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Periodismo enemigo

El oficio del periodismo —»oficio» antes de que se volviera profesión con la llegada de las carreras de Comunicación Social— nunca fue fácil. En democracia y peor durante los gobiernos de facto. Los trabajadores de la prensa, por su carácter fiscalizador y su responsabilidad de brindar un servicio social, han afrontado siempre, en todos los regímenes, conflictos; de distinto calibre pero conflictos al fin.

Es cierto que el actual gobierno ha puesto al periodismo en una posición que éste, en lo genérico, sin identidad empresarial alguna, no hubiese querido ocupar. El presidente Morales llegó a identificar a los medios como sus «enemigos».

Pero el carácter frontal de Morales le llevó a tomar posturas similares con otros sectores, siempre recurriendo a la figura del adversario. En mayo de este año declaró «enemigos de Bolivia» a los maestros que estaban en huelga; en agosto del 2009, los «enemigos de la patria» eran los ex jefes militares que se involucraron en la entrega de misiles chinos a EEUU y exactamente lo mismo, un año antes, los opositores que rechazaban el entonces proyecto de Constitución Política del Estado.

Más atrás en el tiempo, en julio del 2008, el Tribunal Constitucional y algunas cortes electorales eran «enemigos de la democracia» para el Mandatario. Y el capitalismo llegó a ser el «primer enemigo de la Madre Tierra». En realidad, pocos —sus  colegas antecesores y la Iglesia Católica, no— se salvaron de esta consideración presidencial. Como se ve, la historia del Presidente con sus enemigos es larga.

La oposición política está más oculta que nunca. Y esta coyuntura, sumada a la controversia de los artículos 16 y 23 de la ley antirracismo, sitúa de nuevo al periodismo no en medio de un fuego cruzado, como habitualmente suele pasar, sino del lado de uno de los bandos enfrentados.

Tres periodistas chuquisaqueños han sido imputados en la justicia por el caso «24 de mayo», que se abrió con el impulso del MAS para encontrar a los culpables de la vejación de un grupo de campesinos. A ellos no se les pretende aplicar la Ley de Imprenta y éste es otro síntoma que alienta a los «enemigos» del Presidente a pensar en una persecución.

Son tiempos complicados para la prensa. El Gobierno tendría que rever su relación con los medios, los que en general, con pocas excepciones que confirman la regla, trabajan con el convencimiento de que la democracia es el objetivo mayor.