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Cuerpos y estéticas del conflicto

La Pesada Subversiva lanzó en Santa Cruz una pasarela para resignificar el vestir.

/ 11 de marzo de 2020 / 10:18

La sociedad heterosexual, patriarcal y capitalista percibe el cuerpo como un ente unidimensional, como un campo de concentración regido por normas de género e identitarias que desmedran nuestras libertades somatopolíticas. Esto se materializa en cientos de espacios sociales que aseguran la permanencia de la opresión: semanas de la moda, pasarelas, programas de confección, escuelas de costura, carreras de diseño, desfiles anuales, marcas de ropa, etc.

En un intento por confrontar esa realidad La Pesada Subversiva, la única colectiva disidente sexual y transfeminista en Santa Cruz, se propone desmenuzar la carga normativa que arrastran nuestros cuerpos a través de su apariencia y su representación por medio de lo que vestimos, lo que portamos y utilizamos en el día a día.

Este no es un “emprendimiento” de ropa y diseño. No nos interesa mercantilizar nuestros cuerpos disidentes y entregárselos al mercado neoliberal y tampoco somos “diseñadoras de moda”, no estamos de acuerdo con que la creatividad deba reglamentarse con las tendencias de clase, raza e identidad que sirven de base para reforzar estereotipos y privilegios de las élites clasistas y racistas que hegemonizan la confección y la elaboración de ropa. Creemos que el circuito de moda convencional es un espacio de reafirmación del binarismo sexual para confeccionar prendas solo para hombres y mujeres, no hay lugar alguno para aquellos cuerpos, estéticas e identidades que viven por fuera de la heterosociedad. ¿Dónde quedan esos cuerpos gordos, trans, afeminados, andróginos, cuir, indígenas, afros, etc.?

Son cuerpos que no venden y por lo tanto habitan el descarte. La masculinidad y la feminidad corporal siguen siendo la hegemonía. Los cuerpos subalternos, disidentes, que conciben otras formas de pensar, mirar y materializar la anatomía sexoafectiva en sus usos, estéticas y representaciones siguen siendo vulnerables al rechazo, la exclusión y la violencia.

Lo que nos interesa es producir, reinventar y decodificar otras estéticas y llevarlas hacia un lugar de multiplicidad y pluralismo corporal; nos interesa romper las fronteras del cuerpo en relación con la ropa, sus tallas y sus medidas opresivas, dejar de pensar sus tonalidades y colores en función al género y el material de estampados en función del bolsillo, nos interesa dejar de pensar la masculinidad y la feminidad como verdades anatómicas y visuales.

La dinámica que hemos encontrado para esta iniciativa de Moda, vestimenta e indumentaria disidente es tomar prendas de la mercadería popular (sea ropa usada o nacional, indumentarias punk, máscaras folklóricas u otras) y redefinir su discurso estético y el uso político de las prendas. Lejos de las tiranías patriarcales que mecanizan y mantienen un devenir corporal único e inalterable. Hoy nos atrevemos a plantear la producción de otras cuerpas y otras estéticas que transgredan los límites y las leyes heterosociales. Creemos que las prácticas transfeministas y sexo-disidentes son prácticas de reinvención del cuerpo y su territorio de existencia, por eso tomamos la ropa como herramienta discursiva, dando vía libre a la manifestación de los cuerpos que se sublevan al orden patriarcal, heteronormativo, blanco y heterosexual.

Intentamos pensar en la estética como una tecnología corporal crítica. Intentamos pensar en que la moda, la ropa y las indumentarias disidentes pueden usarse como instrumentos de inscripción de nuevas lógicas sexuales, eróticas, políticas, culturales y sociales para intervenir sobre uno mismo y sobre otros sujetos subalternos; pensar en otras formas de subjetivación de la realidad, otras formas de relacionamiento con los otros, otras estructuras de solidez somática, otras percepciones de la belleza y la fealdad, otras prácticas que no produzcan ni reproduzcan la violencia, el control ni el dominio sobre nuestros cuerpos.

Es clave comprender que, cuando cambiamos el color de nuestro pelo para darle una tonalidad de fantasía; cuando nuestro peinado excede los cánones de la administración identitaria; cuando una prenda destinada a reafirmar las nociones normativas sobre ser hombre o mujer no cumple esa función; cuando losaretes, anillos y brazaletes reconfiguran la apariencia de la formalidad y sucumben a lo prohibido, lo raro y lo grotesco; cuando las tallas gordofóbicas no pueden atrapar el desborde de las carnes insurrectas o cuando la condición biológica no coincide con los requisitos estéticos de la sociedad heterosexual y binaria, no estamos hablando solamente de procesos de inconformidad e irreverencia, estamos hablando de cuerpos en proceso de manifestación, conflicto y liberación.

Nuestras pancartas, pañoletas y máscaras, nuestros estampados, accesorios y mensajes, nuestras indumentarias en general, funcionan como armadura de resistencia contra el sistema patriarcal. Nos oponemos a seguir las normas y el control sobre la estética, la medida, el grosor, el olor y la apariencia de nuestras anatomías, por eso tomamos la moda como un acto de desobediencia revolucionaria. Aquí queda claro que, si el cuerpo es el territorio en que se intersectan todas las cuestiones de lo político, entonces es en su estética y su representación sobre la cual vamos a empezar a disputarle nuestra soberanía al régimen patriarcal. Por eso nos rebelamos al contexto tremendamente normativo en el que hemos aprendido a vestirnos y a diferenciar las taxonomías del sexo, el género, la clase y la raza; por eso nos atrevemos a producir otra utopía para revestir, desvestir, reescribir y redimensionar nuestras subjetividades, causas y luchas, y de esa manera pensar en que un levantamiento transfeminista y disidente sexual puede ser posible. Nuestros cuerpos ya no se amoldan ni se ajustan a la tela, sino que la tela se ajusta a nuestros cuerpos, deseos y múltiples identidades.

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Colectiva transfeminista y disidente sexual para soñar una revolución

Christian Egüez, marica y marginal, escribe sobre la colectiva transfeminista desde la que se actúa con el arte.

/ 19 de junio de 2019 / 10:13

La Pesada Subversiva es la primera colectiva transfeminista y disidente sexual de Bolivia, es un espacio de convergencia colectiva entre aquellas identidades disidentes que no entran en los marcos conceptuales de la convencionalidad del género, la sexualidad y la corporalidad. Es una propuesta feminista construida desde las transgresiones identitarias y corporales, la mariconada, las inadaptadas, lo no binario, el travestismo contemporáneo y la pluralidad trans. Luchamos y resistimos desde el arte, la intervención callejera y la provocación estética.

Hemos fundado la primera colectiva transfeminista de Bolivia para soñar con una pequeña revolución donde tengan cabida aquellas personas que se sienten inadaptadas en la fauna heterosocial y que están dispuestas a inventar una realidad alternativa desde las artes visuales, estéticas y corporales. Soñamos con un mercado popular en crisis donde no existan verdades anatómicas rígidas y absolutas, donde la identidad no sea una cosa dada una vez y para siempre, e incluso el cuerpo —como materia de carne y huesos y como subjetividad política— no sea lo único que nos defina por completo. Queremos una liga travesti y marica que intervenga el espacio público y genere conocimientos disidentes, revolucionarios y explosivos para la moral y las buenas costumbres. Queremos demostrar que desde la sexualidad todavía se puede incomodar al sistema.

Este tipo de activismo llega en un momento en el que el feminismo en Santa Cruz se va extendiendo en diversos sectores en los que antes era muy difícil verlo. El #8M (ocho de marzo) fue una manifestación masiva y contundente, la marcha empezó en la Plaza del Estudiante y culminó con una gran concentración en la plaza 24 de Septiembre. La agenda que convocaba a manifestarse rompía sus propios límites y se hizo eco más allá de las necesidades de las mujeres trabajadoras.

De esa manera se recordaron y reivindicaron las consignas más tradicionales del movimiento feminista: el aporte de las mujeres en el campo laboral, el reconocimiento del trabajo doméstico, el respeto a las diversidades trans y lésbicas, el cese del extractivismo, el reconocimiento del trabajo sexual, la despenalización del aborto y el valor de los pueblos indígenas. El repudio a la violencia machista y la impunidad en casos de feminicidio y transfeminicidios siguen siendo —por obvias razones— lo que más voces y desborde concentran.

El escenario fue por demás emocionante; mujeres, jóvenes, viejas, estudiantes, universitarias, maricas, trans, indígenas, población afro, campesinas y demás, en un mismo espacio de militancia. Todo este fenómeno no podría haberse dado sin el trabajo de las antecesoras, organizaciones y colectivos feministas que vienen luchando desde hace décadas. Su esfuerzo y valentía propicia hoy un movimiento capaz de reaccionar ante la urgencia y construir estrategias de resistencia colectiva contra la impunidad patriarcal.

En ese sentido La Pesada Subversiva viene a ser una estrategia de politización del espectro marica en Bolivia. Nuestra propuesta se construye desde la disidencia sexual, esas formas de existencia que no entran en las definiciones sociales, identitarias y culturales vigentes en nuestro cotidiano. Las disidentes sexuales somos una narración imperfecta de una historia que aún no comienza, que no busca encajar en moldes y nos reivindicamos como diferentes porque la diferencia es la única democracia que consideramos válida para poder habitar este mundo.

Muchas veces las activistas del sexo y la sexualidad, de los feminismos y las reivindicaciones identitarias, y quienes venimos produciendo y reproduciendo ideas y discursos de resistencia colectiva, hemos planteado que el primer territorio de lucha y desobediencia es el entorno social más cercano, la familia. El desacato al padre, al hermano, los primos, el suegro y toda figura que represente a la autoridad y la disciplina masculina, suelen ser el primer muro contra el que es inevitable estrellarse políticamente. Sin embargo, aquellos individuos que viven por fuera de las normas de la identidad y los reglamentos del género, es decir, personas no binarias, asexuales, travestis, andróginas, disidentes sexuales y toda la amplitud que incluyen las nociones trans, a lo primero que debemos enfrentarnos es a nuestros propios cuerpos, a sus dimensiones de existencia social y, por lo tanto, a nosotros y nosotras mismas.

Someternos a metodologías de amoldamiento heterosocial puede resultar en vivencias tenazmente extenuantes. Las formas de mirar el cuerpo que rigen esta humanidad reducida y limitada en los binarismos biologicistas hombre-mujer y masculino-femenino hacen que aquellos y aquellas que quedamos fuera de ese sistema sigamos siendo vulnerables al maltrato, la exclusión y la violencia. Por su estética normalizada y su función de producir vida para el sistema, el único cuerpo válido para este régimen de violencia sigue siendo el cuerpo sano, blanco y heterosexual.

Por eso buscamos politizar lo marica, transversalizarlo con los feminismos. Es posible que la agenda LGBTI se haya convertido en una mera mercancía de derechos que se compra y vende a la política de inclusión del Estado, es posible que hayamos dejado de ser un movimiento transgresor y amenazante para las bases del sistema patriarcal, violento y heterosexual. Y, sin embargo, renunciar a esa agenda sería todavía peor.

Constituirnos como maricas, travestis, disidentes y transfeministas y dejar atrás la nomenclatura higienizada y normalizadora de lo gay puede que sea el primer paso para devolverle al movimiento un sentido crítico con la heteronorma. Queremos tomar lo marica como una herramienta de desacato a la hombría y como una manera de politización de una palabra que por mucho tiempo ha permanecido como un insulto tatuado en la piel, eso no deja de ser un acto de revitalización de los nuevos lenguajes de lucha en el campo de la afectividad y la sexualidad disidente.

Pero eso no es suficiente, las disidencias sexuales no pueden solamente desidentificarse críticamente con el machismo y la heteronorma sin sentar las bases ideológicas que a futuro se conviertan en la fuente movilizadora de los sujetos políticos disidentes. Por eso el feminismo aparece como trinchera en la que maricas, putos, travestis, trans y otras identidades más complejas vamos a empezar a resistir colectivamente, acompañando en militancia absoluta a los movimientos de mujeres. ¿Por qué con los movimientos de mujeres? La respuesta es sencilla. Las formas de violencia que atraviesan el cuerpo de las mujeres no son indistintas a las que pasan por el cuerpo de un maricón echado de su casa, una travesti asesinada o una lesbiana que ha sido atacada sexualmente. Además de eso en Bolivia, como en otros países del mundo, estamos viendo que una serie de coaliciones y movimientos conservadores de carácter fascista y violento se van extendiendo en la política, sus discursos toman los espacios de representación estatal, educativos, religiosos, comunitarios, culturales y sociales. Se trata de una renovación de los discursos de odio y patologización hacia las personas lesbianas, gays, bisexuales, trans, y el menosprecio y la manipulación de los pocos logros que las políticas feministas han conseguido respecto a la soberanía corporal de las mujeres. Este resurgimiento de la extrema derecha merece que los movimientos sociales nos convoquemos de manera colectiva y transversal, esa es la coalición feminista que hoy necesitamos, integrada por aquellos sujetos políticos históricamente postergados y vulnerados por la violencia heteropatriarcal y capitalista.

La Pesada Subversiva sigue esa línea, organizando actividades, intervenciones, muestras de arte, fanzines, conversatorios, debates y manifestaciones. Por el momento somos seis, cada una entregando esfuerzo, vida y creatividad, y lo vamos a seguir haciendo. El patriarcado se va a caer, lo vamos a tumbar.

* Este texto contiene fragmentos de ‘La Desobediencia, antología de ensayo feminista’ (Dum Dum Editora 2019).

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