Olga Tokarczuk: Trotamundos en pos de la verdad
La escritora polaca, que ganó el Nobel de Literatura 2018, recorre diversos mundos en su escritura.
Olga es una mística en la búsqueda perpetua de la verdad, una verdad a la que solo se puede llegar en movimiento, traspasando las fronteras”, dijo una de las amigas de la escritora polaca Olga Tokarczuk —Premio Nobel de Literatura 2018—, Kinga Dunin, también escritora y crítica.
Tokarczuk, considerada la más talentosa novelista de su generación en Polonia, lleva al lector a la búsqueda de la verdad a través de universos multicolores, mezclando delicadamente la realidad y la metafísica. Identificada políticamente con la izquierda, ecologista y vegetariana, la escritora de 57 años no duda en criticar la política del actual Gobierno nacionalista conservador del partido Ley y Justicia (PiS).
Nacida el 29 de enero de 1962 en una familia de maestros en Sulechów, en el oeste de Polonia, es autora de una docena de libros. Graduada en psicología en la Universidad de Varsovia, tiene especial predilección por los trabajos de Karl Jung. Durante un tiempo, trabajó como psicoterapeuta en la ciudad de Walbrzych, mientras intentaba escribir. Publicó inicialmente una colección de poemas, antes de embarcarse en la prosa.
Después del éxito de sus primeros libros, pasó a dedicarse por completo a las letras y se instaló en el pueblo de Krajanów, en las montañas de los Sudetes. En la actualidad, sus libros son los más vendidos en su país y están traducidos a más de 25 idiomas, incluidos el catalán y el chino. Muchos de sus libros han sido llevados al teatro y a las pantallas.
Su obra, sumamente variada, abarca desde el cuento filosófico, Los niños verdes (2016), la novela policiaca, ecologista y metafísica, Sobre los huesos de los muertos (2010), hasta la novela histórica, con las 900 páginas que constituyen Los libros de Jacob (2014).
En su universo poético, lo racional se mezcla con lo irracional. Su mundo está en perpetuo movimiento, sin punto fijo, con personajes cuyas biografías se entrelazan y, como un rompecabezas gigante, crean una notable imagen general. Todo se desarrolla en un lenguaje rico, preciso y poético, atento a los detalles.
La propia Tokarczuk se describe a sí misma como una persona sin una biografía: “No tengo una biografía muy clara que pueda relatar de una manera interesante. Estoy hecha de esos personajes que han salido de mi cabeza, que he inventado”, ha comentado recientemente.
Los libros de Jacob le dio a Tokarczuk su segundo premio Nike, el más prestigioso premio literario de Polonia. Publicada en 2014, la obra se transformó en un éxito de ventas en aquel país, pero también se convirtió en blanco de la ira de los activistas nacionalistas.
Luego de una entrevista en televisión en la que ella cuestionó el mito de una Polonia tolerante y abierta, pasó a recibir amenazas de muerte por “difamar el buen nombre de Polonia y de los polacos”, según denunciaron diferentes grupos nacionalistas. Tras el incidente, un guadaespaldas resguardó la seguridad de la escritora durante toda una semana.
Por otro lado, el mismo libro le dio —a ella y a su traductor al sueco— el primer premio literario Kulturhuset Stadtsteatern, de Estocolmo. “Siento como si ya hubiese ganado el Nobel”, dijo la escritora en ese momento.
Tokarczuk también es coautora del guión de la película Spoor, dirigida por Agnieszka Holland e inspirada en su novela Sobre los huesos de los muertos. Situada entre la ecología y cuento filosófico, la película lanzada en febrero de 2017 ganó el Premio Alfred Bauer en la Berlinale el mismo año y representó a Polonia en la carrera por el Óscar en la categoría de mejor película extranjera.
Fragmento de ‘Los errantes’
El periódico español El País publicó el 11 de octubre un fragmento de Los errantes —novela autobiográfica—, de Olga Tokarczuk, que se lanzará próximamente:
“Todo aquel que en algún momento haya intentado escribir una novela sabe lo duro que es este trabajo, sin duda una de las peores formas de autoempleo. Hay que quedarse permanentemente encerrado en uno mismo, en una celda individual, completamente a solas. No deja de ser una psicosis controlada, una paranoia y una obsesión, uncidas al trabajo, desprovistas por lo tanto de plumas, polisones y máscaras venecianas por los que las conocemos, sino ataviadas más bien con delantales de carnicero, calzadas con botas de goma, empuñando un cuchillo de destripar. Desde ese sótano de escritor se ven apenas los pies de los transeúntes y se oye el taconeo. A veces alguien se detiene, se agacha y echa un vistazo al interior y entonces por fin puede verse un rostro humano e incluso intercambiar unas palabras.
Pero en realidad la mente sigue ocupada en el juego que desarrolla ante sí misma en un panóptico trazado a vuelapluma para mover figuritas sobre ese escenario provisional: el autor y el protagonista, la narradora y la lectora, la que describe y la que es descrita; los pies, los zapatos, los tacones y los rostros más tarde o más temprano formarán parte de este juego”.