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Cosas de carcachas

No queremos carcachas volando», había dicho el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, al referirse a las exigencias de seguridad que el Gobierno plantea a la empresa AeroSur.

En este mismo espacio, se ha dicho ya que nada más loable que el hecho de que el Estado se preocupe por temas tan sensibles y delicados como garantizar a los usuarios aviones en las mejores condiciones posibles. Pero, no deja de llamar la atención la dureza del lenguaje utilizado por el Mandatario: despectivo, hiriente. ¿Es necesario? Seguramente que no.

Debe haber las vías para lograr que una empresa cumpla las normas. Si un Estado tiene sus instituciones fuertes, basta con hacer cumplir las normas sin derecho al pataleo.

Por eso es que preocupa el tono en el que representantes del Gobierno suelen referirse a los interlocutores. Lo que suele pasar es que éstos arremetan, como hace AeroSur, poniéndose en una situación creíble de víctima. Basta ver el spot que se difunde en estos días.

Pero hay más. Las naves observadas han remontado vuelo nuevamente, pues, al parecer, cumplieron con las exigencias que se planteó a la empresa. Y, en un giro inesperado —estrategia de mercadeo, se diría—, AeroSur ha bautizado a los aviones como Carcacha 1 y 2. Cabe rogar a Dios que sean buenas carcachas.