Icono del sitio La Razón

¡Ah, nuestro fútbol!

Cada vez que puede, este gobierno se muestra convencido de que la transparencia, al encarar cualquier empresa, pasa ineludiblemente por el Estado. No por nada el viceministro de Deportes, Miguel Ángel Rimba, apeló a ese concepto para justificar lo que se avecinaría: la intervención estatal en el manejo del fútbol boliviano.

A esta altura ya nada sorprende. Ha pasado bastante agua bajo el río revuelto de la Federación Boliviana de Fútbol, la Liga Profesional del Fútbol Boliviano y, últimamente, también de las asociaciones departamentales. La posibilidad de que el gobierno de Evo Morales intervenga en este entuerto suena cada vez con más fuerza.

Para mañana están previstas las elecciones con el propósito de dilucidar quiénes presidirán la Federación y la Liga, en las que se perfilan como candidatos sus actuales titulares: Carlos Chávez y Mauricio Méndez, respectivamente.

El sorprendente apoyo que ambos han conseguido entre las asociaciones sazonó de controversia los comicios a desarrollarse en un congreso ordinario, en Tarija. Hasta huelgas se han instalado en contra de esas postulaciones.

La desesperación por una salida a la crisis llevó a propuestas inesperadas como la de Guido Loayza, uno de los tres candidatos a la presidencia de la Federación, para que todos cedan en sus postulaciones y se busque el consenso.

Mientras se anuncia un domingo movido en la capital chapaca, los grandes problemas del fútbol boliviano —y del deporte en general— continúan esperando la seriedad de una clase dirigencial que, hasta ahora, sólo ha demostrado ineptitud y falta de trabajo en los temas que la gente reclama.

Vemos cómo otros países vecinos se subieron hace tiempo al carro del éxito demostrado recientemente por España y su título mundial en Sudáfrica. La fórmula aplicada en todos los ámbitos del deporte por el país ibérico, denominada Plan ADO, se replica con gran entusiasmo en Chile, Perú y no extrañe que Ecuador siga la misma línea.

La intervención del Estado no es lo ideal. La situación exige medidas urgentes, pero éstas deberían pasar por un manejo responsable y serio, a cargo de entidades independientes y, sobre todo, de dirigentes capaces y honestos.

Llegó el momento de que la actual dirigencia dé muestras de desprendimiento. El pueblo futbolero no aguanta más embustes. Las cosas están mal hace mucho y si algo sobra es la obcecación.