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Inmigrantes en EEUU

Obama, en noviembre de 2008, tras ser elegido el primer presidente afroamericano de la historia de su país, renovó la apuesta política por los ideales de siempre: la democracia, la libertad, la oportunidad, la esperanza. En busca de estas dos últimas, ilusionados con una vida mejor, llegaron un día los inmigrantes que contribuyeron, codo a codo con los nativos, al engrandecimiento de los Estados Unidos de Norteamérica.

El «sueño americano» se fue multiplicando y, solamente tomando en cuenta a los indocumentados, llegó a contar, en la actualidad, hasta 11 millones de almas. Ese número representa más o menos el cuatro por ciento de la población estadounidense. Cuatro de cada cinco de estos inmigrantes proceden de Latinoamérica, la              mayoría de México. Bolivianos, casi un millón.

¿Por qué importa tanto la regularización de estas personas? Entre otros motivos, su situación irregular se ha vuelto incontrolable y, cada vez más, los ingentes problemas de seguridad son atribuidos —no siempre con justicia— a los extranjeros «sin papeles».

El Congreso de EEUU le ha dado largas a un asunto demasiado importante, y con su desidia ha alentado una informalidad que ruboriza: El inmigrante ilegal construye el país más poderoso del planeta sin seguro médico, cobrando menos del salario mínimo y alejado de los sindicatos que piden respeto a los derechos de los trabajadores.

En Arizona se cansaron de esperar la prometida ley migratoria y aprobaron una norma que criminalizará a los ilegales. En el Congreso, los demócratas necesitan de, por lo menos, tres votos republicanos. Unos y otros coinciden en que el sistema de inmigración ha fracasado; entretanto, Barack Obama renovó su compromiso de atacar el problema, pero tampoco dio mayores luces de cómo lo hará.

El gobernador de California e inmigrante austriaco, Arnold Schwarzenegger, dijo una vez: «Cada vez que vamos a un restaurante y cada vez que nos mudamos, lo hacemos a un edificio que construyeron las manos de los indocumentados». Y Obama calificó a EEUU como «un país de inmigrantes».

EEUU debe buscar una solución más justa para los extranjeros que aportan al desarrollo de un país que no es solamente suyo. A cambio reciben una mano tendida, pero también dosis de  exacerbación nacionalista.