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Thursday 21 Sep 2023 | Actualizado a 21:08 PM

Consumo de drogas

Bolivia presenta un consumo de drogas incipiente. Pero, el riesgo de que dicho consumo crezca entre la población preocupa a la Organización de las Naciones Unidas, que ve que existen factores que podrían desencadenar en tal situación.

/ 1 de octubre de 2010 / 05:00

Bolivia presenta un consumo de drogas incipiente. Pero, el riesgo de que dicho consumo crezca entre la población preocupa a la Organización de las Naciones Unidas, que ve que existen factores que podrían desencadenar en tal situación. Uno de ellos es, justamente, que ya hay consumidores, y el otro, que el país es un punto de tránsito para el narcotráfico, además de que produce la coca, materia base de la cocaína.

Lo bueno, según César Guedes, de la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC), es que los bolivianos estamos a tiempo de  revertir el peligro.

Claramente, un tema preocupante será siempre el hecho de que la gente, los jóvenes sobre todo, se dejen envolver en el círculo de las drogas. Hay un problema de salud en esto y, por tanto, de futuro de país. Pero es mucho más grave en un medio, en un mundo, que prohíbe y penaliza el tráfico y el consumo de tales drogas, lo que hace que el negocio ilícito se convierta en un foco de delincuencia de enorme magnitud. La prueba triste se observa ahora en México.

En la medida en que el consumo se dispare, que haya más demanda interna, será mucho más difícil luchar contra los narcotraficantes. Ya ahora lo es. Cabe tenerlo muy presente, tanto a nivel de autoridades como de la propia población.

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Algo está terminando

Lucía Sauma, periodista

/ 21 de septiembre de 2023 / 08:40

En 20 años esta será la primera vez que no estarán en la Champions League ni Messi, ni Cristiano Ronaldo, otras estrellas del fútbol los reemplazarán en el torneo europeo, lo cierto es que esa etapa, la de Leo y Cristiano, llegó a su fin. Joan Manuel Serrat se despidió de los escenarios en diciembre del año pasado después de 57 años de regalar poesía y música a cientos de millones de personas de habla hispana. Elton John también se despidió luego de “52 años de pura alegría tocando música». Todo esto indica claramente que algo está terminando, que tenemos que hablar por lo que fueron o hicieron en su momento, de cómo nos marcaron, de la herencia y los recuerdos que de ellos atesoramos.

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Los restos de inocencia que uno suele guardar para afrontar los momentos de adversidad nos pueden hacer pensar que no habrá nada mejor que lo que nos hizo vibrar, sin embargo la realidad que puede parecer cruel porque viene vestida de verdad, tiene cientos de ejemplos para demostrar que en la historia de la humanidad siempre hubo, hay y habrá un cielo plagado de estrellas que se descubren cuando se apaga la luz y se levanta la vista para observar en silencio, es decir que cada noche aparecen nuevos astros, siempre hay nuevos brillos por develar.

Hay que saber despedirse del propio tiempo, sin despreciar, sin olvidar, solo con la certeza que no todo pasado fue mejor, sino que simplemente fue bueno, muy bueno, pero que la vida es exigente y al mismo tiempo equitativa porque toda época tiene que echar sus propios dados y recibir los vítores de la buena fortuna, la genialidad de sus genios, los poemas de sus poetas, los designios de sus dioses.

Nos queda esperar o producir con delirante inquietud lo bueno y hermoso que está por venir. Si no tenemos el suficiente ingenio para crearlo, al menos tengamos la suficiente delicadeza   para darle la bienvenida y acompañar su debut con atención y respeto. Cada época, cada generación viene cargada de ansias, de sueños, de dolores nuevos, de angustias y esperanzas nuevas que se transforman en inventos nuevos, en sabores renovados, en ideas recién construidas. ¿Cómo no esperar lo nuevo? ¿Cómo no sentir curiosidad por lo desconocido? ¿Quién sabe qué trae? ¿Quién sabe quién será el inventor?

El más bello de los mares

es aquel que no hemos visto.

La más linda criatura

todavía no ha nacido.

Nuestros días más hermosos

aún no los hemos vivido.

Y lo mejor de todo aquello que tengo que decirte

todavía no lo he dicho.

(Nazim Hikmet)

(*) Lucía Sauma es periodista

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La batalla por las almas ucranianas

Para 2021, el mayor número de creyentes ortodoxos ya se identificaban con la Iglesia Ortodoxa de Ucrania

John Mario González

/ 21 de septiembre de 2023 / 08:33

Contrario a la estabilidad de las instituciones religiosas, en Ucrania la lucha por la independencia y la guerra contra Rusia generan realinderamientos religiosos que producen vértigo. Es que la guerra es también una batalla por las almas.

En este caso, la de un país que estuvo por décadas y siglos sometido al yugo del imperio ruso. Su cambio cultural es ahora de tal intensidad que todos los días, en los últimos años, una o dos parroquias de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana del Patriarcado de Kyiv (rusa) transfieren su lealtad a la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, como me lo comentó Victor Yelenskyi, el jefe del Ministerio o Servicio Estatal para Asuntos Étnicos y Libertad de Conciencia.

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Para tener un contexto, Ucrania se ha identificado como cristiana ortodoxa en su mayoría, en una proporción que podía superar el 70 o 75% antes de la disolución de la Unión Soviética. La mayoría adscritos a la Iglesia Ortodoxa Rusa, a secas, con un número pequeño de creyentes de la Iglesia Ortodoxa Autoacéfala Ucraniana, fundada en 1921 y luego perseguida por Stalin.

Seguidamente han estado los católicos de la Iglesia Greco-Católica Ucraniana con cerca del 9%, quienes reconocen la autoridad del Papa, aunque mantienen las prácticas de la liturgia oriental bizantina. Una iglesia que era la mayor en la clandestinidad de toda Europa, pues Stalin y el régimen soviético buscaron decapitarla sin piedad. Luego seguían los católicos romanos, con cerca de 1% de los creyentes, y otras minorías de judíos, protestantes y testigos de Jehová.

Solo fue hasta 1989, en el marco de las reformas de Mijaíl Gorbachov, que la Iglesia Greco Católica de Ucrania y la Ortodoxa Autoacéfala Ucraniana obtuvieron estatus legal. Aunque fue entonces cuando el panorama eclesiástico dio un vuelco.

Buena parte del pueblo ortodoxo ucraniano comenzó a exigir la creación de una iglesia independiente del Patriarcado de Moscú, lo que este aceptó en 1990 con un simple enroque y la conformación de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana (rusa) del Patriarcado de Kyiv, bajo la jurisdicción y tutela de Moscú.

En medio de las tensiones del proceso de independencia de agosto de 1991, y cuando muchos ucranianos comenzaron a identificarse con la religión más por motivos puramente patrióticos, en 1992 se estableció la Iglesia Ortodoxa Ucraniana del Patriarcado de Kyiv, encabezada por el Patriarca Filaret, luego llamada Iglesia Ortodoxa de Ucrania. Moscú la declaró cismática.

Para entonces, y con algunas fusiones de por medio, el panorama religioso en Ucrania se había diversificado, con dos iglesias ortodoxas principales, una Greco Católica, otra católica y varias más minoritarias. Sin embargo, la llegada al poder de Vladimir Putin en 2000 significó un nuevo viraje, en el cual la religión estaba destinada a ser de nuevo caballo de Troya de la diplomacia del Kremlin y de la “reimperialización” rusa.

Si las tensiones habían aumentado y las actividades de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana (rusa) ya habían sido puestas en duda por muchos ucranianos, su lealtad quedó cuestionada tras la agresión de febrero de 2014. Su postura oficial era de oposición al derramamiento de sangre, aunque el Patriarca Kirill de Moscú despertó ira por bendecir los misiles y por abstenerse de censurar la invasión.

La situación condujo a una sangría de creyentes que abandonaron la Iglesia Ortodoxa Ucraniana (rusa) del Patriarcado de Kyiv en favor de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, y también motivó al patriarca ecuménico Bartolomé de Constantinopla, la máxima autoridad de la Iglesia Ortodoxa, a otorgar el 6 de enero de 2019 el decreto especial sobre la autocefalía.

Tras la invasión a gran escala de Ucrania en febrero de 2022, la situación se volvió insostenible para Kyiv y la Iglesia Ortodoxa Ucraniana (rusa) del Patriarcado de Kyiv se encontró efectivamente como una rama de un organismo extranjero hostil. El Patriarca Kirill de Moscú afirmó en septiembre de 2022 que morir en la guerra contra Ucrania «limpia todos los pecados», lo que hundió aún más la menguante reputación de la iglesia rusa.

Así, aunque muchos ucranianos ni siquiera sepan acerca de la alineación de su parroquia, el panorama de la composición de las iglesias en el país dio un giro copernicano.

Para 2021, el mayor número de creyentes ortodoxos ya se identificaban con la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, fundada en 1992, en un 39,8%, mientras que la Iglesia Ortodoxa Ucraniana (rusa) contaba con el 21,9%, como me lo comentó Yuriy Yakymenko, presidente del prestigioso centro de estudios Razumkov Centre en Kyiv.

Una diferencia que sin embargo se ha ampliado abrumadoramente después de la invasión a gran escala de febrero de 2022, según Victor Yelenskyi. Un hecho tal vez apenas natural, pues con lo que no contaba Putin era precisamente con la determinación de un pueblo de luchar por su libertad.

(*) John Mario González es analista internacional, escribe desde Kyiv

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Cuando dejé de intentar optimizarme, mejoré

Una gran actuación no es más que un momento encantador, y momentos bellos están en todas partes

Francis Sanzaro

/ 21 de septiembre de 2023 / 08:28

Hace unos años, me paré debajo de un acantilado rojo cerca de mi ciudad natal, Carbondale, Colorado. Justo cuando estaba a punto de escalar, unos nervios en mi cuerpo, que aún no había sentido, me saludaron. Desesperado, pinté una capa de confianza en mis paredes internas de duda. Me visualicé en la cima, celebrando. No funcionó. Caí cerca de la cima. Me di cuenta que las ganas de escalar la ruta me habían impedido hacerlo. Mi autoestima estaba ligada en ese momento a mi éxito o fracaso, y eso desencadenó una reacción en cadena: deseo antinatural, presión, ansiedad por el desempeño, anticipación, una mente enamorada de arriba pero un cuerpo luchando abajo, mala toma de decisiones, irregularidad, movimiento, distracción, frustración. Todo en ese orden también.

Por capricho, me dije a mí mismo que en mi próximo intento, el éxito o el fracaso eran irrelevantes. “Haz un movimiento a la vez. Eso es todo.» Me di un pase de cualquier cosa que sucediera. Caso cerrado. Funcionó. Floté hasta la cima con aplomo, claridad y desconcierto. Ese momento me hizo pensar y luego investigar. En algún momento, enmarqué esta experiencia en términos de aritmética simple: cuando agregué determinación, confianza en mí mismo, deseo, fallé. Cuando me quité las ganas de éxito, mi cuerpo se movía con mayor fluidez y naturalidad. Yo mejoré. También lo disfruté más. Descubrí el poder de la resta.

La táctica de la resta va contra la corriente de la revolución de la mentalidad, en la que parece que todo el mundo está añadiendo tal o cual cualidad a su enfoque mental. La mentalidad de crecimiento. Pero en este género de autooptimización, si se le puede llamar así, estamos agregando más y más cinta adhesiva a algo que no está roto (nuestra mente) hasta que queda tan cubierto que perdemos de vista la máquina bellamente diseñada que hay debajo. todo y así, de hecho, se rompe.

Esta idea (de realizar actos con la menor interferencia posible) no solo es aplicable en los deportes. Como ha dicho el psicólogo Ken Ravizza: «Realiza un momento a la vez». Mi experiencia en los años transcurridos desde esa escalada me ha enseñado, de manera inequívoca, que el cuerpo no tiene sentido de conceptos como éxito o fracaso. Los conceptos se originan en la mente, y lo mismo ocurre con la vida como con los deportes. Leer sobre lo que los mejores atletas consideraban el estado mental ideal me llevó a algunas conclusiones sorprendentes. Primero, el poder de la resta había estado ahí todo el tiempo. En segundo lugar, es mucho más difícil de practicar de lo que pensaba. En tercer lugar, ganas más cuando lo encarnas. Y, para que conste, no hay nada malo en ganar. Pero para desenredarnos de esos vínculos de autoestima, necesitamos cultivar cualidades más sutiles: inteligencia emocional, moderación y la capacidad de reconocer y aceptar nuestros sentimientos. La clave es eliminar las barreras a la claridad, no agregarlas con la esperanza de alcanzar nuestras metas.

Desde principios hasta mediados de la década de 1920, el autor francés Antoine de Saint-Exupéry voló aviones, comercialmente durante un tiempo, y también para la Fuerza Aérea Francesa. Fue un aventurero, un poeta de la vida. También escribió uno de mis libros favoritos: Viento, arena y estrellas. En él encontré una de las líneas más inteligentes jamás escritas sobre la condición humana, a pesar de que en ese momento hablaba de aviones: “La perfección se logra no cuando no hay nada más que agregar, sino cuando no queda nada que quitar. cuando un cuerpo ha sido despojado hasta su desnudez”. Ese día, al final de la subida, finalmente entendí de qué me hablaba Saint-Exupéry. Sumar es algo natural en la vida, desde el simple acto de vivir; se forman hábitos, los patrones mentales se vuelven fijos. Los celos, las inseguridades y las fobias se arraigan con una facilidad inquietante. Es posible que intentemos arreglarnos nosotros mismos, pero a menudo colocando más tiras de cinta adhesiva. Pero, en contra de lo que parece sentido común, se requiere trabajo diario para volver a la desnudez.

Una gran actuación no es más que un momento encantador, y momentos bellos están en todas partes. Para llegar allí, necesita eliminar lo que está causando anticipación y frustración: la impaciencia hacia sus seres queridos, los celos hacia un amigo o el enojo hacia sus hijos. Como aconseja Saint-Exupéry, hay que ir quitando hasta que no quede nada que quitar. ¿Qué queda cuando haces eso? Solo una acción. Estás en ello, entonces, en el deporte o en el amor, con claridad, intensidad y solidez. Te adaptas rápida y hábilmente. Ya no estás obligado por la suma. Eres libre de actuar.

Eso es ganar. Eso es perfección.

(*) Francis Sanzaro es filósofo y columnista de The New York Times

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Los BRICS 3.0 y la multipolaridad

El problema de los BRICS 3.0 es que los objetivos hasta ahora han sido amplios en materia económica y los intereses no son tan comunes

Gabriel Loza

/ 20 de septiembre de 2023 / 09:02

El reciente anuncio de la ampliación formal de los BRICS a principios de 2024, con la incorporación de Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, y la lista de espera de 23 nuevos postulantes, ha abierto el debate sobre la emergencia de un nuevo polo de los países emergentes y en vías de desarrollo en el contexto mundial actual de la geofragmentación económica y política.

El problema parte de que no estarían claros los objetivos del BRICS. Inicialmente con la conformación en 2009 del BRICS 1.0 con Brasil, China, India y Rusia, el objetivo parecía económico con base a cuatro economías emergentes y una población del 40% del total mundial. Sin embargo, con la inclusión de Sudáfrica en 2010 con el BRICS 2.0, el objetivo parecía político.

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En la situación actual del BRICS 3.0 con seis nuevos países, el objetivo político se desprendería de las declaraciones del presidente ruso Vladimir Putin y el presidente chino Xi Jinping, como el de construir un grupo que pueda hacer frente a la influencia occidental y crear las bases para un orden internacional alternativo, con menos dependencia del dólar estadounidense

La cuestión del rol de los BRICS es tratar de encasillarlo a los moldes tradicionales, dado que es una asociación económica y comercial pero no postula como objetivo el libre comercio, ni mercado común, como tampoco una Unión Económica. Pone énfasis en el financiamiento de proyectos de infraestructura a través del Nuevo Banco de Desarrollo del BRICS (NDB por sus siglas en inglés). Su peso en el comercio mundial está dado por una incidencia en el 16,1% de las exportaciones y 14,9% en las importaciones, según la OMC, y representa más del 40% de la población mundial, 25% del PIB mundial y un 30% de la superficie terrestre.

Por eso es necesario considerar el actual contexto mundial, que no solo se caracteriza por la fragmentación económica sino principalmente geopolítica y por la guerra tecnológica entre Estados Unidos y China. Si bien hay una multipolaridad económica, en el campo militar hay una sola potencia como Estados Unidos, y en el frente tecnológico se quiere conducir a una bipolaridad. 

Lo cierto es que el Orden Económico Internacional, creado después de la Segunda Guerra Mundial en 1946, ya no refleja el peso ni el dinamismo de las economías emergentes, no solo a nivel de Naciones Unidas sino de los organismos financieros internacionales y la OMC. Es en este marco donde los BRICS pueden jugar un rol y, si no reconfigurar el escenario internacional, por lo menos poner en el tablero otros actores con vistas a llegar a un orden con reglas claras, multilaterales, donde no prime la potencia militar, sino se considere el rol y peso de las economías emergentes y en desarrollo.

Sin embargo, el problema de los BRICS 3.0 es que los objetivos hasta ahora han sido amplios en materia económica y los intereses no son tan comunes, como por ejemplo entre China e India o entre países exportadores de petróleo, como Irán, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Rusia, respecto a los importadores India y China. Y además China domina los BRICS siendo el doble del tamaño de los demás países, y Estados Unidos es más grande que el resto del G7, por lo que cada uno de los polos domina a su grupo.

El otro tema es la dependencia del dólar estadounidense, puesto que si bien se pueden hacer acuerdos de compensación o swaps entre monedas en el intercambio recíproco, como en el caso de Argentina y China, ni hablar del tema en las transacciones financieras ni en las reservas internacionales. El yuan ha llegado a un nivel más bajo respecto al dólar en 16 años y su mercado de divisas no es abierto, sino regulado.

El Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS ha aprobado proyectos de infraestructura por $us 32.400 millones. En 2021, el NBD admitió a Bangladesh, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Uruguay. Tiene su membresía diferente a la de los BRICS, depende del aporte de capital, por lo que participar en el BRICS 3.0 con la idea de obtener financiamiento no es lo mismo.

Lo cierto es que el BRICS 3.0 es un nuevo espacio político y económico y una opción multipolar frente a la fragmentación económica y geopolítica, con organismos internacionales alineados, y su éxito realmente dependerá de su efectividad, no de su composición o tamaño.

(*) Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista

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Biden y el poder

La reelección —o más bien el acto de postularse para la reelección— no es un regalo inesperado ni algo secundario al puesto

Jamelle Bouie

/ 20 de septiembre de 2023 / 09:01

Quedó claro desde el principio que, salvo alguna circunstancia imprevista, las elecciones presidenciales de 2024 serían una revancha entre Donald Trump y Joe Biden: la primera contienda con dos presidentes en la boleta desde el enfrentamiento a cuatro bandas de 1912 entre William Howard Taft y Theodore Roosevelt, el advenedizo Woodrow Wilson y el socialista de largo alcance Eugene V. Debs.

La mayoría de los estadounidenses, según informa una encuesta reciente de CBS News, piensan que una revancha entre Trump y Biden es evidencia de un sistema político roto. Pero la mayoría de los estadounidenses que planean votar están, no obstante, resignados a votar por Biden o Trump en noviembre. Esta palpable sensación de agotamiento es quizás la razón por la que tantos observadores políticos han comenzado a especular sobre un futuro en el que Biden, al menos, no se postule.

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La reelección —o más bien el acto de postularse para la reelección— no es un regalo inesperado ni algo secundario al puesto. Es una de las formas en que los presidentes buscan preservar su influencia, ganen o no otro mandato.

Durante la carrera presidencial de 2020 existía la idea de que Biden sería un mandato interino. “Biden debería hacer lo honorable y comprometerse a mantenerse al margen después de completar un primer mandato exitoso”, declaró un artículo de opinión de CNN. Algunos de los asesores de Biden incluso plantearon la idea de que esencialmente se haría a un lado después de ganar las elecciones. “Según cuatro personas que hablan regularmente con Biden”, escribió Ryan Lizza de Politico en 2019, “todos los cuales pidieron el anonimato para discutir asuntos internos de la campaña, es prácticamente inconcebible que se postule para la reelección en 2024, cuando lo haría ser el primer presidente octogenario”.

Incluso el propio Biden dijo que se veía a sí mismo como un “candidato de transición”. Quizás eso fue cierto en los meses posteriores a su nominación. Sin embargo, por razones que ahora deberían ser obvias, fue una fantasía. No hay camino más rápido hacia la irrelevancia política y política que el que un presidente le diga a la nación que planea hacerse a un lado. Biden podría ser un presidente eficaz y exitoso o podría ser una figura de transición de un solo mandato. No puede no ser ambas cosas. Un presidente que no tiene la intención de postularse para la reelección es esencialmente un presidente que puede ser ignorado con seguridad como si fuera una nulidad. Nadie que quisiera lograr algo con la oficina haría esa promesa.

También seamos honestos acerca del individuo en cuestión: el tipo de persona, como Joe Biden, que planea y conspira durante toda su vida para convertirse en presidente querrá servir mientras la ley y el público votante lo permitan.

A falta de un giro extraordinario de los acontecimientos, Biden estará en las elecciones del próximo año. Él lo quiere, gran parte del Partido Demócrata institucional lo quiere, y no hay apetito entre los hombres y mujeres que podrían querer ser el próximo presidente demócrata para tratar de quitárselo. Los demócratas están comprometidos con Biden y no les queda otra opción que llevar esa elección hasta su conclusión.

(*) Jamelle Bouie es columnista de The New York Times

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