La batalla por las almas ucranianas
Para 2021, el mayor número de creyentes ortodoxos ya se identificaban con la Iglesia Ortodoxa de Ucrania
Contrario a la estabilidad de las instituciones religiosas, en Ucrania la lucha por la independencia y la guerra contra Rusia generan realinderamientos religiosos que producen vértigo. Es que la guerra es también una batalla por las almas.
En este caso, la de un país que estuvo por décadas y siglos sometido al yugo del imperio ruso. Su cambio cultural es ahora de tal intensidad que todos los días, en los últimos años, una o dos parroquias de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana del Patriarcado de Kyiv (rusa) transfieren su lealtad a la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, como me lo comentó Victor Yelenskyi, el jefe del Ministerio o Servicio Estatal para Asuntos Étnicos y Libertad de Conciencia.
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Para tener un contexto, Ucrania se ha identificado como cristiana ortodoxa en su mayoría, en una proporción que podía superar el 70 o 75% antes de la disolución de la Unión Soviética. La mayoría adscritos a la Iglesia Ortodoxa Rusa, a secas, con un número pequeño de creyentes de la Iglesia Ortodoxa Autoacéfala Ucraniana, fundada en 1921 y luego perseguida por Stalin.
Seguidamente han estado los católicos de la Iglesia Greco-Católica Ucraniana con cerca del 9%, quienes reconocen la autoridad del Papa, aunque mantienen las prácticas de la liturgia oriental bizantina. Una iglesia que era la mayor en la clandestinidad de toda Europa, pues Stalin y el régimen soviético buscaron decapitarla sin piedad. Luego seguían los católicos romanos, con cerca de 1% de los creyentes, y otras minorías de judíos, protestantes y testigos de Jehová.
Solo fue hasta 1989, en el marco de las reformas de Mijaíl Gorbachov, que la Iglesia Greco Católica de Ucrania y la Ortodoxa Autoacéfala Ucraniana obtuvieron estatus legal. Aunque fue entonces cuando el panorama eclesiástico dio un vuelco.
Buena parte del pueblo ortodoxo ucraniano comenzó a exigir la creación de una iglesia independiente del Patriarcado de Moscú, lo que este aceptó en 1990 con un simple enroque y la conformación de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana (rusa) del Patriarcado de Kyiv, bajo la jurisdicción y tutela de Moscú.
En medio de las tensiones del proceso de independencia de agosto de 1991, y cuando muchos ucranianos comenzaron a identificarse con la religión más por motivos puramente patrióticos, en 1992 se estableció la Iglesia Ortodoxa Ucraniana del Patriarcado de Kyiv, encabezada por el Patriarca Filaret, luego llamada Iglesia Ortodoxa de Ucrania. Moscú la declaró cismática.
Para entonces, y con algunas fusiones de por medio, el panorama religioso en Ucrania se había diversificado, con dos iglesias ortodoxas principales, una Greco Católica, otra católica y varias más minoritarias. Sin embargo, la llegada al poder de Vladimir Putin en 2000 significó un nuevo viraje, en el cual la religión estaba destinada a ser de nuevo caballo de Troya de la diplomacia del Kremlin y de la “reimperialización” rusa.
Si las tensiones habían aumentado y las actividades de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana (rusa) ya habían sido puestas en duda por muchos ucranianos, su lealtad quedó cuestionada tras la agresión de febrero de 2014. Su postura oficial era de oposición al derramamiento de sangre, aunque el Patriarca Kirill de Moscú despertó ira por bendecir los misiles y por abstenerse de censurar la invasión.
La situación condujo a una sangría de creyentes que abandonaron la Iglesia Ortodoxa Ucraniana (rusa) del Patriarcado de Kyiv en favor de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, y también motivó al patriarca ecuménico Bartolomé de Constantinopla, la máxima autoridad de la Iglesia Ortodoxa, a otorgar el 6 de enero de 2019 el decreto especial sobre la autocefalía.
Tras la invasión a gran escala de Ucrania en febrero de 2022, la situación se volvió insostenible para Kyiv y la Iglesia Ortodoxa Ucraniana (rusa) del Patriarcado de Kyiv se encontró efectivamente como una rama de un organismo extranjero hostil. El Patriarca Kirill de Moscú afirmó en septiembre de 2022 que morir en la guerra contra Ucrania «limpia todos los pecados», lo que hundió aún más la menguante reputación de la iglesia rusa.
Así, aunque muchos ucranianos ni siquiera sepan acerca de la alineación de su parroquia, el panorama de la composición de las iglesias en el país dio un giro copernicano.
Para 2021, el mayor número de creyentes ortodoxos ya se identificaban con la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, fundada en 1992, en un 39,8%, mientras que la Iglesia Ortodoxa Ucraniana (rusa) contaba con el 21,9%, como me lo comentó Yuriy Yakymenko, presidente del prestigioso centro de estudios Razumkov Centre en Kyiv.
Una diferencia que sin embargo se ha ampliado abrumadoramente después de la invasión a gran escala de febrero de 2022, según Victor Yelenskyi. Un hecho tal vez apenas natural, pues con lo que no contaba Putin era precisamente con la determinación de un pueblo de luchar por su libertad.
(*) John Mario González es analista internacional, escribe desde Kyiv