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Huelga a la francesa

Se trata de la novena protesta en siete meses y por el mismo tema: la reforma al sistema de pensiones. El Gobierno galo pretende subir de 60 a 62 años la edad mínima de la jubilación y de 65 a 67 para los trabajadores que no hayan cotizado el tiempo necesario para cobrar la pensión completa.

Fieles a una larga tradición sindical, sectores sociales de izquierda se han embarcado en una lucha sin tregua. El presidente Sarkozy, presionado por las circunstancias, ha abandonado la pasividad y se ha puesto a la ofensiva instruyendo a la Policía que despeje los bloqueos a los depósitos de combustible que han provocado desabastecimiento en el país. Y para hoy se espera la aprobación de la polémica ley en el Senado.

Así las cosas, resulta fácil imaginar otra semana de conflictos aunque el Gobierno espera contenerlos, paradójicamente, con esa ley. Las repercusiones no sólo se sienten en el ámbito nacional: ha subido el petróleo y se han cancelado vuelos y trenes.

Reforma de pensiones… El eterno debate de subir o bajar la edad de la jubilación; una discusión de la que los bolivianos tampoco logramos salir a flote hace mucho tiempo.

Sarkozy dudó al principio, mas luego sacó a relucir las garras: «los violentos no tendrán la última palabra». Confía en una buena incidencia del invierno y de las vacaciones escolares.

La medida de austeridad se entiende en el marco de otras que forman parte de una serie de reformas económicas de aplicación en distintos países europeos. La falta de respaldo social, en este caso, lleva a pensar en las diferencias que se pueden plantear a la hora de ir adelante con este tipo de acciones impopulares, sea cual fuera la ideología imperante.

La pugna, en Francia, está servida. La izquierda unificada como pocas veces, con sindicatos, estudiantes y partidos opositores, pareciera fortalecerse ante el paso de las horas y Sarkozy, ante los 18 meses para las próximas elecciones presidenciales y con un índice de popularidad rondando el 30%, debe medir con regla cada uno de sus actos si el 2012 quiere renovar su estadía en el Elíseo.

La aceptación del Presidente tuvo una fuerte caída desde que su gobierno aplicó otra política impopular: la expulsión de gitanos. Ahora se ve contra las cuerdas y el socialismo, allá también, está al acecho. Si las encuestas continúan con la tendencia actual, su reemplazante sería un candidato de esa corriente.