Fuertes
El fútbol y la Guerra del Chaco son los motores de la cinta dirigida por Óscar Salazar Crespo.
Recreación libre de las anécdotas que Manuel, abuelo de Óscar Salazar, uno de los coguionistas y codirectores del film, solía rememorar de su experiencia militar en el Chaco, de arranque las imágenes en pantalla vienen acompañadas por una voz en off, a modo de subrayado del carácter testimonial de muchos de los momentos de la narración.
Para quienes no estén previamente avisados, el indisimulado fanatismo aurinegro de Salazar, herencia asimisma familiar —desconozco las preferencias futbolísticas, como casi todo, respecto a los antecedentes de Traverso—, se traduce en la intención —si bien por los motivos anotados más adelante esta se escurre en parte— de focalizar la película en el rol desempeñado durante una de las escaramuzas de aquella guerra por el plantel completo de jugadores, más algunos directivos e hinchas del club The Strongest, en definitiva cerca de 600 voluntarios, instados a honrar su “obligación patriótica” durante una asamblea convocada por Víctor Zalles, presidente de la institución.
Mariano Velasco, personaje imaginario, es el eje en torno al cual orbita entonces esta ficción inspirada en aquellos eventos reales. Mariano, joven y aplicado estudiante proveniente de una familia relativamente acomodada, ansía sobre todo convertirse en jugador titular del plantel de The Strongest, mientras en paralelo transita un apasionado romance con Matilde. En el entorno revolotean los primeros ecos de la tragedia por venir. Cuando finalmente el bien dotado aspirante a futbolista consigue convencer al director técnico Attilio Di Carlo de darle una oportunidad en el equipo, tropezará con la oposición de José Bullaín, capitán, líder y símbolo, celando que el recién llegado pueda sustituirlo a corto plazo como referente del grupo e ídolo de la tribuna.
En contrapartida, aflora muy pronto el compañerismo con otros miembros del equipo. Y será precisamente el de la amistad uno de los hilos emotivos que envuelve la historia, sin forzar el tono, es pertinente apuntarlo, pero dejando debida constancia de cuánto han cambiado las cosas desde aquellos tiempos cuando, al fútbol me refiero, el espíritu de grupo primaba por sobre las apetencias de figuración y otras consideraciones más opinables todavía en esta nuestra edad de la hiperprofesionalización que lo ha convertido, como a casi todo, en un producto de marketing.
La señalada agradecible contención se advierte de igual manera en el abordaje de la relación sentimental entre Mariano y Matilde, aún después del incumplimiento de lo prometido por él, cuando afirma que no se enrolará como voluntario para marchar al frente, sobreponiendo su idealismo patriótico incluso al anuncio de la pronta llegada de su primogénito.
Y no es que a lo largo de la película escaseen momentos conmovedores. Los hay sobre todo en el tramo dedicado al choque armado en Cañada Esperanza, manejado con una potencia figurativa que, al igual como ocurre con las secuencias previas, elimina la necesidad de apelar a diálogos que habrían resultado superfluos y de los cuales, es de agradecer, se ha prescindido, de la misma manera como atina, casi siempre, la realización en la bien dosificada emotividad de esos momentos que se prestaban fácilmente al patetismo demagógico.
Técnicamente, cabe decirlo enseguida, Fuertes muestra estándares de calidad equiparables a los de muchas producciones de afuera, por lo general, con un presupuesto de producción muy superior, pero no tan frecuentes en la producción local.
Entre una recreación y una caricatura de época la distancia es bastante menos significativa de lo que pudiera pensarse, dependiendo en definitiva de los modos aplicados para sostener la verosimilitud en tal vuelta al pasado. Por eso a menudo se prefiere salir por la tangente de la sugerencia, sobre todo cuando no se dispone de los medios suficientes, aunque estos por sí solos no garantizan tampoco el efecto final. Sabemos todos cuantos escollos todavía deben salvar las producciones nacionales, por eso resulta doblemente sorprendente la impecable ambientación visual del tiempo recreado, aprovechando locaciones tan diversas como plazas, miradores y callejuelas de Sucre; lo que resta aún de la antigua estación del ferrocarril en Guaqui; interiores de edificaciones de la primera mitad del siglo pasado (la sede del Club de La Paz, por ejemplo). Tal acierto da cuenta de un ajustado trabajo de coordinación entre el diseño de producción, el de arte y la fotografía. Esta diana ratifica por lo demás el buen ojo de Salazar para el manejo de la imagen, anticipado en varios de los spots publicitarios antes por él realizados.
Es de igual modo imponente la cantidad de extras movilizados, otro ingrediente coadyuvante a la credibilidad de lo que se ve. De hecho no recuerdo otra producción local con semejante despliegue. Y no es que el proyecto hubiese contado con superabundancia de medios. Solo una meticulosa planificación logística pudo haberlo conseguido. Incidentalmente: ya hubiesen querido Kundt, Salamanca y demás cráneos al mando en aquella penosa aventura gozar de parecida aptitud.
El rubro interpretativo permite advertir el mismo cuidado puesto en la parte técnica. Sin destaques especiales, todo el elenco desempeña a cabalidad sus papeles, resultado de la buena puntería de los realizadores en la dirección de los protagonistas, consiguiendo equiparar el desempeño de actores de trayectoria, algunos llegados de México, España y otros lugares, con el de quiénes hacen aquí sus primeros pinitos actorales.
Tampoco sería justo dejar de lado la contribución a la construcción de la envolvente atmósfera del film, sin ambicionar protagonismos innecesarios, de la música, compuesta por Juan Cristobal Meza e interpretada por la Orquesta Sinfónica de Bratislava.
Ahora bien. Lo hasta aquí señalado podría dar a pensar que estamos ante una película redonda. No lo es. En la parte más extensa del metraje, dedicada a revivir las tardes futboleras de la época previa al estallido de la guerra, es visible un marcado engolamiento —emparejado con una falta de síntesis—, en la multiplicación de secuencias de inobservable factura visual, se dijo, pero cuya inclusión en el armado dramático acaba por ralentizarlo y alargarlo innecesariamente. Las piezas de un relato no solo cuentan por su factura individual, sobre todo valen si encajan adecuadamente en el rompecabezas del argumento. Y en esa materia hay momentos dramáticamente superfluos (las alusiones al primer campeonato mundial de fútbol o la reiteración de escenas de partidos bajo la lluvia en canchas no aptas, entre otros). Es como si los realizadores no hubiesen podido gambetear la tentación recurrente de directores primerizos en el intento de abordar todo de golpe en su ópera prima, exhibiendo de paso sus pericias técnicas. Ello desbalancea la recomendable dosificación entre los prolegómenos de la contienda bélica, que se supone es el prólogo a la participación estronguista en la misma, pero como efecto de lo anotado pasa a ser el plato fuerte.
Fuertes no solo desempolva un episodio a menudo olvidado de la guerra desatada en 1932, es ante todo un sentido, tributo a quienes fueron protagonistas de la única batalla ganada por el país en aquella absurda contienda. Pero si bien es justo el reconocimiento, a estas alturas no se puede incurrir en una candorosa y descafeinada exaltación de tan ominoso episodio de nuestro ayer, en el cual los combatientes de Cañada Esperanza (mayo de 1934) —entre quienes por si acaso no figuraba Juan Lechín, licencia admisible—, fueron ellos también víctimas en realidad de la ensimismada arrogancia de clase de los gobernantes de la época, adicionalmente ciegos por conveniencia a los verdaderos intereses que precipitaron el enfrentamiento. Y el film omite cualquier mención a tal contexto, licencia esta ciertamente inadmisible que deprecia en buena medida su carácter testimonial.
A modo de balance final: una experiencia recomendable, cuyos déficits de abordaje recién apuntados no desmerecen el esfuerzo y el resultado de ese empeño, para trasladarnos a un tiempo y unos acontecimientos que hacen parte del pasado colectivo. Lástima, reitero, la falta de la referida distancia crítica para situarlos pertinentemente en el proceso histórico del país.
Ficha técnica
TÍtulo original: Fuertes
– Dirección: Óscar Salazar Crespo, Franco Traverso Chueca
– Guion: Óscar Salazar Crespo, Franco Traverso Ch.
– Fotografía: Gustavo Soto, Jorge Abuday
– Montaje: André Blondel
– Diseño: Pilar Groux
– Arte: Serapio Tola, Alejandra Antequera
– Música: Juan Cristóbal Meza
– Vestuario: Melany Zuazo
– Continuidad: Alejo Torrico
– Asistencia de Dirección: Sergio Pinedo
– Casting: Daniela Gandarillas
– Maquillaje: Kantay Melgarejo
– Efectos: Wálter Acho, Jorge Altamirano,
Sandro Alanoca, Marco Antonio Altamirano,
Rubén Apaz, Angelo Valverde,
Jorge Soto, Simón Cura, Miguel Hormazábal
– Producción: Óscar Crespo Eid,
Gualberto Camacho, Osvaldo Tejada,
Óscar Salazar Crespo, Franco Traverso,
Reynaldo Pacheco, Daniel Araníbar
– Post Producción: Mariela Cardozo
– Intérpretes: Christian Martínez, Claudia Arce,
Christian Vásquez, Fernando Arze,
Reynaldo Pacheco, Luigi Antezana, Gori Patiño,
Pedro Grossman, María Teresa Dal Pero,
Fernando Botello, Raúl Gómez, Paloma Delaine
-BOLIVIA/2019