribir y seguir escribiendo, único camino para llegar a concretar algo para luego revisar, mientras convoco a actores y actrices, los primeros convocados se van, desisten del proyecto, llamo a otros y ellos sí aceptan. Y luego de meses de ensayo, la obra está lista para presentarla.

La presentaremos y luego seremos los primeros en cuestionarla, porque eso nos da el teatro, la posibilidad de creer en algo e inmediatamente desecharlo. Como siempre se debió haber hecho.

* ‘Breve manual para montar una pésima obra de teatro (El -Éxodo: de Jorge Alaniz León)’ se presentará los días 19 y 20 de julio en mARTadero de Cochabamba.

Jorge Alaniz es actor y director.