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¿Transformación en la Policía?

En un momento muy complicado para la institución del orden, el ministro de Gobierno, Sacha Llorenti, advirtió que «si en la Policía no existe una depuración real, entonces lamentablemente esta gloriosa institución estará conviviendo con algunos delincuentes que utilizan el uniforme verde olivo para sus intereses personales», agregando que «si no se transforma, se convierte en una amenaza para la sociedad».

Si bien los lazos que unen a la Policía con la delincuencia se han comprobado a varias escalas y merecen la debida investigación y extirpación —este año se identificaron y procesaron a 200 efectivos—, el problema con esta institución es aún mucho más complejo.

El primer conflicto pasa por lo mal pagada que es la profesión, donde la corrupción tiene más posibilidades para perforar la moral de los servidores del orden. El segundo se refiere al equipamiento, donde un delincuente común cuenta con recursos inalcanzables para los verde olivo, como chalecos antibalas. El tercero tiene que ver con el estigma social, pues la Policía no cuenta con el debido reconocimiento de la población y sí con el pesado prejuicio de la corrupción. Así, una verdadera transformación implicará cambios profundos y a largo plazo. Un operativo o un plan, como el llamado Punto Final, es insuficiente.