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Bolivia y Chile, lazos artísticos desde la curaduría

Que la creación sea vista como un oficio y que el artista se entienda como un trabajador cultural son algunas de las principales reivindicaciones del gremio chileno Arte Contemporáneo Asociado (ACA). Dos de sus integrantes —los curadores Gaston J. Muñoz j. y Claudio Guerrero— llegaron a La Paz el mes pasado para ser parte de un conversatorio sobre curaduría, durante la Feria Internacional del Libro de La Paz (FIL 2019). Desde ese punto de vista reflexionan sobre sus experiencias, tanto en el campo artístico boliviano —en el que ambos trabajaron anteriormente— como en el chileno, donde desarrollan sus propuestas en la actualidad.

“Algo que tienen en común ambos países es que hay instituciones  interesantes  pero, lamentablemente, su dirección está muy atada a los cambios políticos estatales y eso hace que haya inestabilidad”, comenta Guerrero, investigador ligado a la historia de las artes visuales y la música.

La censura es una de las maneras en que esta relación expone sus tensiones. Por ejemplo, Felipe Rivas San Martín, artista visual chileno, demandó al Estado por una falta a su libertad de expresión luego de que se le impidiera exponer una controversial obra en la que se masturbaba frente a una imagen del expresidente Salvador Allende.

Situación parecida se vivió en Bolivia en 2016, cuando se borró un mural —con críticas a la Iglesia Católica— pintado por el colectivo Mujeres Creando, que participaba en la Bienal Internacional de Arte SIART. “Cuando un centro contrata a una curadora o curador, ella o él debería tener la libertad de invitar al artista que quiera. Pero cuando la propuesta cuestiona a las figuras de poder se trata de impedir que se exhiba con excusas ridículas. La libertad de expresión es un valor que nuestros Estados aún no están comprometidos a defender”.

Muñoz realizó una residencia en el espacio boliviano de experimentación Sorojchi Tambo —dirigida por Joaquín Sánchez— en 2018; durante su tiempo aquí, el principal comentario de sus pares nacionales fue el limitado apoyo de las instituciones oficiales. En contraste, señaló que Chile proyecta en el exterior una imagen particularmente diferente a lo que pasa en realidad.

“La idea de que Chile es un país que triunfó con el neoliberalismo, arrogante, que se cree superior a sus vecinos, es un mito. Si vemos la censura o la  incomodidad que generan ciertos temas, como el VIH por ejemplo, se nota que no se sostiene”.

El país sudamericano tiene presupuestos más grandes. Sin embargo, esos fondos no privilegian el arte crítico y, si lo hacen, suele ser “como moneda de cambio. La situación mapuche es otro ejemplo, se eligen creaciones relacionadas con la cultura indígena, mientras se mantiene un estado de sitio al sur”, detalla la curadora, artista e investigadora transexual, que está por publicar una investigación sobre subculturas urbanas y la manera en que cuestionan el género y la sexualidad, en Chile.

En cuanto a lo positivo —“sin intentar romantizar las carencias”—, las propuestas artísticas que nacen en Bolivia y que cuestionan la identidad nacional y las visiones oficiales que se han construido sobre su territorio llegan a ser muy profundas, tal vez —opina Muñoz— por esa precariedad de la industria cultural.

“Proyectos como los de Liliana Zapata y  Eduardo Caballero muestran una escena paceña crítica, consciente de su territorio y de su cultura, de manera  innovadora y dispuesta a tener relaciones éticas con las comunidades con las que trabajan”.

Una de las diferencias más importantes entre ambos escenarios —encontrada por Guerrero— son las  condiciones de la educación artística.

“Chile tiene una tradición de educación universitaria en artes muy antigua. La Academia se fundó en 1849,  la segunda institución a mitad del siglo XX, y  se han llegado a tener entre 16 y 17 escuelas en todo el país. En Bolivia, a nivel universitario, existen pocas opciones, así que tenemos el problema inverso: hay una sobrepoblación de artistas”. No obstante, las casas de estudio hacen esfuerzos para generar trabajo para esta población, al fomentar investigaciones, docencia, publicaciones y producción.

En Chile, “el medio artístico se caracteriza por ser cerrado. El lenguaje que maneja es muy académico y sus obras, también. En cambio, en Bolivia, si bien es un grupo pequeño, que, según me comentan, es también un poco intermitente, se nutre de diversos lenguajes, como el cine y la arquitectura, por ejemplo”.