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La industrialización

Todos los caminos para escapar de la pobreza conducen a la industrialización. Lo saben las autoridades y, a fuerza de tanto mentárselo, también la población. La pregunta es: ¿Se hará algún día? Y una adicional, a caballo entre el optimismo y el pesimismo: cuando sea una realidad, ¿no será demasiado tarde?

Alguien dirá —con toda razón— que nunca es tarde para dar un paso tan importante como el de la transformación de las materias primas de tal forma que se pueda pensar en la futura exportación de productos, obtenidos de aquellas, con valor agregado. Pero no menos cierto es que la demora juega en contra de los intereses nacionales, puesto que los mercados internacionales se vuelven cada vez más competitivos.

El anhelo de producir bienes materiales a partir de la transformación de materias primas se enmarca, en estos tiempos, dentro del nuevo modelo económico plurinacional. Para ello, el Gobierno se fijó un plazo de cinco años con una inversión de $us 17.000 millones. El objetivo es salir del ciclo de la pobreza y transitar hacia un país de mediano desarrollo, según la explicación ofrecida el domingo por el vicepresidente Álvaro García.

El nulo avance en el proceso de industrialización de los hidrocarburos —una prioridad que de inicio tuvo un estrepitoso fracaso con Santos Ramírez en la presidencia de YPFB— provocó que el país se estanque en materia de desempleo y deje de beneficiarse con los ingresos que reportarían las nuevas exportaciones. Pero eso no es nada: cuando la promesa se concrete, de aquí a por lo menos cinco años, no extrañaría que el mercado de los productos industrializados del gas estuviese ya copado, como lo vienen advirtiendo los analistas. Por otro lado, ¿este proceso se materializará sin capital privado? ¿Otra vez se confiará en la honestidad de los administradores públicos?

Los ambiciosos planes del Gobierno deberían incluir la participación de sectores importantes de la sociedad, principalmente de aquellos vinculados con la economía y que no son públicos, sino privados. Así, no se dejaría todo librado a la suerte de la administración del Estado (hay que pensar que la buena voluntad de la actual gestión puede cambiar en el futuro, con estos o con otros administradores).

Los hidrocarburos son la principal apuesta de la industrialización, por tanto, el país vuelve a apostar todas sus fichas al gas. Si lo hace mal, nos irá mal a todos.