Una clasificación de la consultora privada Mercer identifica las ciudades en el mundo que ofrecen la mejor y la peor calidad de vida. Para el listado se ha tomado en cuenta criterios como la estabilidad política, la criminalidad, los servicios bancarios, las libertades individuales, los servicios de salud, de educación, entretenimientos, vivienda y medio ambiente. La europea Viena, en Austria, ha calificado para el primer lugar. De hecho, en los 25 puestos privilegiados se encuentran varias ciudades de Europa. Atrás, en los puestos 78 y 79, asoman las primeras urbes de América Latina: Buenos Aires y Montevideo, superadas en todo caso por varias ciudades del Caribe.
Por supuesto que se podría alegar que una cosa es ‘vivir bien’ y otra ‘vivir feliz’. Que los paceños, por ejemplo, pueden alegar que felices son, por ejemplo, de poder bailar en las calles casi todo el año, o de salir a la puerta de casa o de la oficina para encontrar un puesto de venta con lo que necesitamos. Pero tal vez se trate de espejismos, porque no se puede estar bien ni feliz, por tanto, con servicios de salud pésimos, con una agenda cotidiana de paros y marchas, con ríos contaminados… Es decir, no se trata de echar el grito al cielo por la clasificación que ni incluye a nuestras urbes, sino de hacer un alto y preguntarnos si no podemos hacer más para vivir realmente mejor.