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Ladrillos calientes

Algo ha cambiado en la sociedad boliviana para bien en lo que respecta al trato que se da a los niños. Al menos en público, no se ve más lo que hace unos pocos  años era común: un adulto, normalmente padre o madre, golpeando, pellizcando, cocacheando al pequeño en plena calle.

No deben ser pocas las personas que recuerdan algún altercado por defender al niño en tales circunstancias. Algo ha cambiado, sí, para que al menos ante los demás se evite el maltrato. Quiere decir que existe la consciencia de lo negativo de tal proceder.

De allí, claro, a que la violencia contra los menores haya desaparecido de las prácticas educativas en la familia, e inclusive en la escuela, hay todavía trecho por recorrer, lamentablemente.

Ejemplo de ello es la tortura que una chica de 16 años ha inferido a sus sobrinos, de 2 y 5, causándoles un impedimento de hasta 50 días. La adolescente recurrió a ladrillos calientes sobre los que obligó a sentarse a los niños bajo el argumento de que así los iba a corregir.

Esto pasó en el municipio de Cercado, Cochabamba, pero no es el único lugar donde se usa el castigo del ladrillo, como se ha informado otras veces en la prensa. Es un paso que la gente sienta vergüenza de dar palizas y las esconda; pero hay que avanzar en el destierro de la violencia como método de educación.