Cuerpos y estéticas del conflicto
La Pesada Subversiva lanzó en Santa Cruz una pasarela para resignificar el vestir.
La sociedad heterosexual, patriarcal y capitalista percibe el cuerpo como un ente unidimensional, como un campo de concentración regido por normas de género e identitarias que desmedran nuestras libertades somatopolíticas. Esto se materializa en cientos de espacios sociales que aseguran la permanencia de la opresión: semanas de la moda, pasarelas, programas de confección, escuelas de costura, carreras de diseño, desfiles anuales, marcas de ropa, etc.
En un intento por confrontar esa realidad La Pesada Subversiva, la única colectiva disidente sexual y transfeminista en Santa Cruz, se propone desmenuzar la carga normativa que arrastran nuestros cuerpos a través de su apariencia y su representación por medio de lo que vestimos, lo que portamos y utilizamos en el día a día.
Este no es un “emprendimiento” de ropa y diseño. No nos interesa mercantilizar nuestros cuerpos disidentes y entregárselos al mercado neoliberal y tampoco somos “diseñadoras de moda”, no estamos de acuerdo con que la creatividad deba reglamentarse con las tendencias de clase, raza e identidad que sirven de base para reforzar estereotipos y privilegios de las élites clasistas y racistas que hegemonizan la confección y la elaboración de ropa. Creemos que el circuito de moda convencional es un espacio de reafirmación del binarismo sexual para confeccionar prendas solo para hombres y mujeres, no hay lugar alguno para aquellos cuerpos, estéticas e identidades que viven por fuera de la heterosociedad. ¿Dónde quedan esos cuerpos gordos, trans, afeminados, andróginos, cuir, indígenas, afros, etc.?
Son cuerpos que no venden y por lo tanto habitan el descarte. La masculinidad y la feminidad corporal siguen siendo la hegemonía. Los cuerpos subalternos, disidentes, que conciben otras formas de pensar, mirar y materializar la anatomía sexoafectiva en sus usos, estéticas y representaciones siguen siendo vulnerables al rechazo, la exclusión y la violencia.
Lo que nos interesa es producir, reinventar y decodificar otras estéticas y llevarlas hacia un lugar de multiplicidad y pluralismo corporal; nos interesa romper las fronteras del cuerpo en relación con la ropa, sus tallas y sus medidas opresivas, dejar de pensar sus tonalidades y colores en función al género y el material de estampados en función del bolsillo, nos interesa dejar de pensar la masculinidad y la feminidad como verdades anatómicas y visuales.
La dinámica que hemos encontrado para esta iniciativa de Moda, vestimenta e indumentaria disidente es tomar prendas de la mercadería popular (sea ropa usada o nacional, indumentarias punk, máscaras folklóricas u otras) y redefinir su discurso estético y el uso político de las prendas. Lejos de las tiranías patriarcales que mecanizan y mantienen un devenir corporal único e inalterable. Hoy nos atrevemos a plantear la producción de otras cuerpas y otras estéticas que transgredan los límites y las leyes heterosociales. Creemos que las prácticas transfeministas y sexo-disidentes son prácticas de reinvención del cuerpo y su territorio de existencia, por eso tomamos la ropa como herramienta discursiva, dando vía libre a la manifestación de los cuerpos que se sublevan al orden patriarcal, heteronormativo, blanco y heterosexual.
Intentamos pensar en la estética como una tecnología corporal crítica. Intentamos pensar en que la moda, la ropa y las indumentarias disidentes pueden usarse como instrumentos de inscripción de nuevas lógicas sexuales, eróticas, políticas, culturales y sociales para intervenir sobre uno mismo y sobre otros sujetos subalternos; pensar en otras formas de subjetivación de la realidad, otras formas de relacionamiento con los otros, otras estructuras de solidez somática, otras percepciones de la belleza y la fealdad, otras prácticas que no produzcan ni reproduzcan la violencia, el control ni el dominio sobre nuestros cuerpos.
Es clave comprender que, cuando cambiamos el color de nuestro pelo para darle una tonalidad de fantasía; cuando nuestro peinado excede los cánones de la administración identitaria; cuando una prenda destinada a reafirmar las nociones normativas sobre ser hombre o mujer no cumple esa función; cuando losaretes, anillos y brazaletes reconfiguran la apariencia de la formalidad y sucumben a lo prohibido, lo raro y lo grotesco; cuando las tallas gordofóbicas no pueden atrapar el desborde de las carnes insurrectas o cuando la condición biológica no coincide con los requisitos estéticos de la sociedad heterosexual y binaria, no estamos hablando solamente de procesos de inconformidad e irreverencia, estamos hablando de cuerpos en proceso de manifestación, conflicto y liberación.
Nuestras pancartas, pañoletas y máscaras, nuestros estampados, accesorios y mensajes, nuestras indumentarias en general, funcionan como armadura de resistencia contra el sistema patriarcal. Nos oponemos a seguir las normas y el control sobre la estética, la medida, el grosor, el olor y la apariencia de nuestras anatomías, por eso tomamos la moda como un acto de desobediencia revolucionaria. Aquí queda claro que, si el cuerpo es el territorio en que se intersectan todas las cuestiones de lo político, entonces es en su estética y su representación sobre la cual vamos a empezar a disputarle nuestra soberanía al régimen patriarcal. Por eso nos rebelamos al contexto tremendamente normativo en el que hemos aprendido a vestirnos y a diferenciar las taxonomías del sexo, el género, la clase y la raza; por eso nos atrevemos a producir otra utopía para revestir, desvestir, reescribir y redimensionar nuestras subjetividades, causas y luchas, y de esa manera pensar en que un levantamiento transfeminista y disidente sexual puede ser posible. Nuestros cuerpos ya no se amoldan ni se ajustan a la tela, sino que la tela se ajusta a nuestros cuerpos, deseos y múltiples identidades.