48 horas antes de la celebración del Día de los Muertos, el sacristán de la iglesia del Cementerio General de La Paz descubrió una nota extraña que se encontraba sobre su escritorio, exactamente al lado de la estatuilla de San Judas Tadeo. Antes de revisar los documentos de rutina, levantó la nota y se puso a leer. Para sorpresa suya, esta se refería a una huelga. Pensando que se trataba de una broma o una nueva arremetida del sindicato de lapideros, la guardó y se la llevó al encargado administrativo para comentarla juntos.

Luego de haberla entregado al funcionario y analizarla una y otra vez, un tanto desconcertados por el contenido, decidieron trasladársela al párroco mayor de la iglesia del Cementerio, que en ese momento se encontraba celebrando una misa de cuerpo presente. Atropellando a la gente y en plena plegaria, la nota fue entregada al párroco asceta, que con ojos llenos de furia y la vena de la sien por estallar, salió hacia su capilla para atender a semejantes inoportunos.

Una vez que estos dieron, balbuceando, pormenores sobre el contenido de la nota, el párroco decidió volver a la celebración y concluirla con una imprevista venia, que dejó absortos, confundidos y más dolidos aún a los dolientes.

El párroco, al leerla y después de persignarse varias veces, decidió llamar directamente al celular del Monseñor, para explicarle el contenido de la nota y los hechos acontecidos en el Cementerio General, que entre los más importantes, insólitamente, se hallaba la subversión de los difuntos con quema de lápidas, jarrones rotos, vidrios y marcos de nichos quebrados, vuelque de santos, decapitación de monumentos y, por si fuera poco, incendio de las principales áreas y de los más vistosos jardines.

Posteriormente, y una vez explicados los preocupantes acontecimientos, con nota en mano y un momentáneo trastorno, Monseñor no tuvo más remedio que llamar al Arzobispo para advertirle de tan extraños y tenebrosos sucesos.

La comitiva partió al Arzobispado para ofrecer las trágicas noticias. Sin más y súbitamente, informado de todo, con la sotana remangada hasta el cuello, las piernas arriba y un desmayo inoportuno, se levantó del suelo al Arzobispo y se lo condujo en andas hasta su dormitorio para que repose, pero principalmente para que se recupere de mayúsculo culebrón, claro está, con la ayuda de una agotable jornada de vigilia y una infinidad de responsos de toda la comitiva (lapidario incluido), con el afán de pedir por la salud de la autoridad.

Horas más tarde, al rayar el alba, se despertó el Arzobispo, alborotado por el disgusto y echando furioso de su aposento a la comitiva que lo había acompañado toda la noche; se remojó la cara en el bañador de fierro, salió de su habitación con voz de mando y con un grito enérgico reunió a los presentes que, tétricos, friolentos a más de hambrientos, esperaban en el silencioso pasillo de aquel oscuro lugar.

Una vez reunidos todos se decidió buscar una estrategia para llevar la información al señor Cardenal, que en ese momento estaba fuera del país en un encuentro con representantes de la Organización Mundial de la Salud. Ubicado este, en base a peripecias inimaginables y persuadidos de lo ocurrido, formalizó una reunión a su llegada que, gracias a Dios, sería en pocas horas.

Más tarde, entre medios de prensa escritos, radio y televisión nacional e internacional, llegó el Cardenal en una vagoneta último modelo que decía: “En venta” y estacionó cerca de la multitud de periodistas y demás curiosos. Adentro esperaba la comitiva que daría la mala venida (contrario a bienvenida) a su santo clérigo, representante del Papa en el país y elegido por Dios en esta tierra sempiterna.

Juntos todos, no como muy hermanos, y miembros la mayoría de una iglesia, en mesa redonda, sin pan ni agua y ahora bajo las órdenes del Cardenal, se dispusieron a buscar una salida honrosa y tranquilizadora para los feligreses, que una vez conocidos los hechos, sufrirían trágicos trastornos, ataques surtidos de variada índole y seguramente suicidios en serie, como efecto dominó.

El resultado de la estrategia fue hacer caso a los mandamientos que el Altísimo dejó como doctrina moral y llamar a una conferencia de prensa para decir la verdad y difundir la nota íntegra, junto con el pliego petitorio que los difuntos firmaban al pie de la misma.

A las 11.00, la sala de la Conferencia Episcopal de Bolivia estaba lista para el encuentro con la prensa que, aparte de periodistas, tenía entre los asistentes a miembros del Gobierno central, representantes de la oposición, organizaciones sociales, federaciones, juntas de vecinos y algunos personeros de embajadas que trabajan en territorio boliviano.

A las 11.30, el Cardenal, junto al Arzobispo y al Monseñor (la élite clerical del país), sentados en cómodos sillones, se disponían a la tarea de hacer conocer a la población la misteriosa nota con el adjunto pliego petitorio. Después de un silencio sepulcral, el responsable de leer la misma, con un saludo no muy efusivo, se dispuso a detallar el contenido de esta, que en sencillo texto rezaba:

“A la población en general:

“La Asociación de Difuntos del Cementerio General de la ciudad de La Paz, (Verdaderos genuinos hijos del más allá), reunidos en asamblea, sobre la lápida de nuestro expresidente, el que en vida fue don Melchor de Albornoz, analizamos y discutimos los problemas inherentes a nuestro gremio, y como resultado sacamos nuestro voto resolutivo, que a la letra dice:

“Ante la apatía y el nomeimportismo de la sociedad y sus autoridades (que en cualquier momento van a pasar a ser miembros de nuestra Asociación), les pedimos que no se hagan a los vivos y trabajen por el bien de nuestras tradiciones, que están enraizadas en el alma del pueblo.

“Por lo tanto, molestamente tenemos por objeto informar a la población, en general, que, dada la intromisión de prácticas ajenas y alienantes como es la ahora famosa fiesta anglosajona de Halloween, que cada año atrae a más adeptos y atenta contra la vigencia de costumbres nacionales (principalmente la celebración del Día de los Difuntos), este año todos los muertos de este lugar hemos decidido instalar un piquete de huelga que impediría la llegada a nuestros hogares el día 2 de noviembre, fecha en que se nos recuerda.

“A la presente se adjunta nuestro pliego petitorio que viabilizaría el levantamiento del referido piquete, otorgando un plazo límite de vencimiento de 12 horas antes del mediodía (hora en que llegan las almas) del 1 de noviembre.

“Pliego petitorio de los difuntos

“A consecuencia de los atropellos en que se incurren al realizar otro tipo de prácticas apartadas de la fe católica y en pro del buen desenvolvimiento de nuestra llegada, a continuación hacemos conocer nuestras peticiones:

“1. Se suspenden todas las fiestas y recorridos por la ciudad con disfraces alegóricos a monstruos y similares.

“2. Se prohíbe la visita de niños con sus padres a casas particulares para reclamar golosinas y demás chamuñas.

“3. Se prohíbe el comercio de disfraces y elementos que coadyuven a la propagación de dicha fiesta.

“4. Se prohíbe la venta de huevos entre las fechas 1, 2 y 3 de noviembre (a no ser que sean para la elaboración de t’antawawas).

“5. Se prohíbe las propagandas en radio y televisión incitando a la participación en la fiesta de Halloween.

“6. Se prohíbe la venta de calabazas tanto en su forma natural como en otros materiales.

“7. Se prohíbe la venta de gatos, búhos, sapos, vampiros, etc., ya que estimulan el miedo y refuerzan las costumbres de esa fiesta.

“8. Se prohíbe categóricamente las expresiones ‘Trato o Truco’, ya que enriquecen la identidad de esta fiesta.

“9. Está prohibida la reunión de viejas brujas o de jóvenes brujas montadas en sus escobas o a pie, dado que también pueden recurrir a sus hechizos y empeorar el conflicto.

“10. Dado que uno de los principales símbolos de esta fiesta es el gato negro, se pide a los dueños de estos pasarles una mano de pintura blanca para confundirlos con zorrinos y evitar la confiscación de los mismos.

“11. Por razones estrictamente de alimentación y confraternidad se exige que este año (si se da solución al conflicto) las t’antawawas incrementen su tamaño a un metro las más pequeñas, ya que existen difuntos que no reciben nada y hay que repartirse las ofrendas entre todos.

“Medidas de presión. En caso de no ser atendidos nos veremos obligados a tomar las siguientes medidas:

“-Los afiliados saldremos en bloques por las calles de la ciudad para hacer asustar a los vecinos con nuestros cánticos previamente ensayados.

“-Bloquearemos el ingreso de nuevos socios a nuestro campo santo.

“-A través de nuestra Responsable de Permisos Fantasmales, no escatimaremos esfuerzos para mandar a nuestros mejores fantasmas y quitar el sueño de los que nos lo quitan a nosotros.

“-Ninguno de nuestros socios será parte de los festejos del 1 y 2 de noviembre, aunque preparen tumbas con flores, escaleras, caballos, t’antawawas y los mejores platos posibles.

“Al pie de la misma firman: Don Melchor de Albornoz, presidente de la Asociación de Difuntos del Cementerio General de Nuestra Señora de La Paz / Profesor Ricardo Arratia, vicepresidente /Nicanor González, secretario General / Prudencio Villalpando, secretario de Relaciones con Arcángeles y Almas Mayores/ Mario Alborta, secretario de Deportes/ Aniceto Max Paredes, secretario de Visitas Terrenales/ Teresa Oviedo vda. de Gandarillas, secretaria de Permisos Fantasmales/ Compadre Carlos Palenque, Vocal 1 / Don Franz Tamayo, Vocal 2/ Ramiro Castillo, Vocal 3.

“También firman: Exalumnos del Colegio San Agustín promoción 1932, Exalumnos del Colegio Don Bosco promoción 1952, Exalumnas del Colegio Sagrados Corazones (1960), Asociación de Transportistas 1º de Mayo, Mártires de la Calle Harrington, Mausoleo de los Ilustres, Beneméritos de la Guerra del Pacífico, Beneméritos de la Guerra del Acre, Beneméritos de la Guerra del Chaco, Hermanas voluntarias de la Cruz Roja Boliviana 1920, Don Jaime Sáenz, José Luis Tejada Sorzano, Don Pedro Domingo Murillo, Camaradas de la Falange Socialista Boliviana (filial La Paz), Exesposas de Policías Virgen del Carmen (promoción 1937), Familia Ordóñez Lizárraga, Familia Quispe Mamani, Asociación de Cachascanistas del barrio de San Pedro, Damas del Club de Leones, Asociación de Comerciantes del Mercado Uyustus (1962), Asociación de Comerciantes Mayoristas de la Hoja de Coca (1945), Asociación Cultural de Músicos Mariachis (1990), Asociación de Payasitos y Artistas Callejeros (1997), Asociación de Peluqueros y Manicuristas (1999)”. Y una lista interminable de interfectos.

Una vez concluida la lectura, el señor Cardenal no dio lugar a preguntas e inmediatamente los tres ungidos se retiraron en medio de murmullos y susurros desconcertadores. En ese instante el reloj marcaba las 21.00 del 1 de noviembre, solo faltaban unas  horas para el traspaso de día y la fatal ausencia de las recordadas almas que por motivos expresados y bien definidos no llegarían a visitar a sus seres dilectos que aún permanecen en el mundo terrenal. 

1 de noviembre

Con el sol sobre las cabezas de una multitud de personas que transitan por la ciudad y bajo un cielo bien azul comenzaron los trágicos desenlaces pronosticados por la fatal noticia. Los primeros fueron de orden individual, entre estos, un sinfín y variado cóctel de trastornos psicológicos, depresiones y uno que otro suicidio. Posterior a estos, los segundos fueron de orden social con la organización y movilizaciones de diferentes sectores sociales, donde destacaban los gremialistas.

Es así que, pasadas las primeras perturbaciones, las vanguardistas vendedoras de helados de canela de la Plaza del Heladero, las fruteras de los diferentes mercados de la ciudad, la Asociación de Panificadores y sus miles de afiliados, la Asociación de Vendedores Minoristas y Mayoristas de Cerveza, la Asociación de Cantantes del Cementerio, los lapideros (con un representante en la comitiva principal), la Asociación de Mendigos y Ramas Anexas, las vendedoras de hoja de coca, pasancallas, fideos dulces, globos, refresqueras, dulceras y demás chamuñas, la Asociación de Chifleras de la calle Linares, y hasta la asociación de delincuentes, auteros, monrreros y descuidistas, dispusieron reunirse inmediatamente para tomar acciones y poner solución al aludido culebrón.

A través de representantes de las distintas asociaciones se solicitó hacer un ampliado en la cancha El Tejar para establecer las medidas correspondientes. La determinación del mismo fue tomar las calles de la ciudad y desplazarse hacia el sur, al encuentro con los principales propagadores de la infame fiesta para amedrentar y rechazar su actividad.

Al momento, la multitud enardecida acompañada por los mismos muertos, con pancarta rojo vivo, que en letras mayúsculas rezaba “EN PRO DE NUESTRA IDENTIDAD Y TRADICIONES–¡QUE VIVAN LOS MUERTOS CARAJO!”, tomó la calle Baptista para bajar por la Garita de Lima hasta la altura de la Max Paredes, proseguir camino a la plaza Eguino, luego la troncal hasta la Mariscal Santa Cruz, la 6 de Agosto, San Jorge, Obrajes y por último, el destino final, la calle 21 de Calacoto, donde se encontrarían con los y las dizque culpables de lo acontecido.

Sin embargo, en territorio Sur se encontraban fieles de Halloween, que informados de la situación esperaban con bastante determinación a sus amargados antípodas. Entre estos fieles se encontraba una infinidad de Frankensteins, cientos de vampiros, varias Morticias, cualquier cantidad de Freddy Kruegers de todos los tamaños y todas las edades, un centenar de Chuckys (no los hermanos de Sucre, sino buenas representaciones del muñeco diabólico), bastantes Hannibals, Samaras del Aro 1 y 2 y un sinfín de doctores Lecter, todos esperando ansiosamente intimidar a los marchistas en pleno corazón del Sur.

Los marchistas enloquecidos se acercaban cada vez más a su objetivo. En el recorrido se les unían personas que estaban de acuerdo con la consigna de “abolir la fiesta de Halloween”, y entre voces y gritos, la muchedumbre difundía el conocido cántico: “Ahí están/ellos son/los que joden/la nación.

La disposición para la contienda estaba dada. Los dos grupos se habían encontrado en medio de alaridos bajo un sol tan candente como los ánimos de ese momento. Curiosos, desde sus ventanas, daban el ambiente cabal para el inicio del trágico desenlace; el mágico Illimani era el custodio del suceso.

Luego, desde algún lugar lejano, se escuchó poderosamente una voz, informando que eran ya las 12.00 del mediodía. En ese instante, el cielo ennegreció, la tierra comenzó a temblar, del fondo de ésta emergió humo color violeta, las calles se impregnaron con olor a incienso, a copal, a palo santo, a k’oa; las campanas de la iglesia retumbaron y, cual arcángeles, del cielo bajaron mil siluetas azules para confundirse con la gran muchedumbre. Los muertos, pese a su determinación, habían decido llegar a visitar a sus seres más queridos. El cielo tomó color. 

El desconcierto era general, vivos y muertos se confundían entre empujones, apretones, gritos, llantos y abrazos, todos en busca de sus seres queridos. La alegría desbordaba. De las calles aledañas salían innumerables bandas musicales; la Imperial, la Súper Explosión, la Poopó, la Proyección Murillo. Polleras multicolores se mezclaban con los ternos tornasol de fieles morenos muertos, la multitud abría espacio para ver a los millones de danzarines. Las trompetas y los platillos resplandecían, tambores y redobles daban la introducción a la mejor morenada de los muertos, que a viva voz cantaban el estribillo:

He dejado este mundo/ ahora ya no habito aquí/ lo que más recuerdo/ es la morenada sin igual/ (Sin llorar, sin llorar).

Así, Freddy Krueger bailaba con la presidenta de las heladeras de canela, Chucky abrazaba a la vendedora más antigua de t’antawawas, los difuntos hacían túnel agarrados de las manos para que pasen las pasancalleras y fruteras, Frankenstein hacia bromas con los lustrabotas, se comenzaron a repartir anticuchos, ponches, cerveza, manzanas dulces, hoja de coca, y así, entre humo y alegría, una vez más se celebraba el Día de los Difuntos en nuestra Señora de La Paz.