¡Ave, Berlusconi!
Al ‘emperador’ se le agotan los movimientos en el ajedrez italiano y la justicia le ronda
Todo un personaje. Ahora le dicen «emperador» o científicamente «príncipe posmoderno». Silvio Berlusconi, con su sonrisa perenne y sus aires de grandeza, antes que Primer Ministro cualquiera lo creería un actor de cine o un gentleman del jet set europeo. Este hombre, al fin y al cabo, de 74 años ha opacado la figura de los más exitosos políticos de su continente sólo con su fama de mujeriego adicto a los excesos en la vida íntima.
El fenómeno Berlusconi, en realidad, trasciende la frivolidad de las tapas de los diarios y revistas que no forman parte de su imperio mediático. El sensacionalismo no llega al análisis del cambio profundo que ha representado la irrupción de este líder, tras su ascenso al poder por primera vez en 1994, cuando una burguesía corporativa se sobrepone a la burguesía clásica y general. A partir de él se reemplaza el poder de los partidos, de la intelectualidad y de los universitarios por el de la empresa, el marketing y los medios de comunicación. Los estudiosos de la ya profusa literatura que se ha ocupado de ahondar en este terreno consideran que este conservador, a veces tildado de fascista, ha provocado una ruptura en el modelo clásico de hacer política en su país.
El solo conato de intelectualizar los últimos años de Berlusconi es, de por sí, una delicia, tratándose de un personaje peculiar como él, molde perfecto para la caricatura de humor político si llegó a decir que es «el Jesucristo de la política» y que «sólo Napoleón hizo más de lo que he hecho». Con esos términos, Humberto Eco le puso el modesto rótulo de «emperador» al sostener que tiene un modo de pensar de un soberano, no de un demócrata.
Los escándalos en la isla de Cerdeña —no exentos de menores de edad ni de invitados a los que trasladaba en aviones del Estado— no le han hecho mayor mella y los sociólogos se preguntan por qué «le perdonan todo». Eco, al respecto, tiene una respuesta: «hace lo que muchos hombres italianos quisieran hacer: acostarse con mujeres y no pagar impuestos».
El poder ilimitado no tiene cabida en estos tiempos. Pese a haber encontrado un poco de aire en Diputados, Berlusconi ha ingresado en una fase terminal de su mandato. Con medio mundo encima, las calles de Roma ardiendo por el cansancio que se generaliza y una política nacional sumida en el descrédito, al ‘emperador’ se le agotan los movimientos en el ajedrez italiano y la justicia le ronda: va por su cabeza.