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Lula e Irán

La insistencia brasileña en trabar amistad con Teherán no es bien vista por los países alineados en la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), de Naciones Unidas, que sospecha de que el armamentismo nuclear promovido por el gobierno de Mahmoud Ahmadinejad persigue fines bélicos. Así fue que las críticas le llovieron a Lula, dentro y fuera de su país, cuando ratificó que viajaría a Irán el 15 de mayo.

El mandatario sudamericano destacó en los últimos años por su voluntad pacifista y por su atrevimiento contrario al que venían demostrando los líderes de los países desarrollados, proclives a mantener un diálogo global sólo entre naciones amigas y, por tanto, a marginar a las que no lo son.

Sabido es también que Lula, motivado por el crecimiento económico de su país (Brasil está entre los cuatro estados emergentes con mayor proyección), aspira a constituirse en un articulador entre los dos hemisferios. Al margen de su búsqueda de aliados para obtener un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas. Por esto último  se entiende el leve giro evidenciado en la política brasileña para con Irán, a momentos crítica; no obstante, aún provoca recelo la debilidad de sus reparos al displicente tratamiento de los derechos humanos por parte de la república islámica.

Con un ojo puesto en las elecciones de octubre y el otro en dicha misión diplomática, ambiciosa de inicio y sobredimensionada en optimismo al final, Lula demostró que, al margen de la buena voluntad de mediar en la problemática nuclear e, incluso más allá, en Oriente Medio, su política exterior suele confundirse con el apetito personal. Esto acarrea desconfianza ante el peligro de una eventual legitimación de Irán y otros países que se mueven al límite de lo permitido al ser vinculados con el terrorismo.

Lula, la persona más influyente del mundo, según la revista Time, no vuelve a Sudamérica con la paz firmada por Ahmadinejad, pero tampoco trae las manos vacías. Él le llama «confianza»; EEUU, China y Rusia no están convencidos y se aprestan a aplicar sanciones a Irán, tras considerar que el acuerdo con Brasil y Turquía es una argucia para evitar los castigos.

Si aún quiere ser el gran conciliador de los conflictos que amargan al planeta, Lula tendrá que matizar sus energías de tal manera de no desentonar con los esfuerzos de los países por la paz.