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El tobogán de Evo

Las encuestas debieron sortear un cúmulo de turbulencias antes de volver a estabilizarse como referente válido en la percepción ciudadana. Yerros en los pronósticos electorales hicieron perder a varias encuestadoras la autoridad que siempre tuvieron en la difícil materia de las estadísticas. Por último, a veces se olvida que su trabajo no revela más que la fotografía de un determinado momento.

En Bolivia, nunca fue fácil acertarle a la intención de voto. La complicación de contar con datos del área rural, históricamente, obligó a limitar la información a las principales ciudades. Pero a los condicionamientos dados por la geografía se sumaron las sospechas de direccionamiento político, un cóctel que provocó sonados desaciertos, como que la victoria de Reyes Villa era un hecho el 2002 y la elección de Morales, por mayoría absoluta, impensada el 2005.

El 2008, las encuestadoras daban a Savina Cuéllar una aplastante diferencia sobre Wálter Valda, del MAS, en Chuquisaca; ella venció, pero por siete puntos. La que más se aproximó fue Ipsos Apoyo, Opinión y Mercado, la empresa de estadísticas con mayor credibilidad en el país.

Un reciente estudio de la misma Ipsos coloca al presidente Morales con una aceptación de 54%; el mes pasado estaba en 49% y en septiembre, en 52%. Porcentajes similares que muestran una leve fluctuación y cómo muchos siguen el actual proceso de cambio con entusiasmo, pero otros también con escepticismo.

A nivel regional, según la ONG Latinobarómetro, el liderazgo del Mandatario boliviano se ubica en el lugar 15 de un total de 18 países. Sólo es superado en la parte baja de la tabla por los de Daniel Ortega, Hugo Chávez y Fidel Castro. Alguna vez, el 2007, una encuestadora mexicana tuvo a Morales en el cuarto puesto de toda América.

En el sube y baja de los índices de aprobación o popularidad inciden múltiples variables. Los conflictos impopulares con la Iglesia Católica y la prensa no le reportaron cifras negativas al Gobierno tildado de ‘populista’. Y según Ipsos, la Iglesia, que mantiene el mayor nivel de aprobación en el país, bajó seis puntos, de 81 a 75%, mientras que la prensa subió de 65 a 69%.

Estos datos parecieran no gravitar  o ser simplemente referenciales, pero se los sigue con lupa e influyen en el inconsciente colectivo. Por eso la importancia de que las encuestadoras realicen un trabajo serio, responsable y, sobre todo, alejado de los intereses políticos.