Wednesday 17 Apr 2024 | Actualizado a 19:28 PM

Yo no me caso

‘Amor’, la nueva obra de teatro de Denisse Arancibia, se presentó en funciones llenas en Casa Grito

/ 10 de julio de 2019 / 00:00

Uno: Amor es la última obra teatral de Denisse Arancibia Flores (se estrenó el pasado fin de semana en Casa Grito). Y se pinta como una de las mejores del año.

Bien pudiera llamarse “Yo no me caso”. Si fuera un ensayo sesudo y aburrido se titularía “Persecución y vituperio del matrimonio”. La primera imagen de Amor impacta: una novia gigante de tres metros esconde bajo su vestido blanco a todos los invitados de su boda. “Amor” es una parodia, una comedia romántica con humor ácido, con buenas canciones, el estilo de la casa Denisse. Es la historia de “Julia”, una mujer que ronca, habla de dormida, sueña con el diablo, es sonámbula y le gusta que le amarren a la cama. “Julia” no quiere casarse con Ricky. No le gusta compartir el control remoto. No quiere hacer el amor con la misma persona por el resto de su vida. No quiere tener hijos. A “Julia” le da miedo todo. ¿Cómo se llama el miedo a casarse? Gamofobia se llama. A “Julia” la marcha nupcial le parece triste. Va a ser una novia fugitiva a pesar de las “comadrejas” que le rodean: su madre, su suegra, su padre robot, sus amigas, el cura que cobra por hora, los 300 invitados que nadie conoce, todos fingiendo extrema felicidad. “Julia” no se llama Julia ni se apellida “Púdrete”. Julia solo quiere llorar y ahogarlos a todos. Larga pausa silenciosa y hermosa. Todas han muerto ahogadas. Julia es libre.

Dos: el elenco fijo de Teatro Grito tiene una ventaja. Los actores y actrices se conocen, han trabajado juntos y eso se nota sobre las tablas. Del laburo permanente y constante, surge la magia, el talento, las buenas vibraciones, las obras que merece la pena recomendar. Julia, la novia, es Alejandra del Carpio Andrade que logra a ratos transmitir todos los miedos, todas las ataduras en el papel más complicado de la obra. Su mejor “amigui” es Mariel Camacho Ovando, más suelta, más desenfadada, más ajustada a su rol. ¿No sería mejor cambiar de papeles? El cura es Bernardo Arancibia, otra vez (y van…) lo mejor del elenco. El sacerdote es el villano, es la fiel representación del poder celestial sobre la tierra y sobre todas las mujeres. Es el que dicta el decálogo obediente del buen matrimonio (concertado). Amor es anticlerical, como dios (en minúsculas, por favor) manda. Carmencita Guillén Ortúzar y los progenitores (René Sutura Mamani junto al padre robot Michael Apaza Apaza) acompañan a la perfección con la aparición de Leo Mora (como abuela y como Ricky) como grata sorpresa. El rol de Ricky merece un capítulo aparte: el novio es una chaqueta colgada, es solo una voz a lo lejos, es el amor a la fuerza, es el que dice “sí, acepto” por Julia. Su ausencia-presencia sobrevuela la obra para terminar surgiendo como máscara, como kusillo, como espectro cruel.

Tres: ¿por qué nadie pregunta a Julia si quiere casarse? Ella es la única que hace esa interrogante: “Ricky, de verdad, ¿te quieres casar? Pero Julia no es una víctima. Y Denisse Arancibia no cae en lo facilón, en el retrato victimista. Aunque si “puede aprovechar” para despachar y recordar cuentas pendientes: el exagerado prestigio del amor, la manipulación del deseo y lo conflictivo del matrimonio, esa sacrosanta institución anacrónica. El matrimonio fue en el pasado trascendente y necesario: cuestión de patrimonio, transacción de compraventa, alianza de intereses en provecho de la prole. Era la antigua “sabiduría” del matrimonio. ¿Qué sentido tiene en pleno y efímero siglo XXI este pacto a largo plazo? Es la pregunta que nos lanza la obra. Y luego llegan otras: ¿siguen de la mano a estas alturas ese tridente diabólico llamado amor, sexo y matrimonio? ¿Acaso lo rutinario y ritual no es el casamiento sino el divorcio? ¿No sería bueno buscar nuevas fórmulas más apropiadas de convivencia? Y la peor de todas: ¿por qué la mayoría de las personas se sigue/nos seguimos casando? ¿Estamos condenados a la fatalidad?

Cuatro: una pregunta más. El 95% del público que va a ver (Des)Amor (y la gran mayoría de obras teatrales en La Paz y en toda Bolivia) es femenino. ¿Dónde, carajo, están/estamos los hombres? El teatro también es una trinchera, una barricada en estos tiempos de cólera antipatriarcal. Esa es la respuesta a mi estúpida pregunta.

Post-scriptum: la segunda temporada de Amor está programada para el 3, 4, 10 y 11 de agosto en Casa Grito. Y la tercera, la vencida, para el 4, 5 y 6 de octubre. Tienes siete oportunidades más, sin ahogarse, sin llorar.

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Es el Tigre más práctico

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo H. - periodista

/ 14 de abril de 2024 / 23:10

Introducción: el grito que más se va a escuchar en el Jesús Bermúdez de Oruro es el grito de los stronguistas: “y ya lo ve y ya lo ve, somos locales otra vez”. Hay 25.000 hinchas en la cancha y la mayoría son gualdinegros. El argentino Rolando Adrián Carlen coloca a cinco ex “tigres” en su onceno: Banegas, Torres, Loza, Melgar y Ronaldo. Su compatriota, Pablo Hernán Lavallén, deja a Triverio (medio resfriado) en la banca para colocar de nueve a Bruno Miranda. ¿Por qué no apuesta por el ecuatoriano “Cuco” Angulo, bigoleador en el último partido? No entiendo a Lavallén. De “wing” derecho va Amoroso que va camino de quitarle el puesto a Ramallo.

Nudo: la primera parte es aburrida. GV San José quiere pero no puede. Tiene la posesión de la pelota y llega con peligro al arco de Billy Viscarra. Perdón, San Billy Viscarra, para ser más exactos. El arquero cruceño va a regalar otro partidazo, ahogando el grito de gol en dos y hasta tres ocasiones diáfanas de los hombres de la “V” azulada. Cuando se lesione Sanguinetti, se acabará el fútbol de los locales. GV San José es un equipo corto y limitado.

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Y el Tigre de Lavallén, un equipo rácano, ratonero a más no poder. Tiene jugadores para regalar mejor fútbol pero Lavallén prefiere el orden, la paciencia, el miedo. ¿Será por eso que Ortega desaparece y camina, camina y desaparece? El colombiano necesita la posesión de la pelota, Lavallén no la necesita, no la quiere. Sin el diez y sin Triverio en cancha, el gualdinegro es la vulgaridad con patas.

Desenlace: la segunda arranca igualita que la primera. Hasta que GV se rinde sin ideas, hasta que el Tigre comienza a jugar su mini partido sobre el último tercio del “match”. Entonces Lavallén mete un cambio incomprensible. Saca a Ortega cuando decide ir a por el partido y la pelota y mete un volante de contención como Víctor Cuéllar. También saca a un inoperante Miranda para meter a un delantero de verdad como Triverio. Antes había entrado, tras el descanso, el “Pito” Sotomayor (por un improductivo Arrascaita).

No entiendo a Lavallén. Pero en la primera que toca Cuéllar, llega el penal. Y sobre el final, la sentencia con un gol de Sotomayor (que pide más minutos) tras una trepada (de las pocas) de Lino por banda izquierda.

Post-scriptum: dirán los resultadistas que el Tigre manejó bien los tiempos del partido, que esperó el cansancio de los orureños, que Lavallén acertó en los cambios (lo que es totalmente cierto), que leyó bien lo que pedía/necesitaba el partido. Es verdad. El Tigre jugó esperando la vuelta y se encontró, sin querer queriendo, con una llave solucionada de antemano. Es el Tigre más práctico y eficaz; el que le gusta a Lavallén.

(14/04/2024)

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¿Se viene otro Clásico en Cuartos?

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo H. - periodista

/ 5 de abril de 2024 / 22:30

Introducción: el Tigre necesita ganar para clasificar a cuartos de final del Apertura. El rival es la sorpresa del campeonato, San Antonio de Bulo Bulo, el equipo que goleara sin piedad en el Chapare en la ida. Llega al Siles con cinco bajas sentidas. En el mediodía del “match”, las redes sociales del club cochabambino muestran a los jugadores estirando en una plaza pública. Eso es el fútbol “profesional” boliviano, señores y señoras.

El partido cae en mitad de la Libertadores. Hoy sábado los stronguistas viajan a Buenos Aires para jugar el martes contra Estudiantes de La Plata. El técnico Lavallén, a pesar de la victoria contra Gremio, sigue siendo cuestionado por una parte de la hinchada merced al pobre juego del equipo. En hora extraña de “match” (viernes a las seis de la tarde y con dos por uno), apenas estamos cuatro mil hinchas en la cancha.

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El onceno gualdinegro suena así: Viscarra; Bustos-Caire-Aimar-Roca; Quiroga-Ursino; Chura-Ortega-Ramallo; y Triverio. El lateral derecho sigue siendo un dolor de cabeza. El presidente Cespo anuncia unas celebraciones por el ocho de abril “austeras”.  Sin comentarios. Viscarra recibe una polera conmemorativa por sus cien cotejos como gualdinegro.

Nudo: el gol a los tres minutos marca una primera parte donde San Antonio se atreve a llegar al arco de Viscarra, donde el Tigre vuelve a ofrecer su rostro más deslucido; sin intensidad, sin sorpresa. ¿Qué clase de “Ratonero” Díaz es Lavallén? Evidentemente no toda la culpa es del técnico argentino. Hay jugadores que han bajado su nivel: hablo de Roca, de Ramallo, de Chura… ¿Y la docena de “refuerzos”? Las papas calientes siempre son sacadas del horno a tiempo por jugadores como Ursino, Ortega, Viscarra, Triverio; los de siempre. Vuelven a sonar los pitos aunque el director de fútbol, señor Revilla, los prohíba por decreto dictatorial.

Desenlace: en la segunda parte, mejora el Tigre, especialmente tras la entrada de un vertical Amoroso. Los gualdinegros, sobre la recta final, abandonan la especulación. Este Tigre (con este plantel) puede y debe jugar más y mejor al fútbol. De momento, no lo hace por los planteamientos y mentalidad timorata de Lavallén; y por el desempeño descendente de “players” llamados a hacer la diferencia. Por ahora (como decía el comandante Hugo Chávez Frías), es Ortega (autor de los goles y de cumpleaños este sábado) y nada más.

Post-scriptum: la victoria clasifica a cuartos. En el último partido (el jueves, de visita frente a un eliminado Real Santa Cruz), se deberá ganar (no sirve el empate) para evitar a Bolívar, rival contra el cual el Tigre ha ofrecido la mejor cara del año. Que venga otro clásico, nomás.

(05/04/2024)

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No me gusta ganar así

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo H. - periodista

/ 3 de abril de 2024 / 00:09

Introducción: el Tigre afronta su edición número 30 de Copa Libertadores, la decimotercera de forma consecutiva. Todo un récord. Con el tiempo se valorará. El rival es Gremio de Porto Alegre que deja en casa a sus estrellas. Los brasileños no “necesitan” los puntos y priorizan el torneo regional. Lavallén se juega su continuidad en esta Copa tras un inicio irregular en el campeonato local. Convencerá con el resultado, quedará en deuda con el juego.

El argentino sorprende con Rojas de lateral derecho. Y Wayar, de cinco (a ratos de central para dar salida). Los brasileños de Renato Gaucho tienen dorsales como el 53 y el 51. Y en la banca, hay solo seis suplentes (en la del Tigre, hay doce) en una actitud de menosprecio y falta de respeto. En la curva sur aparece de nuevo el “trapo” de Sergio Luna sobre la pelota. Hay 15.000 hinchas gualdinegros (y 50 de Gremio en la gélida curva norte).

Nudo: el Tigre arranca como motorcito diesel, de a poco. No acelerará jamás. Será un equipo lento, previsible; sin intensidad, pesado; sin ritmo, cansino; sin fútbol, sin ideas. Vencerá por dos a cero pero dejará más dudas que certezas. ¿Por qué se descansó seis días con la Libertadores a la vuelta de la esquina? ¿Por qué no se jugó durante tres semanas? El Tigre necesita partidos para aceitar la idea de Lavallén.

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Las dos únicas chances de gol en la primera parte llegan de la mano de Ortega: la primera, con una apertura a Lino que centra para el gol de Ursino; la segunda, una pared dibujada con Triverio. Nada más. El Tigre es Ortega, que a ratos inventa espacios y regala exquisiteces. Con el uno a cero, el Tigre se mete atrás. Lavallén había resultado una fotocopia idéntica de la ínclita pareja Díaz/Ramondino; una versión gualdinegra del timorato Beñat San José. El argentino, apurado por la necesidad de resultados, está cometiendo el peor de los pecados: desconocer la idiosincrasia del club que dirige.

Desenlace: la segunda parte es más de lo mismo. Los cambios marcan la idea de Lavallén: mete al central Aimar para sacar a Rojas. Y pone a Caire de lateral derecho. A la hora, saca a Ortega, toda una declaración de principios. En su lugar, no entra el mexicano López, su relevo natural sino un hombre de marca (Cuéllar) para borrar de la cancha al creativo de Gremio, Queirós. Lo que no cambia es la lentitud y la previsibilidad. Tras una jugada a pelota detenida y un despiste visitante, llega el segundo gol. De Triverio, muy solo toda la noche.

Post-scriptum: los tres primeros puntos se quedan en casa. Objetivo cumplido. Cuando todos nos vamos del Siles, las dudas siguen ahí, como los pitos que no pararon de sonar desde la primera media hora. El Tigre de Lavallén no transmite, no contagia. Gana, eso sí. Pero a mí, lo siento, no me gusta ganar así.

(03/04/2024)

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Bolívar, un equipo que asusta

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo H. - periodista

/ 31 de marzo de 2024 / 21:33

Introducción: es domingo de Resurrección. La ciudad luce vacía y seis mil almas bolivaristas se juntan para ver a su equipo. Hay hinchas de Oriente Petrolero desperdigados por la recta y la preferencia. Otrora este clásico reunía a miles de miles. Ahora la gente prefiere quedarse en casa para ver la Premier, la liga española o cualquier otra cosa.

Bolívar no se juega nada, ya está clasificado. Oriente se juega todo. Robatto coloca un onceno extremadamente ofensivo con su dibujo favorito, el cuatro-tres-tres. Antelo pone dos líneas de cuatro para estar juntitos y dos delanteros para montar contragolpes. Tiene arriba un dominicano veloz y habilidoso (de los muchos que llegan habitualmente de la isla de la Española). Se apellida Ventura. El solito va a desnudar todas las falencias defensivas de la «Academia», el caribeño bailará bachata con Orihuela aunque el uruguayo no quería.

Nudo: la primera parte está a punto de terminar con un sorprendente cero a dos, con tantos de… Ventura. En la última jugada, acorta “Chico”, el hombre del partido. Antes, el público celeste ha silbado a su equipo (todo un clásico). Robatto tiene un dilema shakesperiano dentro de su cabeza. Gusta de equipos al ataque, desmelenados. Gusta de dibujos de otra época, de aquellos tiempos cuando los equipos atacaban con cinco. Las hinchadas se memorizaban aquellos quintetos para el recuerdo. Se jugaba entonces con dos defensas, tres medios y cinco “forwards” (dos “wines”, dos “insiders” y un “centro forward”).

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El dilema de Robatto, lo habrá adivinado caro lector, es ser o no ser (ultraofensivo). Hacer o no hacer un gol más que el rival (sin importar los que te metan). Robatto ha tomado una decisión: sabe que tiene un equipo partido y desequilibrado pero no le importa. Solo defiende Justiniano al medio y la zaga es un dolor de cabeza. Quinteros no es lateral. Y Orihuela en el mano a mano sufre. Jesús Sagredo no es central. Y Paz deja espacio a sus espaldas. Por eso acaba (casi) cero a dos al descanso.

Desenlace: la segunda parte es toda de Bolívar. Los cinco atacantes del inicio eran: Saucedo (un ocho que aparece de doble nueve), Sávio, “Papu”, “Patito” y “Chico”. Parece una pandilla de chicos traviesos. Luego entran los Vaca (Ramiro y Henry) por “Menona” y “Papu”. Y entonces, Bolívar remonta y golea. Y entonces, la “Academia” es un equipo que asusta abajo pero también arriba.

Post-scriptum: cuando Oriente mete los dos primeros goles del partido, hinchas «refineros» celebran con banderas y gritos en la “Prefe” rodeados de celestes. Nadie les increpa, nadie les insulta. El fútbol boliviano tiene todavía (esas) cosas lindas.

(31/03/2024)

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La lámpara de Diógenes

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo H. - periodista

/ 25 de marzo de 2024 / 22:57

La letra “e” en el abecedario de los entrenadores es para la “e” de encontrar (el equipo). Los técnicos de fútbol son buscadores de pepitas de oro. Son como esos cuates que se colocan en el río de Obrajes y remueven el lodo buscando un tesoro.

Zago es Diógenes. Dicen que el filósofo griego caminaba a plena luz del día con una lámpara de aceite de oliva en busca del hombre verdadero. Diógenes quería (también) encontrar el equipo.

Zago ha probado varios dibujos y oncenos de “hombres verdaderos”. Contra Argelia colocó una línea de cinco; así jugará con selecciones superiores o de visitante. Cuando pobló el medio con cuatro (5-4-1), el fútbol mejoró.

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Contra Andorra, una selección inferior, el brasileño puso línea de cuatro; incluso cuando atacaba quedaba con tres defensores al fondo (Jusino-Haquín-Suárez) y soltaba a Medina (casi) de extremo.

De a poquito, se ven nombres repetidos en sus oncenos. De a ratitos, se vislumbran sociedades: Roberto Carlos y Ramiro, por izquierda (así llegó el gol de la victoria contra Andorra); Ramallo y Medina, por derecha.

Una zaga central se tiene que conocer de memoria. Zago todavía busca esa pareja ideal. En los dos últimos amistosos, el capitán Haquín y Jusino dieronfacilidades por arriba. En los laterales, Medina y Yomar Rocha (otro debutante como Robson) se disputan el puesto. El problema mayor está en el lateral zurdo: Roberto Carlos funciona mejor como carrilero. Si jugamos con línea de cuatro, ¿para quién será el lugar? Lino y Paz deben crecer para luchar por esa vacante.

El hombre llamado a ser el timón del equipo es Boris Céspedes Es casi un fijo, como Ramiro. Céspedes no es un cinco que muerda, es un futbolista que da salida al equipo, un Busquets de la vida. Esa (arriesgada) apuesta grafica la idea de Zago, que también prueba en ese lugar a Villamil.

En el doble cinco, debutó en tierras argelinas (con buenas sensaciones) Robson, el talentoso jugador de Always Ready, un hombre acostumbrado a tocar de primera, siempre vertical. En un dibujo 4-2-3-1, Arrascaita, Miguel Terceros, Chura, el propio Roberto Carlos y Rafinha deben ponerselo difícil al técnico por los costados. Arriba, Zago busca también su dupla. Los dos nueves son Algarañaz y Jair Reinoso; y los dos por afuera, Jaume Cuéllar, el hombre del Barsa B y Ramallo.

La selección boliviana tendrá tres amistosos más antes de afrontar la Copa América. Zago seguirá probando contra México, Colombia y Ecuador para encontrar el equipo, para que todos nos aprendamos de memoria esos nombres que el entrenador trata de repetir. Cuando lo logre, Zago dejará la lámpara de Diógenes en casa y caminará tranquilo a plena luz del día.

(25/03/2024)

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