París desde las pasiones de Santiago Rosero
‘El fotógrafo de las tinieblas’ es el libro que el cronista ecuatoriano presentó en La Paz
La escritura periodística de Santiago Rosero busca revelar las señales de lo universal que marcan las historias individuales. Lo que su curiosidad y su mirada no pueden prever es la potencia con la que algunas de estas experiencias transformarán, luego, su vida.
El multifacético escritor ecuatoriano —que además es cocinero, fotógrafo y músico— presentó su más reciente libro, El fotógrafo de las tinieblas en La Paz, el 10 de julio, en la Cinemateca Boliviana (Óscar Soria 110). La obra contiene 15 textos, entre perfiles, crónicas y relatos ambientados en París (Francia). Un par de ellos fueron nominados al Premio de Periodismo Gabriel García Márquez y el libro ganó el Premio Nacional José Peralta a la Mejor Obra Periodística del Ecuador en 2018.
“Me costó un par de años saber qué lenguajes utilizaría para narrar aquella ciudad, aunque siempre supe que quería hacerlo. Comencé con fotografías y algo de video. Solo después me decidí por la escritura”, detalla Rosero.
El principal reto fue encontrar una manera de apropiarse de esta urbe que ha sido contada ya muchas veces. Para eso, sus recorridos y exploraciones dejaron de lado las salidas improvisadas, destinadas a aquellos que solo quieren perderse entre la multitud “a modo de flâneur” (caminante), que también es fantástico, pero que en mi caso no iba a funcionar”. Identificó acciones y lugares afines con sus aficiones y se lanzó a conocerlos para familiarizarse con las historias que están detrás.
“Al interponer mis intereses particulares en mis búsquedas, éstas se hicieron más conscientes, planificadas, organizadas. Fue otra manera de deslumbrarme y de encontrar unas cuantas historias que, a la larga, me comprometieron por varios meses de trabajo”, narra el excorresponsal de la revista Rolling Stone.
Al principio, los escritos tomaron forma individual sin que él pudiera ver algo que los uniera. Luego, notó que “en palabras de la escritora Gabriela Alemán, se iba conformando casi un mapa, el resultado de la mirada de un ecuatoriano en París”. Esto debido a que las notas sucedían en diferentes lugares pero llegaron a marcar un recorrido particular.
Una de ellas fue el perfil que le dio el nombre al libro. En éste se cuenta la historia de Evgen Bavcar “el fotógrafo ciego más famoso del mundo”. Como un apasionado de la producción de imágenes, encontrar que la vista no es un requisito imprescindible para este oficio cambió la perspectiva del cronista ecuatoriano.
“No conocía mucho al respecto, pero al entender que antes que visual, sacar fotografías es un acto mental, me puso al tanto de que por eso mismo todos tenemos una mirada con la que retratamos el mundo en el que vivimos”.
Sin embargo, conocer a Christophe Vasseur, un ejecutivo de moda que dejó el glamour por la panadería, fue la historia que más lo impactó. El que después sería un reconocido panadero, dejó Hong Kong y volvió a París, harto de la superficialidad de la industria a la que pertenecía.
El texto en sí mismo significó cerca de 10 meses de trabajo. Y la influencia que tuvo en la vida de Rosero aún se está desarrollando: “Me convertí en aprendiz de panadero. Junto a él aprendí a ver el pan como una sustancia viva, que tiene un comportamiento al que quería prestarle más atención”, cuenta el escritor, que si bien aún no produce lo suficiente como para dedicarse a eso, sí invita una hogaza casera a sus amigos más íntimos de vez en cuando.
Aquella experiencia lo acercó a la cocina, de la que se había alejado tiempo atrás. Así, comenzó a buscar nuevas historias relacionadas y se topó con un proyecto de cocina social, enfocado en la lucha contra el desperdicio alimentario. En este restaurante, los voluntarios preparaban comida utilizando como materia prima productos rescatados del mercado mayorista próximo a París, el establecimiento de este tipo más grande de toda Europa.
La iniciativa lo inspiró tanto, que hacer notas ya no era suficiente. Pasó a ser voluntario regular y luego a ser jefe de cocina. Sus investigaciones lo contactaron con una colega y paisana suya que también vivía en Europa y juntos crearon un proyecto.
“Estefanía Gómez y yo coincidimos en Quito el año pasado y creamos Idónea, rescate de alimentos. Ahora he vuelto a la cocina no solo con energía, sino con una postura política que quiero desarrollar en mi país”.