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Michela Pentimalli: El valor de la memoria

Si Michaela Pentimalli creyera en el destino, diría que éste fraguó a su favor. La gestora cultural, historiadora, curadora y educadora italiana llegó al país hace 40 años, tras casarse con un boliviano. Hace 19 años, cuando vivía en Cochabamba, donde daba clases en la Universidad Católica Boliviana, se cerró la Carrera de Ciencias de la Educación y se quedó sin trabajo. Una amiga le comentó que había salido una convocatoria en el periódico, pero no lo halló. Otra le contó que había llegado la delegada de la Fundación Simón I. Patiño —institución creada en 1931 por el industrial boliviano para contribuir al progreso moral e intelectual de las nuevas generaciones, y que hoy tiene sedes en La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y Ginebra (Suiza)— y que podía presentar su currículum.

“El director de Ginebra conocía mi trabajo, vio una exposición que yo había curado, me concedieron una entrevista y me tomaron para dirigir el Espacio Patiño de La Paz. Fue una serie de coincidencias”, recuerda con una sonrisa. Casi dos décadas después, en enero de 2020, dejará este centro cultural y retornará a Italia.La Paz la recibió con sus montañas, su clima y sus sabores —ama el chairo, la fritanga y el anticucho—. Los desafíos eran grandes, e incluían despedir a la secretaria y a un auxiliar. “Fue terrible para mí. Me quedé con la asistencia de María Tapia y un auxiliar.

Poco a poco fuimos creciendo: se abrió el Centro de Documentación en Artes y Literaturas Latinoamericanas (CEDOAL), con los años, el Centro del Cómic y la Animación (CCA), el Centro de Acción Pedagógica (CAP) y crecimos tanto que no entrábamos en la sede del edificio Guayaquil. Entonces presenté el proyecto de la construcción de un nuevo edificio y la fundación entendió la necesidad de tener en La Paz un centro cultural de envergadura”, relata mientras recorre un pasillo del centro inaugurado en noviembre de 2018— donde se luce un retrato del arquitecto Juan Carlos Calderón, quien proyectó la estructura y falleció antes de ver concluida la obra.

El principio fue difícil, pues además de desempeñarse en su área de confort, debía administrar la institución. Pero las dificultades empezaron a disiparse cuando pudo cumplir varios sueños: “Conocer en persona a literatos, músicos, artistas a los que admiraba: César Brie, El Papirri, Maritza Wilde… Poder concertar actividades con ellos ha sido maravilloso, tuvimos experiencias humanas únicas”.

Es al legado de los artistas y pedagogos que el Espacio Simón I. Patiño le dio un merecido lugar preferencial. “Mi primera formación es de profesora y la segunda de historiadora, así que venía natural la inquietud por preservar la memoria y hacer estos homenajes en vida”. La idea de preservar la memoria no solo quedó en un archivo, sino en un esfuerzo para promover la investigación en las diferentes áreas culturales y educativas.

“Empezamos con la biblioteca. Con los años hemos recibido donaciones maravillosas, como los tomos de poesía de Rubén Vargas y hemos ampliado con el centro de información con música boliviana y una colección de vinilos”. Se resguardan también libros donados por Pedro Querejazu, Alfredo La Placa y otros. Nuevos públicos también llegaron. Comenzaron con 12 actividades al año y crecieron hasta marcar agenda semanal propia. Niños, jóvenes y público del área periurbana de La Paz y El Alto frecuentan el edificio ubicado en la Av. Ecuador, además de investigadores especializados.

¿Y por qué se va? “He llegado a un momento en que quiero volver a Italia, donde tengo dos hijas y una nieta. No todo es trabajar. Eso sí, dejo parte de mi corazón: un hijo y dos nietos. Aquí me he sentido plenamente realizada como profesional, he podido cumplir sueños, no podría pedir más”.

Ya empezaron las despedidas. “Extrañaré pasear por Sopocachi, por el Montículo, viajar en teleférico. Cuando llegué hubo un choque de culturas, pero logré adaptarme”. Piensa un momento y agrega: “Lo que me golpeó mucho fue la discriminación y tengo que decir, con mucho dolor, que ahora que me estoy yendo, después de lo que ha pasado con el país, que sigue habiendo racismo y discriminación. Espero que en algún momento, con la educación, se logre superar esto”.

Michela deja Bolivia, pero eventualmente volverá. Su amor por esta tierra es tan grande que ya teje nuevos proyectos para desarrollar en el país.