Teatrista integrante de Tabla Roja

El/la creador/creadora en tiempos de cuarentena

El COVID-19 nos ha empujado al aislamiento físico porque todos los sistemas de trabajo se han visto afectados por la necesidad de quedarse en casa. En este contexto es evidente que para algunos, estar en casa es un privilegio del que pueden gozar; sin embargo, para muchos otros es una decisión difícil y hasta mortal, ya que todos aquellos “trabajadores del día” se encuentran ahora en conflicto.

Ante esta situación, como “obreros del arte”, no podemos quedarnos al margen siendo indolentes; al contrario, este nuevo escenario debe promover una profunda reflexión sobre nuestra ejecución del tiempo en esta cuarentena.

Nosotros, trabajadores de la cultura (­­artistas, actores, actrices), no hemos parado nuestro ritmo, lo hemos adaptado al contexto; no paramos, seguimos escribiendo, entrenando, soñando, escribiendo los proyectos, buscando maneras de gestión a futuro; nos formamos dentro de las posibilidades, hacemos máscaras, nos movemos. Repito, nosotros no hemos parado.

El sector cultural ha quedado al margen como siempre, lamentablemente somos aquel elemento invisible, ante un Estado que brilla por su ausencia. Las artes escénicas en general y específicamente el teatro, están privados de aquel contacto humano que le es fundamental en su esencia misma, no sólo al momento de la presentación ante un público, sino también en el proceso. De hecho, por más unipersonal que sea el trabajo, es necesario el sentido colectivo: el músico, la dirección, el ojo externo, la compañía, el grupo.

En este sentido, para plantear la propuesta de estas líneas, no puedo dejar de lado el trabajo que realizo junto a mi compañía teatral.

La compañía Tabla Roja teatro es una estructura dinámica de creadores y creadoras que están constantemente en movimiento, nos vemos todos los días para poder establecer un ritmo de entrenamiento en el que construimos un espacio vital, ya que preferimos que llegue la inspiración y nos encuentre en movimiento. Inventamos excusas para investigar, movemos espacios, colores, música. Si queremos trabajar sobre la tragedia, acudimos a la calma de las máscaras larvarias; si vamos a la comedia, navegamos en el melodrama; si necesitamos ganar ritmo y vitalidad, vamos al clown, bufón o las medias máscaras de commedia dell’arte, balinesas o humanas; en fin, pretendemos que nuestra búsqueda tenga como figura un camino en espiral, para alimentar nuestros universos escénicos.

“El movimiento es vida”

El teatro (funciones, clases, ensayos) ha encontrado una pequeña trinchera en la web, a través de varios formatos: transmisiones en vivo, clases a través de plataformas como Zoom, Facebook o Instagram. Este fenómeno es un placebo interesante que no suple las distancias en su esencia, pero que ante la situación, mantiene cierto contacto virtual.

Sin embargo, no podemos cambiar la provocación de un intérprete cuando evoca su texto, modificando la temperatura en escena, por ejemplo. El efecto que le hace a nuestros sentidos un cuerpo generando movimiento, en vivo y directo, es insustituible, ni qué decir de un coro trágico que nos pone la carne de gallina o una máscara de comedia destilando energía, fuerza, colores, música. No podemos reemplazar este acto de vida: la experiencia teatral, pues nunca será lo mismo a través de una pantalla.

Decimos lo mismo para una clase “virtual”. Para crear, el cuerpo debe moverse, alimentarse de otros cuerpos (de su vitalidad, ritmo, movimiento, presencia) es por eso que dar clases ante una pantalla pareciera ser algo más bien plástico, vacío y cómodo.

Creemos firmemente en los creadores y creadoras de nuestro contexto. Creemos en sus capacidades para germinar una idea ante esta situación, sabiendo bien que la tarea de entrenar o crear solo, es ahora un gran desafío. Más aún si el creador/creadora no tiene una rutina dinámica apropiada en su cuerpo. Esto es producto de una tendencia que últimamente ha estado de moda, donde se ensaya dos veces a la semana, durante tres horas y el producto muere en dos temporadas. Resulta obvio que en esa situación el creador/creadora no adquiera una rutina corporal y vocal pertinente y se encuentre inerte en ese sentido. En esta cuarentena la situación se agrava, ya que varios se encontrarán así, en un estancamiento constante.

Se avecinan tiempos aún más complicados, porque ni si quiera cuando la cuarentena termine nuestro espacio de acción se activará (económica o culturalmente) y quedaremos paralizados, sin poder realizar presentaciones ni seminarios, que son los ingresos principales para los que nos dedicamos enteramente a este oficio.

La rebeldía del acto creativo

¡Aquí hay una propuesta! Lógicamente ésta será una posibilidad muy particular, engendrada desde nuestro hacer diario en la compañía.

La cuarentena nos ha permitido vivir dos momentos distintos en nuestra percepción del tiempo. Nuestra primera reacción ante el encierro fue la de generar movimiento y proponer actividades; posteriormente esta percepción ha cambiado hacia una “gestión individual del tiempo”.

Más específicamente, la primera reacción al inicio de esta temporada fue la de mantener y calmar los ánimos de la familia, los seres queridos, el barrio, la comunidad, etapa fundamental en la cual uno debe estar presente. Luego fue la abundancia de tiempo, alcanzaba para todo, desde tomar una clase por la red, hasta limpiar la casa y en el pensamiento la constante frase: “hay mucho tiempo”.

A esta altura del momento los ánimos han cambiado, la gestión del tiempo nos permitirá fijar nuestros pensamientos a acciones concretas de creación, sin estancamientos.

La propuesta: “KAIROS: clínica de creación”

La suspensión es la parte del movimiento que evoca el stop, aunque verdaderamente no para, no se detiene, sólo cambia de temporalidad, dejando de estar al servicio de cronos (tiempo cronológico) y colocarse al servicio de kairós (tiempo poético), donde aquello que parece estar en stop, en realidad se mueve de varias maneras. Es por esto que el kairós modifica el espacio alrededor, cambiando su temperatura, amplificando el movimiento, no importa cómo, nunca para.

En palabras de Jacques Lecoq en el Cuerpo Poético:

“…Somos un poco como el mar: los movimientos de las olas, en la superficie, son más visibles que los de abajo, pero también en el fondo hay movimiento. En la escuela siempre hay una idea submarina. Incluso si, de vez en cuando, sacamos la cabeza fuera del agua, enseguida volvemos a sumergimos para nadar (entre las dos aguas) de las permanencias.” (pág. 31.)

Sabemos que no es real generar un material sin poner el cuerpo; sin embargo, ante la situación que vivimos, podemos darle “cuerpo” a nuestras ideas de creación. Esto no significa que sea una idea estática, sino dinámica: construir unos cimientos fuertes para la edificación de un proyecto teatral en una clínica de creación.

Todas las herramientas del teatro gestual aplicadas a la sabiduría del creador, donde los estilos y territorios (clown, bufón, commedia dell’arte, melodrama, tragedia, etc.), las máscaras (enteras: larvarias y expresivas; medias: comedia y humana) y los recursos preexpresivos (colores, pinturas, música, animales, arquitectura, etc.) nos ayudarán a germinar nuestra creación.

El formato es simple, no haremos videollamadas ni habrá contacto a través de una pantalla en vivo, sino que trataremos de trasponer aquel hermoso vínculo conversacional: la carta.

La única comunicación será por correo electrónico, la palabra “en pasado”, leída en pantalla por alguien en el presente. De esta forma proponemos llegar a la calidez que teníamos al escribir y leer una carta real.

En primera instancia trabajaremos sobre ejercicios básicos para encontrar una semilla. El jugador podrá ejecutarlos tranquilamente en su aislamiento, bajo un sistema de invitaciones que propondremos, por ejemplo: considerar un horario fijo para estas tareas, escribir los resultados en papel y luego transcribirlos, encontrar un espacio idóneo para el hecho creativo con luz natural y así otras invitaciones más. El objetico principal es despertar aquel creador, curioso e investigador.

Una vez encontrada la semilla, vamos a echarle muchas tierras. La conjugaremos en distintos territorios, bajo varias máscaras, trasponerla en distintas materias. Por ejemplo: la semilla que encontré cuenta la historia de un gran amor que es forzado a separarse, para este caso en particular observaremos a los animales y su cortejo, nos detendremos en su movimiento lo llevaremos al cuerpo u observaremos cómo un fragmento de algodón es partido a la mitad y nos concentramos en el drama de la separación del elemento.

Nuestra intención es conectar al creador/creadora con su labor artesanal, ya que en el proceso todos los sentidos están predispuestos y despiertos. Así, el jugador administrará su tiempo, para avanzar en el proyecto que encarne, la clínica se realizará durante abril y mayo.

Resistencia, creación y placer

El creador está sometido a la frustración. Sólo se aprende a salir de ella, encarnándola con dignidad y avanzando, aprendizaje fundamental del payaso.

En estos tiempos, un aire de frustración se percibe en el ambiente, no es para menos, hay mucha injusticia, mucho dolor, mucho miedo.

Este tiempo es valioso para alistar nuestras mejores cartas y llegar con propuestas concretas al final de esta temporada.

Ante esto, es evidente que el rol del actor/actriz ha mutado. Debe ejecutarse ahora en otras áreas cercanas a la comunidad, pero no podemos accionar desde un cuerpo (mental, físico, emocional, creativo) dormido. Al contrario, al ponerlo en movimiento saldremos del espacio de comodidad, así dejaremos de mirar a los demás desde los privilegios, despertando la empatía; desde allí encontraremos la risa y en ella la humanidad, fundamental en la resistencia y necesaria para reírnos ante el miedo que tan fuertemente nos han inyectado.

Convocamos a todos los creadores y creadoras a salir del espacio cómodo a manifestarse en este acto de resistencia, porque hoy el placer de crear es una trinchera de rebeldía ante el virus, ante la adversidad, ante el encierro, ante la muerte.