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Educación

Parece que está muy claro, para todos los bolivianos, que la educación es la llave para superar la pobreza. Tan claro está, que conmueve ver a los padres de familia, de las condiciones más humildes, correr cada mañana con sus hijos de la mano para tomar el minibús que los acerque a la escuela. 

Es la apuesta que han hecho estos padres: educar a los hijos, a como dé lugar, con la certeza de que lo contrario es condenarlos a que repitan su propia historia de frustraciones, de falta de trabajo, de lucha cotidiana contra la miseria.

Por ello mismo, hay padres que, aun aportando un boliviano cada mes, logran pagar el salario de los profesores que no tienen ítem y que son necesarios en las escuelas de las zonas particularmente periurbanas. Al menos en 40 de éstas, que se encuentran en El Alto, según ha verificado La Razón, si los estudiantes pueden educarse, es gracias al aporte de los progenitores.

Se puede alegar que aportar un mínimo de dinero es lo menos que un padre puede hacer. Pero, está claro que la educación primaria es una obligación del Estado. Que no se deja a una parte de la población sin ese derecho, es preocupante. Y no es justo.

Habrá que preguntarse si la escuela está a la altura de estas expectativas, pero ése es otro tema.