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Gremialistas

El comercio es esencial, por supuesto. Alguien tiene que mediar entre el productor y el consumidor. Qué haríamos los ciudadanos sin tales mediadores. La dulcera de la esquina o el propio puesto de periódicos, son necesarios y, algunos, hasta parte del paisaje urbano cuya presencia se agradece.

Sin embargo, hay que admitir que tal función se ha distorsionado monstruosamente en ciudades como La Paz y El Alto. Así, la venta de verduras y hasta de carnes y de cualquier tipo de alimentos sale del ámbito de los mercados y restaurantes para instalarse en la vía pública. Y no sólo eso: música, videos, celulares, prendas de vestir, bisutería… todo está tendido en las aceras y, en ciertos lugares, aun en parte de las calzadas. Insufrible.

Tal es el poder que han acumulado los comerciantes gremialistas, por su cantidad y capacidad de movilización, que ningún alcalde paceño o alteño se animó a tocarlos en serio, a frenar su avance. Hay que decir que una excepción ha sido Juan del Granado, tras de no pocos conflictos: los retiró de El Prado, por ejemplo. Y ahora de la Pérez Velasco (aunque a cambio se haya tenido que sacrificar el paisaje de ese lugar de La Paz, con la antiestética estructura que resulta ser el nuevo mercado Lanza). En todo caso, lo que parece haber funcionado es aplicar medidas con mucha firmeza, pero con la dosis de diálogo que finalmente ha permitido romper lo que parecía un bloque monolítico.

Quien ahora enfrenta el problema, no por asentamientos sino por el proyecto de Ley General de Aduanas que endurece las sanciones a los contrabandistas, es el Gobierno central. Por ahora, los comerciantes de La Paz y Oruro están movilizados, han cercado la plaza Murillo con violencia, pues no sólo cierran el paso a los vehículos, también a los peatones, a quienes han llegado a golpear. Sus similares de Santa Cruz y Cochabamba anuncian que se    sumarán a las protestas. 

El vicepresidente Álvaro García Linera ha dicho: »No podemos rendirnos frente al contrabando; la ley tiene que ir».

Firmeza. Bien. Y de inmediato ha argumentado en torno a los falsos temores de los comerciantes y a los beneficios que sentirá la ciudadanía en general si se frena la importación ilegal de productos. Información, sí, pero que al parecer no está llegando a la gente precisa, como sí llegan, también lo dijo García, las insidias de los contrabandistas.