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Maradona y la muerte de dios

La crítica de teatro y periodista argentina Natasha Ivannova comparte la vivencia en Argentina de diferentes sectores en relación a la muerte del ídolo del fútbol

/ 13 de diciembre de 2020 / 17:04

Hace algunos años se agudizó lo que en Argentina se conoce como ‘’la grieta’’, la discordia entre ricos y pobres o —más bien— entre la ideología de derecha y la de izquierda, entre otras cosas por la fuerza que cobraron los medios de comunicación masivos y la tecnología en general, a través de software, trolls y bots en sitios de internet y redes sociales.

Esto fue una tendencia mundial pero en los países subdesarrollados la violencia se acentúa por las circunstancias de carencia, el endeble pensamiento crítico de algunos sectores de la sociedad y el uso y abuso de esto último por los intereses implicados, dando lugar a fake news y todo tipo de encasillamientos violentos de uno y otro bando. Hoy, en una guerra tácita, mucha disputa pasa por los contenidos y la puja voraz para quedarse con el visto bueno de los ciudadanos que conforman una mayoría de votantes y de consumidores. Pero cuáles son los intereses de las ‘’mayorías’’ hoy? Qué conforma la cultura e identidad de una nación en un mundo globalizado?

La identidad argentina ‘’for export’’ y el ‘’crisol de razas’’

Todos los argentinos que nacimos en los años ‘70 recordamos que cuando viajábamos nos sucedía algo particular en relación al nombre del jugador de fútbol, Diego Armando Maradona: cuando respondíamos a la pregunta ‘’de dónde éramos’’, nos replicaban la siguiente ecuación: ‘’Argentina = Maradona’’. Para muchos de nuestros padres esto no era divertido porque mostraba que el fútbol era lo único que se conocía de nuestro país en el mundo. Y así fue como, de hecho en otro país, yo me enteré de que eso era el apellido de un futbolista. Tendría unos ocho años y más tarde tendría que terminar de averiguar también qué era el fútbol. 

Yo era una niña y como muchos argentinos, en esta nación definida a menudo como ‘’crisol de razas’’, era hija de una madre argentina y, a falta de uno, en mi caso de ‘’dos’’ padres extranjeros, al ser uno el de sangre y el otro con quien me crié. El primero era un español enamorado de América Latina y Argentina que renunció a la ciudadanía española para naturalizarse por opción. Abogado y peronista, con una fuerte vocación de servicio social, luego de que el gobierno de facto le sustrajera el cargo de juez, se fue a la selva a trabajar por los pueblos originarios y ‘’la patria grande’’. Podría no haber tenido el menor interés por los deportes pero lo tenía con creces, creo un importante club y decenas de torneos. Le gustaban la natación y el deporte de pelota a paleta —o tenis criollo— y el frontón. Y por otro lado el ajedrez. No jugaba ni miraba fútbol televisado. 

Por su parte, el padre que me crió era un militante internacional de izquierda nacido en Bolivia, que vivió en ese país y nueve más, lo que incluye Uruguay, Cuba, EE.UU., Chile, Brasil, Venezuela, Colombia, Argentina y Ecuador. Había estudiado matemáticas y era un experto en informática, un trosko amante del buen whisky y los puros cubanos, que hablaba ocho idiomas, incluido un perfecto ruso. En su juventud practicó natación y judo, tampoco jugaba ni miraba fútbol televisado. 

Como es claro, ni mi padre peronista ni el trotskista eran de clase alta, pertenecían al grupo social que por esos tiempos se definía como de los ‘’intelectuales’’, que si bien era una minoría en relación a la totalidad de habitantes, no era una minoría pequeña, conformando buena parte de la clase media. No porque para ellos estuviera mal ni porque fueran ricos, simplemente por tener otros intereses, ni ellos ni sus amigos jugaban o miraban fútbol. Y así yo, la mayor de dos hermanas, crecí sin que me rodeara nada relacionado a este deporte. 

Naturalmente no fui la única y, en efecto, una amplia porción de mis colegas directores y actores teatrales no tenían interés en el fútbol, cosa que expresaban abiertamente, ensañándose especialmente con los partidos de los domingos que complicaban el público de las obras que corrían ese día. Al menos así había sido hasta el miércoles 25 de noviembre de 2020, día en el que sus gustos e intereses parecieron haber cambiado.

 

La muerte de Dios

Algo sucedió ese miércoles en Argentina, cuando falleció Diego Armando Maradona. El país se tiñó de negro pero no en mero luto por el exfutbolista, sino en una especie de extraña guerra civil de contenidos, que con el velatorio oficial del cuerpo en Casa Rosada casi se traslada al espacio físico. Intolerancia, odio de clases y autoritarismo: la muerte de Maradona había sido tomada como bandera ideológica ‘’del pueblo’’ en contra de ‘’los ricos’’ pero en donde ‘’los ricos’’ en un fanatismo ciego que yo jamás había visto, eran cualquier persona a la que no le interesara el fútbol, porque el fútbol era el deporte ‘’del pueblo’’.

Con casi la totalidad de comunicadores, artistas y gestores culturales a favor, la ecuación era esta y solo esta y nada que pudiera asemejarse al pensamiento crítico tuvo lugar por los próximos tres días. Todo aquel que no homenajeara al jugador corría peligro de recibir un carpetazo (concepto de inteligencia por el que se investiga a una persona con el objeto de encontrar errores de su pasado para utilizarlos en su contra) y se generó una escisión en el feminismo al aparecer un colectivo para el cual, aparentemente, si se trata de alguien por quien se siente ‘’pasión’’ se perdona el comportamiento machista, de abuso de menores y el maltrato de género. Desde las redes sociales se imponía hacer ‘’silencio’’ a quienes no hablaran a favor de Maradona y así, ante semejante movimiento social no era posible siquiera opinar, porque ese movimiento pertenecía a las mayorías, las minorías ya no tenían voz. Y por esos días, sí que se dio la muerte de todo Dios en Argentina.

El deporte ‘’del pueblo’’. El derecho a la identidad

Los que por distintas razones no estaban pregnados de esta especie de ira sentimental, intentaban aclarar que ‘’Maradona’’ no era Dios, que además de machista fue un adicto grave y que no era ningún ejemplo a seguir, lo que generó una indignación en los fanáticos del jugador que aludían a que también había habido otros ídolos que no eran ‘’perfectos’’. Pero la cuestión no era la imperfección de Maradona, no se trataba de despojar de su dios a nadie sino de rechazar la imposición de que fuera el dios de todos. Desde el alma de nuestra constitución, incluso si una práctica religiosa pertenece a la mayoría se debe respetar a las minorías, sin excepción y por eso el estado no puede disponer de los bienes y el tiempo común en la práctica de un único credo.

Por otro lado, los colectivos con sus gustos e intereses, no se pueden adjudicar el mote de ‘’pueblo’’. Ni las empresas o políticos que buscan englobar y etiquetar los intereses de la ‘’mayoría’’ de los votantes y consumidores para ofrecerles productos y servicios, como los canales de televisión, que se relamían transmitiendo historias sensibleras sobre el futbolista con el objeto de conmover al telespectador para pasarles publicidades en los intervalos. Doña Rosa, a quien no le interesa el fútbol pero le gusta la cocina, pertenece al pueblo. Don Luis, que ama las bochas y nunca le gustó el fútbol, pertenece al pueblo. Nazarena, que no practica ni mira fútbol y vino desde Salta con una beca a Buenos Aires para dedicarse al karate, pertenece al pueblo. Y también pertenece Federico, parte del colectivo LGTB, a quien personalmente el fútbol le parece agresivo y es bailarín de ballet. El ‘’pueblo’’ son todas las ideologías, todos los deportes y todas las artes.

El movimiento de masas. La historia de la humanidad

En todo caso parece importante recordar el arrastre centrífugo que es capaz de lograr una mayoría ardiente y fervorosa convencida de que pelea por ‘’el bien de la humanidad y la justicia’’ no importando si esa ‘’justicia’’ se logra acallando al que piensa diferente, avalando maltratadores de nuestro propio bando o asesinando opositores como los dictadores a lo largo de toda la historia, en tanto haya un sentimiento nacionalista de unión y pertenencia. Porque si entendemos este modo de operar en la emoción humana, quizás podamos perdonarnos por tantas atrocidades que cometimos en pos de este ‘’sentimiento’’. O quizás tengamos todavía que aprender a frenar y reflexionar, con frenos más potentes y reflexiones con pensamiento más crítico, con el objetivo de que si hay una deidad en nuestras vidas, no se nos muera con cada fallecimiento de un jugador de fútbol, básquet o judo.

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Artes escénicas en tiempos de coronavirus

Hoy 27 de marzo se celebra el Día Mundial del Teatro. En plena alerta sanitaria mundial, la investigadora y crítica argentina Natasha Ivannova escribe sobre la reconfiguración del mismo concepto de artes escénicas.

/ 27 de marzo de 2020 / 12:38

El 9 de marzo de 2020 Natasha Ivannova, una especialista en artes escénicas iberoamericanas residente en Buenos Aires cuyo trabajo de investigación se centra en la cobertura de los festivales internacionales de teatro alrededor del mundo, se preparaba para cubrir el Festival Internacional de Teatro Do Alentejo en Portugal para su publicación Deus Ex Machina. Arribó a Lisboa con destino a Beja el 12, día de la apertura del evento. A la pequeña ciudad llegarían 18 compañías de 11 países, incluido Mozambique, para cubrir la programación de 13 localidades con espectáculos como ‘ Manes’ de la compañía La Fura Dels Baus.

La fecha de apertura fue clave para que este festival viviera un guion de película, programado desde hacía un año para su opening en lo que sería el día siguiente de la declaración de Pandemia por la OMS. El evento fue cancelado a horas de comenzar y las compañías, junto con la investigadora, intentaron adelantar los vuelos para retornar a sus hogares pero estos se cancelaban uno a uno dejando varados, por ejemplo, a padres cuyos niños permanecían en sus países de origen. Pocos días después vino el cierre de la frontera de Portugal con España que impedía llegar al aeropuerto de Madrid y posteriormente el cierre de los aeropuertos en toda Europa. Entonces se decretó la emergencia sanitaria en la nación lusitana y acto seguido lo haría el de la mayoría de los países de pertenencia de las compañías.

En un acto de enorme nobleza el director del Festival, Antonio Marques Revez, viajó a Madrid en una camioneta para llevar a las compañías de Cuba y Colombia hasta el aeropuerto de Barajas, manejando cinco horas de ida y cinco de vuelta. Solo quedan varadas la crítica argentina y una gestora cultural de Brasil que hasta este momento no pudieron regresar a casa pero que –cabe remarcar– continuaron cobijadas humanitariamente por la organización, alojadas en las residencias artísticas de la UNESCO, con almuerzos y cenas diarias en la sede de Lendias d’ Encantar -LdE. Y es que a diferencia de otros rubros artísticos como el cine, la música, la literatura o las artes plásticas, la característica de las artes escénicas es el momento vivo, en donde el formato de contención del arte es el cuerpo del actor.

La subsistencia de las artes escénicas

Con el cierre de los teatros, centros culturales y espacios públicos, los artistas escénicos que habitualmente ya viven al día comienzan a ver imposible la manera de sostenerse. El gobierno de la mayoría de las naciones decreta medidas económicas paliativas para salvaguardar la debacle que significa un país parado, como la posibilidad de no pagar los servicios de luz, gas, agua e internet (Argentina) o la postergación de pagos de préstamos, alquileres o el seguro social (España/Catalunya). La Pandemia Covid-19 ha puesto en vilo al mundo entero, a la totalidad de los rubros de comercio, a grandes, medianos y chicos. Pero: ¿a la totalidad de los rubros? ¿A grandes, medianos y chicos? Pertenecer a la franja etaria de más de 60 años implica un riesgo diferente que pertenecer a la de un adulto de mediana edad.

Los comercios de alimentos sufren menos pérdida que los de insumos de librería y las fábricas de alcohol en gel sin dudas duplicaron sus ganancias.

En términos generales la enfermedad obliga a focalizarnos en las necesidades básicas y los movimientos esenciales pero, ¿quién define qué es esencial? ¿El especialista en infectología cuenta con el saber necesario para decidir si la ferretería es un rubro esencial? ¿Y el sociólogo o la antropóloga poseen la capacidad de evaluar si en relación al desarrollo biológico de un virus, el orden de prioridades humanas debería descartar o no ir a la ferretería? La civilización se enfrenta a un replanteo de su propio canon y la humanidad encara un cambio de paradigma en el que tendrá que reconstituirse a sí misma para decidir si cuando pueda retomar las actividades, el mundo que quiere para vivir será, por ejemplo, un mundo con arte o sin él. 

Desde el día uno de las cuarentenas mundiales, actores y autores se movilizan en las redes sociales desde una primera necesidad tanto de comprender una realidad inédita como de matar el aburrimiento y alegrar la vida cotidiana. La mayoría de las producciones iniciales fueron personales o no institucionales, pero pasado algún tiempo de los primeros estertores de la pandemia, los teatros y las productoras independientes inundaron la web con propuestas que apelan a la sensibilidad con la sugerencia de #quedarsencasa.

Si bien no en todos los países, finalmente los municipios y fondos públicos se adaptan a la situación con diferentes convocatorias pensadas para poder realizarse con el pueblo en cuarentena. Proliferan así centenares de cuadernos de bitácora en todo el mundo; el Odeon-Theater of Europe le saca el polvo a sus valiosos espectáculos grabados (Francia); hay lecturas de poesías; performances on line; cuentacuentos (Colombia); premios de dramaturgia sobre la temática de la pandemia, un rally de entrevistas con lecturas para celebrar el día mundial del teatro (México) o las Janelas do São Paulo (arte en vivo desde las ventanas).

Resta a la investigación del área reflexionar aún acerca de sí, por ejemplo el último caso, se clasifica dentro del arte escénico o no, según la definición de arte escénico que probablemente tenga un replanteamiento general. La etimología de la palabra teatro –"el lugar donde miramos’’– al menos, no desecharía al teatro on line pero queda mucho por considerar. El mundo del arte se ve amenazado y a los profesionales les preocupa la disminución de las identidades culturales, por lo que están experimentando con alternativas.

Por el momento yo, Natasha Ivannova, escribo este artículo pensando sobre esto desde Beja, Portugal, varada desde el 9 de marzo pero agradecida al cobijo tan especial de la nación lusitana para respetar de alguna manera lo que debería haber sido un parate mundial conjunto. No sabemos qué nos deparará el futuro pero no quedan dudas de que el arte –la manifestación natural de la conciencia del ser humano–  no puede morir sino es con la desaparición de la humanidad. Y mientras estemos vivos, las artes escénicas, viven en nosotros.

(*) Artículo por el Día Mundial del Teatro por la crítica Argentina Natasha Ivannova, exclusivo para La Razón.

(27/03/2020)

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