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Gabriel Mamani: ‘La velocidad es la enemiga número uno de la literatura’

En vez de darle lugar a la prisa, el escritor paceño Gabriel Mamani Magne decidió hace un par de años cambiar su método creativo y tomarse el tiempo para oír las palabras y escuchar qué tono le susurraba cada historia. Su obra Seúl, Sao Paulo —ganadora del Premio Nacional de Novela 2019— es el resultado de esta manera nueva de escribir, donde las voces narran con tonos adolescentes, latinoamericanos y migrantes. La narrativa predomina en su escritura que ha ganado ya varios galardones, entre ellos el Premio Nacional de Literatura Infantil (2012), con su primera novela —Tan cerca de la luna— y el primer lugar en el Concurso Municipal de Literatura Franz Tamayo 2018, en la categoría de cuento, con Por ahora soy el invierno.

—¿De qué trata su novela?

—Siempre es difícil resumir algo de más de 150 páginas, pero voy a intentarlo. Seúl, Sao Paulo es una novela sobre adolescencia, deseo y migración. Trata de dos personajes, uno alteño y otro brasileño, descendiente de esa generación de bolivianos que se fueron a trabajar en talleres de costura. Son adolescentes, primos y están haciendo el servicio premilitar.

Están en una etapa de descubrimiento. El coprotagonista, que se llama Tayson, es nuevo en el país y junto a su primo se da cuenta de qué implica el lugar de su descendencia, su color de piel y descubre el lugar que se le asigna en la sociedad por esas características. También comienzan a pensar en su futuro, noción que a su edad ya no es tan lejana.

—¿Por qué decidió titularla ‘Seúl, Sao Paulo’?

—Sao Paulo porque el tema de la migración está muy presente. En el medio familiar de ambos personajes cruzar fronteras es muy común. Tienen tíos en Argentina, Chile y, claro, en Brasil. La experiencia de desterritorialización es intensa en sus vidas. Es un desplazamiento que no es necesariamente placentero: como mucha gente, salen de Bolivia y no para hacer turismo. Bolivia es un país que genera migrantes, de alguna manera expulsa a su gente. Es una de las naciones que más mano de obra provee en Sudamérica. En cuanto a Seúl, prefiero no adelantar mucho. Quiero que los lectores lo vayan descubriendo a medida que lean el texto, es una pequeña tarea.

—¿Cómo fue el proceso de escritura de su novela?

—La empecé a escribir en 2016. Surgió mientras vivía en Rio de Janeiro y hacía una maestría allá. Todo empezó con una visita a Sao Paulo, la ciudad con más bolivianos en Brasil. Fue una experiencia muy fuerte porque mientras caminaba me encontraba con muchos bolivianos. Estaba caminando por la avenida Paulista y me topé con uno vendiendo shorts. Fui al zoológico y vi a un señor con la polera del tigre, mientras su hijo tenía una del Corintians. Luego fui a Brás, un barrio donde se asienta gran parte de la colonia boliviana. Vas y parece un pedazo de El Alto o de la Garita de Lima incrustado en Brasil. Tanto por la comida— donde se podía encontrar pollo frito, ispis o sajta— como por las características de la gente, piel morena, ojos rasgados y cabello liso. Me sorprendió cómo los bolivianos se habían apropiado del lugar hasta tal punto que parecía un satélite,sucursal, embajada de la cultura popular boliviana.

Con esa experiencia comencé a escribir. Al principio lo pensé como cuento, pero se fue transformando, extendiendo, hasta que llegó a ser novela. La continué cuando llegué a Bolivia y la trabajé de a poco. Me gusta ir por párrafos, con dos al día soy feliz, porque soy minucioso con el sonido de las palabras.

—¿Qué implica su atención a la sonoridad del lenguaje?

—Busco que el tono de lo que estoy escribiendo represente lo que quiero contar y lo que estoy sintiendo. Hay historias que te susurran determinado tono, que llevan a que el texto sea novela, cuento o crónica. En este caso, el tono de la historia era más confesional, en primera persona. Me interesaba que el sonido fuera ameno para el lector. Hay que tomar en cuenta que es una novela sobre adolescentes, entonces tenía que existir fluidez. Además, tenía muchos elementos que quería condensar. En el libro— como dijo el jurado—hay mucho humor. Hay un tono de confesión, pero también rabia. Condensar todo eso fue difícil. E intentar escribir rápido iba a ser contraproducente.

—¿Qué significa el premio para su carrera?

—Es una verdadera alegría, un nuevo impulso y confirma lo que pensaba. Desde hace unos años decidí darle un nuevo rumbo a mi carrera. Quería ser más metódico y abandonar las prisas. Uno de los errores de los jóvenes escritores, entre los que yo estoy incluido, es dejar que la emoción y las ansias de ser escritor te abrumen. Viéndolo en retrospectiva, todo ha sido muy rápido y la velocidad es la enemiga número uno de la literatura. No creo en la necesidad de hacer todo rápido y este reconocimiento confirma que tal vez ese camino no es el equivocado. El premio nacional de novela, no voy a negarlo, es muy importante en Bolivia y eso me llena de mucha satisfacción, pero también me obliga a intentar mejorar. Un premio implica, además de 15 minutos de fama y la publicación, el dinero necesario para darle centralidad a la literatura en tu vida, lugar que se merece.

Perfil

Nombre: Bryan Gabriel Mamani Magne

Nació: En 1988, en La Paz.

Creador

El narrador de cuentos, novelas y crónicas comenzó a publicar sus escritos a sus 22 años. Se formó como abogado, profesión que no ejerce, en la Universidad Mayor de San Andrés y cursó una maestría en Literatura Comparada en Brasil.