Autorregulación
Los periodistas deben consolidar un tribunal de ética y no responder a dos, como ahora
La tarea no es nada fácil. Como en la vida, a unos les resulta más difícil que a otros reconocerse a sí mismos, aceptarse o pensar en la posibilidad de cambiar para superar sus incómodos defectos. A los medios de comunicación les ocurre algo parecido.
La Carta Magna establece en el inciso II del artículo 107, que «la información y las opiniones emitidas a través de los medios de comunicación social deben respetar los principios de veracidad y responsabilidad. Estos principios se ejercerán mediante las normas de ética y de autorregulación de las organizaciones de periodistas y medios de comunicación y su ley».
Corrió bastante agua bajo el puente antes de que se escribiera ese artículo y, sin embargo, varias organizaciones del sector involucrado elevaron su protesta por la falta de consulta o por la insuficiente socialización de la norma, lo cual probablemente hubiese redundado en un consenso o en una aceptación más generalizada.
La línea debió partir de los primeros interesados, es decir, de los medios y de los periodistas. Y luego se tenía que implicar a la sociedad en su conjunto, como parte fundamental del proceso de la comunicación. Lamentablemente no fue así y aquéllos se dejaron anticipar por los políticos.
Ahora que la cancha está rayada, el Gobierno, la oposición y cualquier otra organización que no tuviese que ver con los principales involucrados, deben evitar inmiscuirse en la complicada labor que se avecina. Que ésta sea misión de periodistas y de medios, sin injerencias de ninguna clase; de otro modo, no se podría hablar de «autorregulación».
Por otra parte, el gremio se fortalecería con un solo tribunal de ética periodística, encargado de atender los casos de faltas que se cometieran en el ejercicio de esta profesión, y no con dos, como se tiene actualmente: uno de la Asociación Nacional de la Prensa (que representa a propietarios de los medios impresos) y otro de la Asociación Nacional de Periodistas, organismo colegiado.
Ese tribunal debería estar conformado por periodistas de trayectoria intachable, obviando la costumbre de invitar a formar parte del mismo a personalidades de otras profesiones que, si bien realizan una encomiable labor, no siempre conocen a fondo el oficio de los denunciados.
La autorregulación del periodismo debe ser encarada ya, con responsabilidad y asumida por quienes, al fin y al cabo, se verán a sí mismos en el espejo de la comunicación.