‘Anomalía’: ni siquiera eso
La película del boliviano Sergio Vargas Paz se estrena esta semana en las salas del país.
Introducción: el mercado del cine está cambiando a pasos agigantados. La televisión por cable y especialmente las distintas plataformas de streaming llegaron para quedarse. Hollywood hace ahora películas altamente comerciales, accesibles y rentables, es decir hace sagas, remakes, secuelas, franquicias, infantiles, terror… Netflix, Amazon y el resto del streaming arriesgan más y se la juegan por el cine de autor y el cine independiente. Dejaron de convivir en las salas oscuras estos dos tipos de cine.Nos botaron a punta de pipocazos. Porca miseria.
La creación de contenidos para mercados globales marca hoy la agenda. El capitalismo neoliberal apostó por la deslocalización y el cine no quedó al margen. Sale más barato (la reducción de costos y la maximización de las ganancias está en el centro de todo) rodar una película en Sudamérica —con parámetros técnicos de calidad— que en cualquier otro lugar. Como también pasó en la literatura y el desembarco de los grandes sellos editoriales, el denominador común es la estandarización, los acentos neutros, las historias “globales”, los contenidos y géneros que no molestan, no se atreven.
En el camino, perdemos sabor local, autenticidad, perdemos diversidad. Nada de eso importa: el público nacional es una pata insignificante de la mesa. La gran torta prioriza las ventas internacionales. Una película ya no recupera ni el 10% en la taquilla local. Obtiene su devolución a nivel global cuando se vende a una aerolínea, a un cable, a una plataforma de streaming con millones de clientes en medio mundo. La coproducción es el modelo señalado de estos proveedores de servicio de contenido.
Nudo: Anomalía marca un antes y un después en el cine boliviano. Llega fuera del modo tradicional de producción de cine en Bolivia: de la mano de un canal de televisión (PAT). Es una buena noticia que las televisoras —que ganan mucho y ofrecen poco— apuesten por el cine. No es tan buena noticia que hagan telefilmes para estrenar en sala oscura. Anomalía es también la primera apuesta por insertarse dentro de esta “nueva” industria global. Por eso, el productor es más importante que el director (el paceño Sergio Vargas Paz, licenciado en marketing y comercio exterior, dato no menor, y con estudios de cine en Colombia). El productor de Anomalía es el colombiano Felipe Morell, que trabaja en el sector audiovisual de la creación de contenidos para mercados globales.
Anomalía ha sido rodada en Cochabamba con un elenco de argentinas (Beatriz Spelzini y Flor Antonucci), colombianos (Julián Trujillo y Juan Pablo Barragán), españolas (Mercedes Salazar y Patricia García) y una tropa boliviana (Ricardo Gumucio, Elisabeth Salazar, Paola Salinas y Camila Rocha). Y en el filme, el “sueño” de muchos se ha cumplido: en Cochabamba no hay “qochalas”. La “historia” es un cruce de géneros: un poco de ciencia ficción, unas gotas de drama y una pincelada de romance. Para temblar por partida triple. ¿Es la coproducción Anomalía una película del cine boliviano? No, ni siquiera eso.
Desenlace: para vender Anomalía en el mercado local antes de exportar, estos visionarios modernos han apelado al viejo y desgastado truco de lo nacional, luego de hacer una exhaustiva investigación de mercado. “Tienes que ver Anomalía porque es nuestra. Hay que consumir cine nacional, no importa si es bueno o malo, nadie nace siendo bueno, aprendamos en el camino y construyamos entre todos”, ha dicho el director Vargas Paz.
Para vendernos, la película comete otro error de principiante: se presenta como “la primera película futurista”. No, ni siquiera eso. Parece que alguien no vio El triángulo del lago de Mauricio Calderón, reivindicada en el último Festival de Cine Radical como película esotérica. El estribillo de “la primera” ya cansa y espanta. Lo escuchamos antes: la primera película boliviana gore, la primera película potosina, la primera de terror, la primera comedia erótica y un largo etc.
Post-scriptum: la “historia” que cuenta “Anomalía” también la hemos visto antes: cero riesgo. La manipulación de los recuerdos (la posibilidad científica de borrarlos y crearlos) puede dar mucho juego dramático y narrativo. Puede. Me acuerdo (entre otras) de Inception de Nolan o Eterno resplandor de una mente sin recuerdos con Jim Carrey o la de Amenábar con posterior versión gringa (Vanilla sky). El homenaje a Star Wars con la princesa Leia da risa y vergüenza ajena. Como ese “tributo” hay unos cuantos más, a cada cual más zafio. La sutileza no es el fuerte de un director impecable en lo técnico, como la película. A estas alturas, esto no alcanza. ¿Dónde está el guion y la dirección de actores?
Anomalía, el telefilme que apuesta por el mercado global, carece de identidad (su mayor pecado al apostar por un no lugar) y no logra transmitir emoción (ni conflicto) alguno. Es fría (como los colores con los que imagina el futuro), plana (aburre de principio a fin), estereotipada (el “científico” tiene pinta y cara de loco), no sabe cerrar, es desprolija en el ecléctico elenco (hay algunas actrices que recitan el guion telenovelero) y apenas alcanza para ser un cortometraje. La respuesta tímida en la premiere (aplaudimos por hábito y costumbre) es una señal. El otro ruido fueron los ronquidos del amigo que estaba en la última fila, a mi lado. No todo el mundo sufre con Anomalía. Dice el director que si te gusta la recomiendes a los amigos y si no te gusta a tus enemigos. No, ni siquiera eso. Tu enemigo favorito no merece una siesta plácida, roncando a raudales.