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Evo en el Vaticano

La polémica con la Iglesia Católica ha sido una constante en los cuatro años y cuatro meses que suman los dos gobiernos socialistas de Morales. La redacción de la nueva Constitución Política del Estado marcó la pauta de unas relaciones que, desde entonces, darían un vuelco de 180 grados. Si en la antigua Carta Magna se dejaba establecido el reconocimiento oficial de la religión católica, apostólica y romana, en la actual no sólo se la omite, sino que se declara la independencia religiosa del Estado boliviano.

La tolerancia del clero con ese texto encontró un límite en los ataques verbales del Presidente, reiterados, innecesarios. La controversia llegó a las misas de los domingos y, prontamente, trascendió el ámbito religioso para instalarse en el de la política. Los obispos, pese a su acostumbrada templanza, no pudieron ocultar su molestia por el trato dispensado desde el Gobierno.

Luego, dinamita sobre fuego. El atentado a la vivienda del cardenal Terrazas —aún sin resultados investigativos— y la acusación contra la misma autoridad eclesiástica por el uso de fondos provenientes de gastos reservados, que posteriormente se aclaró que fueron a parar a un hospital infantil.

Bolivia, un país con amplia primacía de católicos, se funda en una tradición religiosa judeo-cristiana que por siglos ha conservado un vínculo innegable de su pueblo con la Iglesia representante de la Santa Sede. Difícilmente alguien que pretenda un cambio político o de cualquier otra índole, puede hacer variar esta realidad.

Por otro lado, la frase incluida en el artículo 4 de la vigente Constitución: «…respeta y garantiza la libertad de religión y de creencias espirituales, de acuerdo con sus cosmovisiones», ayuda a una comprensión más cabal de aquella realidad, complementada con la incursión plural de miradas desde la fe individual de cada persona.
No importa quién haya propiciado el encuentro; lo importante es que es posible. Ojalá se produzca un diálogo de mutuo entendimiento, no en el momento sino para el futuro. Evo Morales lleva un mensaje que no es sólo de Bolivia sino del mundo, y será fundamental que el Papa se sume a la causa por la salud del planeta. Y ojalá que el Papa, con su venerable presencia, logre conmover al Presidente, que acaba de declararse católico, respecto de la responsabilidad del poder y de sus alcances para construir puentes antes que levantar muros. Tal es el objetivo, seguramente y en esencia, que pretende el Mandatario boliviano, y tal es el mensaje del catolicismo.