Entre el género negro y el policial, ‘Todos los caminos’
En nuestro país, con precedentes como Recacochea o Urrelo, Óscar Coaquira entra en la práctica del género con un texto que en su contenido tiene como ingredientes el misterio, la violencia y los asesinatos al por mayor
Mempo Giardinelli, en su libro El género negro, establece pautas y comportamientos en este tipo de textos que estructuralmente medran entre la novela y el cuento, siendo este último el que le impone características formales en cuanto a efectismo y unidad anecdótica.
En Bolivia dicho género ha tardado en formar parte de la bibliografía nacional porque el país no reúne las condiciones de sociedad capitalista decadente, con los intereses direccionados a satisfacer necesidades de poder, ni los épicos defensores del sistema a lo Sam Spade o Philipe Marlowe, dispuestos a defender los intereses del mismo.
Sin embargo, América Latina se ha encargado de parodiar el género a través de personajes o anécdotas con el objetivo de diferenciar el ser latinoamericano del ser anglosajón y ahí es donde, entre otros, nacen personajes como Isidro Parodi de Bioy y Borges o temas como “Homicidio filosófico” de Conrado Nalé Roxlo.
En nuestro país, con precedentes como Recacochea o Urrelo, Óscar Coaquira entra en la práctica del género con un texto que en su contenido tiene como ingredientes el misterio, la violencia y los asesinatos al por mayor; acciones que lo emparentan con una categoría del policial, denominada Hard boiled, que vendría ser una combinación de lo anteriormente citado con el realismo sucio urbano; escuela que lleva la narración a límites de tensión, a momentos difícilmente soportables, que conlleva matices de denuncia social. Lo que cabe destacar en el texto es la intromisión de modelos típicos de las novelas de espionaje con la presencia de sicarios que sirven a un sistema corrupto, que mancha a todos y a todo, y que generalmente su verdadero motivo es encubierto o conocido por poquísimos que están a favor o en contra de los objetivos de aquel.
La ambigüedad del texto radica en el juicio que Noel Behn establece: en la novela policial el héroe resuelve un crimen, en la de espionaje comete uno. Ambas propuestas son parte de este texto que seguramente pasará a las filas de la novela policial boliviana, que pese a la gran popularidad que tiene en la cultura occidental, es un género de muy difícil concreción en la actividad narrativa.