Soy Guillermo Ruiz, hijo y discípulo de Jorge Ruiz, pionero del cine sonoro boliviano. Tengo recuerdos hermosos que pude compartir con mi padre en Bolivia, Perú y Ecuador. Entre estos está Sebastiana Kespi, la actriz de Vuelve Sebastiana, cinta que protagonizó a sus 12 años. La conocí en la década de 1970, cuando vino a buscar a mi padre. Nos sorprendió, yo tendría unos 20  años, estaba emocionado. Se veía saludable y llena de energía, estaba casada con un dirigente de su pueblo.

La recibimos con mucho cariño y mi mamá se esmeró para que se sintiera cómoda, pues se alojó en casa. Le contó a mi padre que su pueblo estaba anegado por una inundación. El río Lauca había embravecido, sus aguas habían arrasado casas y cultivos de quinua. Le dijo a mi papá: “Acudí a ti porque ¿quién más nos conoce aquí?”

Mi padre tomó contacto con algunos amigos. Por aquella época solo existía el canal estatal y Cucho Vargas tenía un programa llamado Enfoques, de mucha audiencia. En el programa mi papá presentó a Sebastiana. Una nueva generación de espectadores vio la cinta y luego mi padre dijo: “Sebastiana volvió, señores”. Me emocionó verlos a los dos; y Sebastiana, con lágrimas, contó el drama que su pueblo estaba pasando.

El canal recibió cientos de llamadas y les dieron ayuda a ella y a su comunidad: una bomba de agua, vituallas y un camión pequeño. En casa, con algunos amigos, con nuestro proyector de 16 mm le proyectamos la película. Era la primera vez que ella la veía. Recuerdo que le dijo a mi papá: “Cuando me filmabas en la película yo no me daba cuenta de lo que pasaba, pensé que me sacabas fotos”.

Reflexioné sobre 1954: ellos no tenían electricidad, no conocían el cine. Un año después la BBC nos encargo unas filmaciones sobre costumbres indígenas y fuimos a filmar la fiesta de Todos Santos en Santa Ana de Chipaya. A mi padre lo recibieron con gran cariño y nos quedamos una semana. Yo estaba en mi etapa de aprendizaje. Sebastiana preparaba cosas muy ricas en base a papa y quinua.

No me canso de ver la película que hizo mi padre con un equipo de gente extraordinario. Tiene trascendencia nacional e internacional, además ganó los primeros premios internacionales de Bolivia. En otras palabras, es inmortal.

Sebastiana venía a La Paz cada cierto tiempo y yo me encargaba de hacerla pasear con su esposo e hijos. En los años 90, las damas orureñas, con Luis Ramiro Beltrán, la homenajearon y le dieron lindos regalos. En 2002 le hicieron un gran homenaje a mi padre en el Festival Iberoamericano de Huelva, en España, y le hicieron una copia en 35 mm de Vuelve Sebastiana. Toda la familia asistió.

En 2005 organizamos con Luis Ramiro Beltrán y la Embajada de España una proyección y un homenaje para mi padre y Sebastiana en el cine 6 de Agosto. Mi papá no podía venir de Cochabamba por su salud, solo vino mi mamá y a Sebastiana la trajo la embajada en un coche desde su comunidad.

Fue el centro de atención, rodeada de diplomáticos, periodistas y cineastas; calculo que asistieron unas 500 personas. En 2012 llegó a La Paz y me pidió que la lleve a Cochabamba con su hija y sus dos nietos: quería ver a mi papá. Ese encuentro estuvo lleno de emoción. Unos meses después mi padre falleció y Sebastiana me dijo que lo quería como a un padre.

El año 2016, la periodista Jackeline Rojas me llamó y me dijo que quería presentar la candidatura de Sebastiana para el Premio Cultural Gunnar Mendoza. Le di todo el material que tenía: fotos, documentos y muchos otros. Conseguimos que le den el reconocimiento: más de 6.000 dólares que le cayeron muy bien. Poco después, el vicepresidente García Linera le entregó una casita en su pueblo.

Sebastiana una vez nos dijo que su único deseo era rescatar su cultura y su idioma. Creo que la niña Chipaya lo ha hecho.