Secretos de web
¿Es éste un ataque a la comunidad internacional, como dijo la señora Hillary Clinton?
WikiLeaks lo hizo otra vez. La organización que este mismo año divulgó información secreta de las guerras de Afganistán e Irak, ha vuelto a poner al país más poderoso del mundo en una situación de vulnerabilidad. Y la política exterior de EEUU, ahora al desnudo, ha colocado en el centro de la polémica al intrincado proceder de una diplomacia elástica.
El hecho de que el Gobierno norteamericano haya pedido informes a sus embajadas bajo el oscuro manto del espionaje implica el riesgo de un replanteamiento general de las relaciones internacionales, al margen de consecuencias impredecibles.
En lo que a Latinoamérica concierne, llaman especialmente la atención las revelaciones de que el gobierno de Cristina Fernández se hubiese ofrecido a Washington para suavizar los vínculos de la Casa Blanca con Bolivia. Según el portal WikiLeaks, Fernández aconsejó tomar la previsión de que no pareciera una operación política contra su homólogo: «Evo no es una persona fácil», le habría dicho al entonces embajador Earl Wayne. Es sospechoso el triángulo formado en esta historia por EEUU-Argentina-Bolivia, donde nuestro país resulta liado a una probable hipocresía política. El gobierno de Morales tendrá que analizar con pinzas, ahora, si seguirá confiando o no en la señora Fernández.
Conviene también reflexionar sobre la atropellada reacción de EEUU, cuya secretaria de Estado, Hillary Clinton, intentó sin éxito durante una semana apagar el incendio que se avecinaba. ¿La difusión de los documentos secretos constituye un «ataque a la comunidad internacional», como dijo la señora Clinton? Parece excesiva su apreciación que, en todo caso, denota el carácter dominante de las autoridades de un país como el suyo, acostumbrado a tratar con gobiernos dóciles, si no sumisos.
¿Cambiarán las relaciones de EEUU con sus aliados? La lógica indica que la delicada información cedida a cinco medios impresos de Europa y Norteamérica acabe resintiendo las alianzas, al punto de que se haga necesario rever los lazos comunes en el marco de la ONU.
Y, ¿debe haber autocensura en casos como éste, por razones de seguridad? Los periódicos que manejaron la primicia optaron por cernir la información. Esto, sin embargo, no debería significar un apañamiento de la tendencia de muchos estados —como se demuestra con EEUU— a ocultar información, en detrimento de la transparencia que nunca debieron perder las relaciones diplomáticas.