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El país contaminado

El medio ambiente en el país atraviesa por una crisis de la que costará salir. ¿Hace cuánto tiempo que se habla de la contaminación del agua, especialmente del río Pilcomayo? Basta con revisar la prensa de los últimos años a vuelo de pájaro para constatar que este tema no ha sido encarado de la mejor manera y que, lejos de solucionarlo, el problema se agrava cada vez más.

Con la contaminación del aire ocurre lo mismo. Ahora que el fuego aparece a diario en los televisores del país, abarcando a la flora de una parte de casi todos los departamentos, vuelve la preocupación por este tema. Antes, a juzgar por las acciones inexistentes de las autoridades nacionales, la contaminación era un espejismo, una ocurrencia visual.

Parece oportuno recordar que la contaminación del aire no se reduce a la quema de pastizales y chaqueos; también se da por las emanaciones de humo en los vehículos públicos y particulares, por la actividad industrial y por el quehacer diario en los hogares.

Algunos de los principales problemas de la ecología boliviana son: la erosión de los suelos, la deforestación, la contaminación de las aguas, la falta de saneamiento ambiental y la quema indiscriminada de pastizales y bosques.

Hay varias leyes orientadas al cuidado del medio ambiente, pero la débil estructura administrativa del Estado se ha encargado de volverlas estériles, como pasa con tantas otras normas cuya promulgación acabó siendo un verdadero saludo a la bandera. La cuestión ambiental es, así, una de las grandes tareas pendientes.

Por lógica, los gobiernos tienen la responsabilidad de emprender acciones que sirvan para mitigar, al menos, los conflictos derivados de las fluctuaciones a las que está sometida la naturaleza, generalmente, por la actividad del hombre. En el caso de los incendios forestales que se registran  en Bolivia, esta época suele llegar acompañada de los chaqueos   y, por lo tanto, el hombre origina ese fuego que luego se expande y se vuelve incontrolable. La situación, por otra parte, está siendo aprovechada por los pirómanos, gracias a cuya manía viene resintiéndose el ecosistema de algunos lugares del país.

Se necesita insistir en la prevención, pero también generar alternativas a los chaqueos para mimar los cultivos con el uso de la tecnología.