Eterno Fidel
Un personaje equiparable, para bien o para mal, a los que marcaron la historia
A veces, 83 años no parecen tantos. El líder de la revolución cubana los lleva, si no íntegro, al menos con lucidez. La decadencia física, inexorable, salta a la vista, más allá de que el aire caliente imprimiera sus bondades en la piel del caribeño cuya estela de lucha por ideales socialistas aún fulgura en este siglo XXI.
Es lunes 12 de julio y la pantalla chica lo muestra rodeado de papeles, a los que acude para responder a las preguntas del entrevistador, proclive al régimen de la isla, en la nota que se difunde por el socialista canal Telesur. Dice que lee periódicos todos los días. La edad no le ha hecho perder la costumbre de analizar sobre política internacional, y entonces una y otra vez recae en un tema habitual para él: Estados Unidos.
Varias alusiones al armamentismo desplegado por el país del norte, en especial con relación a Irán, demuestran que a Fidel Castro le preocupa la cuestión de la guerra. Influido por la consulta del periodista, termina comparando la política aplicada por Estados Unidos en Irak con la que, según su visión, podría estar planeando para Irán. Así, expresa su desconfianza en la actual gestión demócrata del Gobierno estadounidense: «Obama pretende engañar al mundo».
Pero la parte más fuerte de su declaración, polémica como todas las suyas, pasa por una advertencia: si Estados Unidos e Israel atacaran a Irán, se desatará una guerra nuclear. Puntualmente, señala: «Cuando se decidan a atacar a Irán se registrará una guerra después de otra». Y defiende sin tapujos al cuestionado presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, del que afirma que «no es un improvisado».
No habla de la liberación escalonada de presos políticos tras la mediación del Gobierno español y la Iglesia cubana; como si se tratara de una estrategia, su sola reaparición —fuera de sus columnas semanales de prensa— termina eclipsando ese suceso. Distendido, al final, desafiante de su rostro enjuto y cada vez menos rubicundo, cuenta que vio el Mundial de Sudáfrica, que sigue el exitoso desempeño de la selección de voleibol de su país.
A más de 50 años de la revolución que lo llevó al poder, Fidel se mantiene firme en sus ideales. Puede gustar o no. Se puede estar o no de acuerdo con sus pensamientos. Con él no hay medias tintas: se lo quiere o se lo odia. Un personaje equiparable, para bien o para mal, a los que marcaron la historia grande del planeta.