El contexto social y el quehacer musical
La cantautora reflexiona sobre la importancia de las artes como una de las bases para construir la sociedad
Cuál es la importancia del quehacer musical para la sociedad? Las músicas desde su origen siempre tuvieron el objetivo de comunicar y expresar. En principio y hasta el día de hoy, las culturas aborígenes usaron el sonido para comunicarse con la naturaleza y comunicarle también sus necesidades y sus agradecimientos. Entonces la música tenía un uso ritual y ceremonioso que hasta el día de hoy, por suerte, aún muchas culturas aborígenes indígenas hacen que perviva.
Así, el objetivo único era hablar con el corazón mediante el canto, los tambores, los vientos, etc. La música siempre iba acompañada de la danza, nunca sin ella. Unión que se explicó mucho después en un estudio de la National Geographic en el que se verifica que el cerebro inevitablemente imagina cómo se mueve el cuerpo cada vez que escucha música. Ya con el pasar de los años este matrimonio entre música y danza se iría disolviendo y la música pasaría de ser una ceremonia a ser de salón, de teatro, de boliche, de calle, etc. Mutó, involucionó, (con estilos de moda superfluos y adormecedores), exploró, descubrió, sanó, sí, sana también porque no olvidemos que la música más allá de la llamada musicoterapia, (especialidad dentro de la psicología); el sonido, la vibración, las frecuencias, logran repercutir directamente en determinado órgano, centro energético y hasta en el más remoto recuerdo, claro ejemplo se aprecia en el uso de la música en pacientes con Alzheimer.
Considerando entonces todas las facetas que tiene y en las que interviene la música, podemos responder a la pregunta del inicio, con un sí, un sí veraz, contundente, posible y perenne. Pues el arte del quehacer musical y artístico en general, claramente fue, es y será importante, imprescindible dentro y para una sociedad. Claro, siempre y cuando la música sea usada como medio de creatividad y sensibilización, no así como herramienta de manipulación y adormecimiento. Y aquí pertinentemente podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿La música puede transformar a toda una sociedad?
Considerando que la música interviene en lo esencial, lo espiritual por decir algo, del ser humano; en la salud, en la comunicación, en la expresión, en la política y en la educación la respuesta a la pregunta también podría ser un sí. Entonces reconoceríamos que la música es una herramienta poderosa, que puede ser o bien o mal usada para guiar a la sociedad, sea hacia el matadero o hacia el paraíso. Tal como bien ilustra y dice Bertolt Brecht en su frase: “Si la gente quiere ver solo las cosas que puede entender, no tendría que ir al teatro: tendría que ir al baño”.
A mi entender el arte, el quehacer musical, no solo debe complacer al público sino también debe sensibilizarlo; y ahí está el reto, porque entonces el quehacer musical no sólo debería entretener sino también educar, abrir la mente, romper estructuras y hasta protestar. Porque no olvidemos que las grandes guerras y revoluciones fueron acompañadas por solemnes himnos o cantos con letras alegóricas a la noción. Pues la música también puede llevar en alto una bandera, un panfleto, una lucha.
Entonces me pregunto: ¿Será fundamental la enseñanza de artes como: arte sonoro, arte visual, arte escrito y arte corporal en los colegios?
La respuesta de una sociedad sana y creativa sería un sí. Pero muchas veces la respuesta de los gobiernos es un quizá (con suerte) y hasta un no rotundo en contextos políticos dictatoriales, decadentes, represores. Lo cierto es que no es coincidencia que las artes no sean prioridades para los gobiernos, pues imagínense una sociedad llena de artistas y artesanos. ¿Cómo serían esas personas que desde pequeños exploraron su creatividad y sensibilidad? ¿Serían quizás “mejores personas”?, ¿más “sanas”?, ¿con capacidad de vivir en pacífica y libre convivencia? ¿Quizás aprenderían con esa creatividad a prescindir de dinero? ¿Quizás se autogestionarían casi todo, y lo que no, buscarían encontrarlo truequeando o sea, intercambiando con otrx artista o artesanx?, ¿O Cómo sería?, ¿Sería diferente? Yo creo que sí.
Acá se me ocurre nombrar como ejemplo local paceño boliviano a Kathya Salazar, bailarina llamada hoy en día “mamá cebra”, creadora del programa de educación vial Cebras, materializado por jóvenes educadores con formación artística que no solo enseñan de manera amable a la población sobre educación vial, sino también les enseñan —nos enseñan— a sonreír, a saludar, a ser amable, atento con el otro o con la otra. Nos roban sonrisas, nos saludan con alegría, nos distraen del estrés que implica llevar una rutina aburrida y sin color que puede conllevar la cotidianidad y la mecanicidad del trabajo. Entonces me pregunto, si ella, Kathya, una sola artista, pudo lograr mediante su creatividad, sensibilizar con las cebritas a los PumaKataris, a miles de personas, imagínense cómo sería tener más artistas en un Parlamento, en una Asamblea, en una junta de vecinos, en tu familia. Según yo, sería un paraíso. Sería diferente y para mejor.