Moral a prueba
A varios dirigentes masistas les cuesta reconocer el propio talón de Aquiles
Varios de los puntales de la administración de Evo Morales han olvidado, unos más temprano que otros, los valores supremos en los que el MAS decidió afirmarse desde su nacimiento: el ama súa, el ama llulla y el ama quella (no robar, no mentir y no ser flojo). En cada una de esas recaídas, el Presidente sufrió los peores golpes de su mandato.
Tal vez por la falta de una oposición con peso político, el partido de gobierno parece correr solo en una carrera de largo aliento. Y, en esas lides, se restringe a combatir contra sus propias fuerzas; por eso afectan tanto al Presidente los golpes que le infligen sus propios correligionarios.
Es que la ‘revolución moral’ del MAS tropieza permanentemente con la debilidad de los que caen presa de la corrupción o, como se ha visto en cuatro casos de rutilancia mediática, de la borrachera del poder. La lista está encabezada por Santos Ramírez, implicado en el escándalo de los millones de YPFB, pero otros «pesos pesados» cayeron en similar desgracia: Félix Patzi, Gustavo Torrico, Fidel Surco, Abel Mamani…
La Razón, en un reportaje publicado el 9 de agosto, identificó nueve casos, en los cuales —es justo reconocerlo— el Gobierno se mostró dispuesto a no apañar a su gente; de hecho, separó de sus filas a los malos dirigentes. Es de esperar que continúe con la misma firmeza, pero ojalá con más entereza y con resultados más claros.
A varios dirigentes masistas, sin embargo, les cuesta reconocer que el talón de Aquiles de las gestiones socialistas de Morales ha sido la flaqueza moral de algunos de sus mandos. Al contrario de esa línea, el vicepresidente Álvaro García se sinceró no hace mucho al hablar de la necesidad de emprender una «reideologización» en el MAS. «Hay problemas en el instrumento, los arrastramos de años. Tiene que haber una reideologización para dejar de lado las pugnas personales y por cargos…», dijo.
Cabe ahora preguntarse cuánto ha cambiado la situación de crisis moral que se vivió durante los gobiernos neoliberales. La respuesta será: poco o nada. Y, a la vez, convendría cuestionarse cuán valiente y honesto ha sido este gobierno a la hora de enfrentarse a sus propios yerros, a los delitos cometidos por autoridades, en ocasiones, mediante alevosos casos de corrupción. La respuesta, en esta oportunidad, será: en general, bastante más valiente y honesto que otros gobiernos, aunque siempre hace falta más.