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Se acabó la paz

Se acabó la calma. La paz social, un bien invalorable que los movimientos sociales pareciera que hubiesen entregado al Gobierno como cheque en blanco hace cinco años, se diluye frente a los ojos del oficialismo. Caranavi era un polvorín cuya mecha podía verse encendiéndose a kilómetros de distancia. Poco y nada se ha hecho por evitar que esa región de los Yungas explote en un nuevo y penoso enfrentamiento entre hermanos bolivianos.

El 1 de mayo despabiló a los adormilados sectores sociales. Los maestros desarchivaron las cacerolas y la COB, en una confusa actitud político-sindical, fue al paro en contrasentido de la inclinación pro-MAS de su ejecutivo.

Antes, las esposas de los policías habían iniciado una huelga, junto con sus hijos, en rechazo de la oferta de un incremento salarial de 3% para los uniformados. Y el caldo de cultivo de este conflictivo panorama se calentaba también en otro frente, el de la oposición política, que protestaba —con más piquetes de ayuno voluntario— contra la Corte Nacional Electoral por la asignación de escaños para las asambleas departamentales.

Para este lunes se anuncia una marcha de Caracollo a La Paz, como inicio de una huelga general indefinida en demanda de un salario justo, entre otros pedidos cobistas.

La respuesta, aparte de la policial, ha sido eminentemente política antes que social. El presidente en ejercicio, Álvaro García, considera que detrás de las movilizaciones está la derecha y EEUU, que buscarían derrocar a Morales.

Interpretación respetable, pero nunca debería sobreponerse a su primera responsabilidad como autoridad del Estado, que es dar certidumbre a los bolivianos y no echar más leña al fuego en pleno conflicto.

No parece digno vivir a pan y café, como sugirió el viceministro Gustavo Torrico. Con afirmaciones desaprensivas como ésta no se puede esperar una solución consensuada a la crisis. ¡Qué lástima que la magnitud del problema tenga aturdidos a quienes deberían mantener la cabeza fría!

Habrá quienes celebren que los ex compañeros de lucha del Presidente le estén haciendo probar de su propia medicina. Habrá quienes recuerden cómo el cocalero Morales alentaba a las bases para provocar los mismos perjuicios que hoy soportan poblaciones enteras del departamento de La Paz. Son tiempos difíciles para el país, no sólo para el Gobierno. Y nadie debería festejar mientras otros compatriotas sufren.