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Bolivia – Chile

«Es viable y tiene lógica reeditar el acuerdo de Charaña», titula el reportaje, entre otras varias afirmaciones que por venir de un militar de las más elevadas jerarquías castrenses y ser yerno del fallecido vicecomandante en Jefe del Ejército, Carlos Forestier (1977-1980), hombre de confianza y segundo después de Pinochet, tienen inusual importancia en la política internacional de ambos países, muy dignas de tomarse en cuenta, particularmente en este preciso momento en el que se abordan las relaciones bajo una llamada «Agenda de 13 puntos», que incluyen el problema marítimo de Bolivia.

Más que sorprender, aclara el criterio erróneo que se tiene de ser los militares chilenos los  responsables de toda negativa a resolver una salida soberana al mar Pacífico, cuando en verdad son los directos beneficiarios del enclaustramiento los de la negativa, o sea el «establishment», conformado por civiles de clase alta y clase media alta, la oligarquía y la derecha tradicional, de los cuales son paradigma el actual presidente y empresario Sebastián Piñera, la familia Lucsik Abaroa y otros dueños empresarios portuarios y de la zona franca de Iquique. Al respecto, comenta el entrevistador: «Cheyre es de los que creen que se puede forjar un acuerdo con Bolivia para resolver su demanda marítima. Que existen alternativas viables, como el fallido acuerdo que intentaron sellar Pinochet y Hugo Banzer en 1975; entregar a Bolivia un corredor por el norte de Arica a cambio de una compensación territorial».

Debemos recordar que el posible acuerdo fracasó debido a que la «compensación territorial» pretendía incorporar el «mar territorial» (mar de Chile), lo cual no está dentro de la lógica, porque se trata de agua de mar de doscientas millas marinas (Declaración de Soberanía Marítima de 1947), que nunca figuró entre los desprendimientos del Tratado de 1904, a cambio de territorio continental; menos ahora, que son parte del litigio que sostienen Chile y Perú en el Tribunal Internacional de La Haya.

Frente al daño ya centenario y los ingentes beneficios para Chile como el cobre, podría tratarse más bien de una compensación simbólica que resarza el precepto de «soberanía» por las aguas dulces del río Lauca y de los bofedales del Silala. Prevaleciendo la definición establecida por la Liga de las Naciones en 1920 de «soberanía de la moral y de la justicia».