Política mal entendida
La confrontación es de nuevo fruto de una mala visión de la forma de hacer política en el país
Solamente al mal cálculo político se puede atribuir la reacción de Costas frente a una afirmación de García, quien el lunes restó legalidad a los estatutos autonómicos de las regiones de la denominada media luna entretanto no sigan los pasos constitucionales que corresponden.
El entredicho toma por sorpresa a la opinión pública luego de que, en semanas pasadas, el presidente Morales y el gobernador Costas lograran un histórico acercamiento. En efecto, los líderes del oficialismo y de la oposición —aunque ésta estuviese pasando por una de sus etapas más críticas y se concentrara, casi exclusivamente, en Santa Cruz— habían encontrado una veta para establecer unas relaciones, por lo menos, en el marco de la cordialidad. A falta de uno, dos encuentros marcaron una señal de respeto mutuo; algo que no parece mucho pero que realmente es significativo en un país como el nuestro donde la inmadurez política ha sido una constante de los últimos años.
Pese a distintos análisis pesimistas respecto de este saludable diálogo, ambos líderes políticos habían enviado al país un mensaje de suma importancia para consolidar lo que todos los bolivianos de bien ansían y es la paz nacional. Una luz de esperanza se había encendido, además, por la necesidad que existe de establecer una coordinación real entre el gobierno del MAS y las gobernaciones especialmente opositoras. Pero lo poco de bueno que se había construido en ese sentido, se derrumbó con el altercado entre Costas y García.
La confrontación ha vuelto a posicionarse como fruto de una mala visión de la forma de hacer política en el país. La acusación que denigra y no genera beneficio para nadie ocupa otra vez un lugar que ningún periódico independiente, ajeno a las mezquindades del poder y sus perseguidores, quisiera destacar. ¿Dónde queda, después de actitudes como la de Costas, la demanda del pacto fiscal antes de la aprobación de la Ley Marco de Autonomías? Pasa a un segundo plano, porque se ha decidido anteponer el ataque personal a los intereses legítimos de las regiones.
Al margen de tropezar en el agravio, Costas incurrió en lo que la oposición venía denunciando y no sin razón: se denuncia sin presentar pruebas. Esta vez —como antes se hizo en este mismo espacio pero a la inversa— toca señalar una desafortunada declaración de una autoridad opositora, en contra de otra oficialista, sin respaldo probatorio.