Satori Gigie: ‘Lo que tengo que hacer es quitarme de en medio’
El fotógrafo inauguró la muestra ‘Para no olvidar el camino’.
Para no olvidar el camino es la respuesta a una crisis. Wilfredo Limachi, conocido en la virtualidad —y luego en la realidad— como Satori Gigie, descubrió después de seis años como retratista que sus ganas de sacar fotos no vienen de ‘likes’. Las reencontró cuando se propuso revelarle a las personas que habitan las periferias de La Paz el valor y la fuerza que tienen y que él admira cotidianamente.
La muestra contó con la curaduría de la artista y gestora Marta Monzón, se inauguró el 5 de marzo en el Espacio Simón I. Patiño (Ecuador, esquina Rosendo Gutiérrez) y permanecerá abierta al público hasta el 20 de este mes.
—¿Qué implica el título de la exposición?
—Para no olvidar el camino es un título que se ha pensado a nivel personal. Luego de varios años haciendo fotografía llega el momento, lo digo desde mi experiencia, en que la pasión se desvanece y el impulso pierde fuerza. Entonces uno desea dejar de hacer fotografía. Pero es allí cuando las cosas también empiezan a replantearse y se entiende que los objetivos se fueron olvidando.
Emplear las redes sociales para socializar el trabajo propio es un enorme beneficio y también es un peligro. Lo digo porque al principio el impulso, el optimismo y la expectativa son grandiosos. Conocer gente nueva y hacer amigos que se dedican a lo mismo, luego organizar acciones en el plano real, todo bien hasta ahí.
Sin embargo, se corre peligro cuando los días pasan, los tiempos van cambiando y uno mismo va cambiando. Ahí es cuando te das cuenta de que ya no estás realizando las cosas por un objetivo, un ideal o algo que aporte a la sociedad. Te conviertes en una gota más de un mar lleno de fotografías donde todos ya lo han visto todo y lo conocen todo. Así, decaes aún más y publicas a diario solo para que no te olviden, publicas cualquier cosa, a cambio de permanecer presente u obtener likes o conseguir algo de reconocimiento ¿Y eso para qué sirve? Me pregunto. Quizá para sentirte bien por instantes, pero finalmente es una actitud egoísta.
Para no olvidar el camino tiene que ver con aquello. Por un lado, para no dejar de caminar, de moverse y salir del escritorio y el celular. Y por el otro, para no desviar los objetivos, la pasión y el sacrificio que le pones cuando empiezas algo.
—¿Cómo está organizada la muestra?
—Se puede realizar un recorrido en contra de las agujas del reloj, aunque evidentemente la gente puede recorrerla como quiera, pero de esta forma el sentido propuesto es fundamentalmente temático. Inicia con un afiche y a su lado hay una Chakana compuesta por ocho fotografías. Todas ellas expresan diversas espiritualidades transversales en las tomas que he realizado en los últimos cinco años. Luego están diversas series: Allí estamos, compuesta por seis fotografías; Nos miraremos un poco más, conformada por cinco imágenes. En mis ojos las laderas, la componen un texto con la narración de una historia y seis fotografías. Después está Caminando el país, que tiene siete imágenes y Valentina, la emblemática fotografía que dio la vuelta al mundo, donde aparece Valentina Mamani (mamá de Satori Gigie).
Las últimas series son Y la ciudad en sus cuerpos (nueve fotografías) y Mejores amigos, compuesta por cinco imágenes. Habrá una sala donde se exhibirán de manera continua dos videos realizados por el colectivo Ají de Video, del cual formo parte, que estarán precedidos por fotografías utilizadas en otra exposición.
— ¿Qué significa para usted la fotografía ‘Valentina Mamani’, donde retrató a su mamá?
—Aquella fotografía está enmarcada dentro mi habitación, a veces no tengo tiempo ni de verla, otras, de flojera, dejo que en el marco aniden algunas arañas y se queden ahí durante semanas. Pero siempre que hay un tiempo o algo extraño, placentero o doloroso me sucede, me detengo para ver la fotografía y lo primero que siempre observo son los pies de mi madre. Su pie derecho avanzando y su pie izquierdo haciendo fuerza de sostén. Después sus manos que empuñan fuerte la carretilla y su aguayo, que cargaba algo de harina aquel entonces. No deseo ver su rostro, ni su cabello. ¿A quién no le duele ver envejecer y cansarse a su madre? Aquella foto me sirve para entender que cuando estoy junto a mamá, bebiendo té, tejiendo, o hablando de la vida, me encuentro frente a alguien muy especial, más allá de ser mi progenitora. Ella le da vida a tal imagen. Siempre escucho sus historias y ocurrencias, además de valiosos consejos que me da para mejorar cada día como persona. Al lado de mi fotografía, en las paredes de mi habitación, escribí una frase que ella me dijo en sus palabras:
“No importa la fuerza o el poder que tengas o cuides, sino la resistencia que presentas”.
—¿Cómo describe el trabajo junto a Marta Monzón como curadora?
—Marta es una vieja loba de mar. Su trabajo se encuentra a otro nivel. Tuve que realizar un esfuerzo y dedicación mayor respecto a otras exposiciones que tuve. Ella cuida de muchos detalles y espera que todo salga a la perfección; su nombre y experiencia siempre están en juego. Desde el revelado o impresión de las fotos, la calidad del papel, los títulos de las fotografías, la selección de las mismas. Las proyecciones a futuro, la ética en la muestra como tal. Todo aquello se encuentra calculado para Marta. Nada puede fallar.
—¿Qué lo llevó a exponer pasados los tres años desde su última muestra?
—A inicios de febrero me encontraba yo bebiendo té en El Alto, cómodo y tranquilo. Hace un año ya que Marta y yo nos habíamos reunido para planificar una exposición y sin embargo no encontrábamos una galería acorde al presupuesto y otros detalles. Fue entonces que Marta llamó, tras realizar algunas gestiones, y me dijo que el Espacio Simón I. Patiño nos había abierto sus puertas para marzo. En definitiva, fue una oportunidad que por nada del mundo se podía desaprovechar. Y con todo lo sucedido en el país en los últimos meses, siendo yo hijo de migrantes aymaras y habitantes de la periferia en La Paz, acepté con gusto tener la exposición para marzo. Las fotos deben volver a mostrarse, los protagonistas deben ser nuevamente las mujeres de pollera, trabajadoras, los hombres de campo y la realidad que se pinta como paisaje en las laderas.
—¿Cómo describe la evolución de su propuesta visual a lo largo de su carrera?
—Siendo el título de la exposición una invitación clara a retomar un camino cuyos objetivos se fueron perdiendo, considero que más bien se trata de una involución; no tanto en el nivel técnico, sino en el contenido y la gestión del mismo. Volver a hacer fotos en el barrio, con la gente, en las calles, en el cotidiano, pero además hacer algo productivo para la comunidad, esa es una tarea que se debe pensar como propuesta. La exposición comprende un ciclo itinerante por los barrios paceños. Allí es donde quiero inspirar a los demás, sean jóvenes, adultos o niños, no busco una especie de éxito o reconocimiento, sino amor por lo propio.
Que evolucione mi propuesta visual, para mí consiste en que, en cada fotografía que tome, los demás vean y sientan al protagonista y se olviden del fotógrafo. Hay una cámara y está la gente viviendo con fuerza en los barrios; como decía un músico, lo que tengo que hacer es, sencillamente, quitarme del medio.
Perfil
Nombre: Satori Gigie es el pseudónimo de Wilfredo Limachi Mamani.
Nacimiento: La Paz, 1987.
Es la tercera exposición individual del fotógrafo autodidacta que comenzó a explorar con la imagen en 2014. Obtuvo un reconocimiento municipal por su fotografía, Valentina y estudió Comunicación Social en la Universidad Mayor de San Andrés.