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Artes Escénicas en tiempos de coronavirus

Hoy 27 de marzo se celebra el Día Mundial del Teatro. En plena alerta sanitaria mundial, la investigadora y crítica argentina Natasha Ivannova escribe sobre la reconfiguración del mismo concepto de artes escénicas

, / 12 de abril de 2020 / 07:30

Especial para La Razón

El 9 de marzo de 2020 Natasha Ivannova, una especialista en artes escénicas iberoamericanas residente en Buenos Aires cuyo trabajo de investigación se centra en la cobertura de los festivales internacionales de teatro alrededor del mundo, se preparaba para cubrir el Festival Internacional de Teatro Do Alentejo en Portugal para su publicación Deus Ex Machina. Arribó a Lisboa con destino a Beja el 12, día de la apertura del evento. A la pequeña ciudad llegarían 18 compañías de 11 países, incluido Mozambique, para cubrir la programación de 13 localidades con espectáculos como ‘Manes’ de la compañía La Fura Dels Baus.

La fecha de apertura fue clave para que este festival viviera un guion de película, programado desde hacía un año para su opening en lo que sería el día siguiente de la declaración de Pandemia por la OMS. El evento fue cancelado a horas de comenzar y las compañías, junto con la investigadora, intentaron adelantar los vuelos para retornar a sus hogares pero estos se cancelaban uno a uno dejando varados, por ejemplo, a padres cuyos niños permanecían en sus países de origen. Pocos días después vino el cierre de la frontera de Portugal con España que impedía llegar al aeropuerto de Madrid y posteriormente el cierre de los aeropuertos en toda Europa. Entonces se decretó la emergencia sanitaria en la nación lusitana y acto seguido lo haría el de la mayoría de los países de pertenencia de las compañías.

En un acto de enorme nobleza el director del Festival, Antonio Marques Revez, viajó a Madrid en una camioneta para llevar a las compañías de Cuba y Colombia hasta el aeropuerto de Barajas, manejando cinco horas de ida y cinco de vuelta. Solo quedan varadas la crítica argentina y una gestora cultural de Brasil que hasta este momento no pudieron regresar a casa pero que –cabe remarcar– continuaron cobijadas humanitariamente por la organización, alojadas en las residencias artísticas de la UNESCO, con almuerzos y cenas diarias en la sede de Lendias d’ Encantar -LdE. Y es que a diferencia de otros rubros artísticos como el cine, la música, la literatura o las artes plásticas, la característica de las artes escénicas es el momento vivo, en donde el formato de contención del arte es el cuerpo del actor.

La subsistencia de las artes escénicas

Con el cierre de los teatros, centros culturales y espacios públicos, los artistas escénicos que habitualmente ya viven al día comienzan a ver imposible la manera de sostenerse. El gobierno de la mayoría de las naciones decreta medidas económicas paliativas para salvaguardar la debacle que significa un país parado, como la posibilidad de no pagar los servicios de luz, gas, agua e internet (Argentina) o la postergación de pagos de préstamos, alquileres o el seguro social (España/Catalunya). La Pandemia Covid-19 ha puesto en vilo al mundo entero, a la totalidad de los rubros de comercio, a grandes, medianos y chicos. Pero: ¿a la totalidad de los rubros? ¿A grandes, medianos y chicos? Pertenecer a la franja etaria de más de 60 años implica un riesgo diferente que pertenecer a la de un adulto de mediana edad. Los comercios de alimentos sufren menos pérdida que los de insumos de librería y las fábricas de alcohol en gel sin dudas duplicaron sus ganancias. En términos generales la enfermedad obliga a focalizarnos en las necesidades básicas y los movimientos esenciales pero, ¿quién define qué es esencial? ¿El especialista en infectología cuenta con el saber necesario para decidir si la ferretería es un rubro esencial? ¿Y el sociólogo o la antropóloga poseen la capacidad de evaluar si en relación al desarrollo biológico de un virus, el orden de prioridades humanas debería descartar o no ir a la ferretería? La civilización se enfrenta a un replanteo de su propio canon y la humanidad encara un cambio de paradigma en el que tendrá que reconstituirse a sí misma para decidir si cuando pueda retomar las actividades, el mundo que quiere para vivir será, por ejemplo, un mundo con arte o sin él. 

Desde el día uno de las cuarentenas mundiales, actores y autores se movilizan en las redes sociales desde una primera necesidad tanto de comprender una realidad inédita como de matar el aburrimiento y alegrar la vida cotidiana. La mayoría de las producciones iniciales fueron personales o no institucionales, pero pasado algún tiempo de los primeros estertores de la pandemia, los teatros y las productoras independientes inundaron la web con propuestas que apelan a la sensibilidad con la sugerencia de #quedarsencasa.

Si bien no en todos los países, finalmente los municipios y fondos públicos se adaptan a la situación con diferentes convocatorias pensadas para poder realizarse con el pueblo en cuarentena. Proliferan así centenares de cuadernos de bitácora en todo el mundo; el Odeon-Theater of Europe le saca el polvo a sus valiosos espectáculos grabados (Francia); hay lecturas de poesías; performances on line; cuentacuentos (Colombia); premios de dramaturgia sobre la temática de la pandemia, un rally de entrevistas con lecturas para celebrar el día mundial del teatro (México) o las Janelas do São Paulo (arte en vivo desde las ventanas).

Resta a la investigación del área reflexionar aún acerca de sí, por ejemplo el último caso, se clasifica dentro del arte escénico o no, según la definición de arte escénico que probablemente tenga un replanteamiento general. La etimología de la palabra teatro –«el lugar donde miramos’’– al menos, no desecharía al teatro on line pero queda mucho por considerar. El mundo del arte se ve amenazado y a los profesionales les preocupa la disminución de las identidades culturales, por lo que están experimentando con alternativas.

Por el momento yo, Natasha Ivannova, escribo este artículo pensando sobre esto desde Beja, Portugal, varada desde el 9 de marzo pero agradecida al cobijo tan especial de la nación lusitana para respetar de alguna manera lo que debería haber sido un parate mundial conjunto. No sabemos qué nos deparará el futuro pero no quedan dudas de que el arte –la manifestación natural de la conciencia del ser humano–  no puede morir sino es con la desaparición de la humanidad. Y mientras estemos vivos, las artes escénicas, viven en nosotros.

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Yo no enarbolo los colores celeste y blanco

La investigadora y crítica argentina Natasha Ivannova describe otro lado del fútbol; el de quienes no comparten la pasión por este deporte.

/ 25 de diciembre de 2022 / 23:07

Escribo desde la Argentina campeona del mundo, la de la copa de oro, la que paró todo el país con un feriado nacional decretado en presidencia y millones de personas en las calles porque llegaba la selección nacional de fútbol. La impresión que podría haberle dado a algún turista desprevenido que no siguiera el mundial es la de una ciudad antigua, quizás parecida a Roma, con el pueblo festejando a los gladiadores del Coliseo. Aquí los emperadores, los que manejan la atracción, son un conglomerado de instituciones modernas, aunque probablemente con la misma diferencia de poder. Pero en la arena, la grieta que divide al pueblo en dos según su forma de pensar, se batía desde todas las plataformas de comunicación.

Es probable que el fútbol de hace 40 años fuera otro. Yo tenía ocho, era hija de padres recibidos de una universidad pública, en Psicología y Derecho, socialistas y trabajadores, en nada adinerados ni elitistas y sin embargo nadie jugaba ni miraba fútbol. Ni ellos ni nadie de sus amigos. La única persona cercana a mí que escuchaba fútbol en la radio, porque no todo el mundo tenía televisión, era Evaristo, el portero del edificio. Por esa época el fútbol sonaba más entre la gente que venía desde lejos a trabajar a la ciudad. En los barrios del conurbano, bajos y tranquilos, había siempre algún espacio verde libre para que los chicos patearan una pelota en algún arco delimitado entre dos montículos de ropa, mientras que en la ciudad había que alquilar una cancha o movilizarse a algún parque grande, ya que en las placitas porteñas la pelota podía irse a la calle, por la que pasaban los autos, y provocar un accidente. Por eso siempre se dijo que era un ‘’deporte popular’’, del pueblo, de ese pueblo que no nació en la ciudad.

En la ciudad, por esos tiempos, las personas tenían cada una su gusto deportivo: tenis, natación, artes marciales, patín. Y los Juegos Olímpicos, si no eran un poco más vistos que los mundiales, gozaban de bastante igualdad de rating.

Pero el tiempo transcurrió y el fútbol pasó de la radio a la televisión con publicidades caras y emotivas, al compás de la globalización. Después el avance de la tecnología creó internet y las redes sociales y así apareció la prensa actual con su capacidad de influencia en la sociedad.

celeste y color

En realidad somos muchas las personas a las que no nos interesan los deportes de pelota, más allá del fútbol. Mujeres, hombres, transgénero, niños y personas mayores que definitivamente somos parte del pueblo. Pero en la Argentina campeona del mundo no podemos decirlo porque si lo hacemos somos tratados de vendepatria, antipopulares, elitistas y hasta fascistas. Mínimamente somos personas incapaces de soportar la alegría de otras.

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Imagínese usted, querido lector, que de golpe Bolivia gana la final internacional de bochas. Y se decreta feriado nacional y millones de personas salen a la calle a decir que aman las bochas, lo cual a usted no le incumbe y por supuesto no tiene por qué molestarle. Sin embargo, a usted lo miran mal si no le gustan las bochas, porque entonces no pertenece a su país y desprecia a su gente. Pero no podrá explicar de ninguna manera que solo no le gustan las bochas porque la vehemencia es tal que no permite la razón.

Para quien no tiene interés en un deporte, no es posible odiarlo porque el odio es un sentimiento que requiere amor y pasión. Las personas a las que no nos interesa el fútbol no odiamos el fútbol, solo nos produce cierta desolación la falta de respeto y ninguneo hacia nuestra identidad. Porque se nos pide que respetemos la de la enorme mayoría, lo cual resulta innecesario porque son dueños de la fuerza cuantitativa, pero no se respeta la de las minorías, que tienen mucho más riesgo de desaparecer. En la Buenos Aires del premio de oro, en todos los zócalos de las noticias se leía: “Todo un país esperando a los héroes’’ / “Todos en vigilia esperando a la selección’’. Y no, no éramos todos, pero eso no es malo y definitivamente no es político. Las personas solo tienen derecho a tener gustos e intereses diferentes.

Aun así textos de escritores e intelectuales de izquierda defendían no se sabe de qué, al deporte más poderoso del mundo por ser popular como si fuera algo frágil. Cuando desde que el mundo es mundo las mayorías son las de la fuerza y las minorías las de la debilidad.

No, a los que no nos interesa el fútbol no odiamos el fútbol. Pero sí nos es posible ver algunas características que dudo que los fans de este deporte no vean, pero sobre las que seguramente prefieran mirar para otro lado.

Hay una violencia intrínseca en este deporte, que comienza con el concepto de “la camiseta”, una especie de marca de pertenencia que ubica como enemigo al que no usa la misma. El campo de juego como la simulación de una guerra (que de hecho a veces acarrea muertos) y esa reacción vehemente y enloquecida de los hinchas de ponerse agresivos si pierde su equipo y agresivos si gana.

Por otro lado, hoy es obsceno lo que gana un futbolista, lo que sucede mientras nos rasgamos las vestiduras por la redistribución de la riqueza. O el dinero que requiere un mundial, cuando necesitaríamos dedicarnos a revertir las altas temperaturas del planeta, que modifican los ecosistemas y nos aniquilan con gérmenes mutantes.

Actualmente el fútbol es manejado por el dinero y el poder, basta ver que en una ciudad tremendamente rica pero en donde nadie jugaba al fútbol, un jeque árabe quiso tener un mundial y lo tuvo, para lo que construyó ocho estadios con mano de obra inmigrante en un sistema esclavo, de más de 18 horas de trabajo y retención de la documentación, que durante 11 años dejó un saldo de 6.751 muertos (Fuente BBC y Amnistía Internacional) que no le importaron a nadie, por ocho estadios fastuosos que quedarán vacíos para siempre al terminar el mundial.

Y siempre que hay dinero y poder, aparecen muchos interesados en obtener una tajada. Personas que modifican su comportamiento, su objetivo y su talento en pos de la conveniencia material.

Lo más visible fueron los escritores/as sin interés por el fútbol que, notando el nivel de arrastre del clamor popular, se dedicaron a escribir poesía futbolera para atraer público lector. No los estoy juzgando, conozco bien la economía del artista, estoy diciendo que me duele porque deberían contar con más público que podría estar más diversificado que si hay solo un entretenimiento para toda la sociedad (lo que casualmente nos hace más manejables).

Tenemos también a quienes no son artistas pero no dominan la exposición y no se animaban a decir que no les gusta el fútbol por temor a agresiones. Y en el mejor de los casos, a los que dicen que les gusta el fútbol para no quedarse solos.

Respetar no es unificar. Diversidad y multiculturalidad. Aprendimos hace no mucho a amar y respetar el color de piel del otro. Respetemos y amemos también el de sus sueños. Por eso yo no enarbolo los colores celeste y blanco. Yo enarbolo todos los colores.

TEXTO: Natasha Ivannova

FOTOS: Diana.Grytsk y Jannoon028 (freepik)

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