Discriminación
Se previene mejor el racismo y la discriminación educando que sólo castigando
La posibilidad de una ley de este tipo es deprimente. Y lo es porque nos obliga a admitir que en Bolivia todavía existen prejuicios capaces de herir al otro al grado de merecer, como muestra el proyecto de ley, la cárcel. Es decir que, en lugar de vaciar las celdas hacinadas por delitos contra la vida de las personas, en breve habrá que hacer un lugar más para que purguen penas quienes apunten contra el alma de éstas.
No se puede negar, sería inútil, que racismo existe. Los chistes y los apodos, los insultos y hasta el lenguaje cotidiano están cargados de prejuicios contra una parte de la población que, históricamente en el país, se ha considerado inferior. La Razón hizo un trabajo hace unos años sobre los insultos, y comprobó que lo primero que sale de la boca de un boliviano, cuando se enfada con alguien, es una palabra o una frase racista. Lo que revela que en lo íntimo, en lo profundo, incluso en lo inconsciente, persiste la idea de que hay seres que valen menos y que están cargados de defectos.
Que muchas veces el tema pasa inadvertido para uno mismo, lo han hecho notar los afrobolivianos. A ellos les ha molestado desde siempre, y les molesta ahora, esa costumbre de pellizcar al compañero eventual cada vez que se pasa al lado de una persona de la raza negra. «Suerte negrito», se lanza el conjuro. ¡Qué inocente, parece! Y sin embargo molesta, pues el aludido queda reducido a un objeto, a una especie de amuleto.
Otra frase que no es bien recibida, según contaron alguna vez los afroecuatorianos, es eso de «gente de color». Pero, como uno no percibe el problema, usa la frase como un eufemismo.
En fin. Este tema es digno de reflexión y de revisión permanente no tanto de las palabras que se usa, sino del porqué se las usa.
Lo que no es inconsciente es la tendencia de los locales de diversión pública que se «reservan el derecho de admisión». Lo que quiere decir que el que admite va a fijarse en el posible cliente antes de aceptarlo. Claramente, no va a mirar el espíritu del solicitante, sino su aspecto físico. Si le parece que no es digno de cruzar el umbral, lo despachará y no siempre de la mejor manera. Esto sí es condenable.
Es claro que hay que desterrar el racismo y la discriminación. Lo que no queda tan claro es si se podrá lograr con una ley que castiga. El trabajo mayor, el que exige más creatividad, es el de la prevención. Y se previene educando a las nuevas generaciones libres de prejuicios.