Emergencia climática
La emergencia climática no debería tomar por sorpresa a ningún ciudadano
No hay excusas. Hace varios años que se advirtió que el calentamiento global ocasionaría un aumento de desastres naturales, dando paso al deterioro de nuestro ecosistema. Los países se propusieron bajar la emisión de gases de efecto invernadero y en cada cumbre resuenan las voces a favor de esto que es indispensable, sobre todo en las naciones industrializadas.
América Latina es uno de los continentes que menos contamina en ese sentido, pero igualmente padece las fatales secuelas de un comportamiento climático librado al capricho de El Niño y de La Niña, fenómenos naturales que inundan o secan la tierra con desesperante severidad. Bolivia sabe de esto: de vacas y sembradíos a veces sucumbiendo ante los torrentes, otras sedientos por falta de agua.
Si por un lado estamos en puertas de una crisis energética por el deshielo de los glaciares, por el otro cada año, en esta época, reaparece la preocupación por las riadas; ya se han declarado, por ejemplo, diferentes alertas para la crecida de varios ríos en el Beni.
El Viceministerio de Defensa Civil confirmó que se destinarán 20 millones de dólares para afrontar los desastres naturales en el país, anticipándose a las previsiones meteorológicas de que La Niña golpearía con fuerza a partir de la segunda quincena de enero y hasta marzo del próximo año. La emergencia climática no debe tomar por sorpresa a nadie, considerando la tendencia anual de desastres en estos meses de excesivo calor. El Gobierno, a través de dicho viceministerio y aprovechando la tecnología que permite anticiparnos a los acontecimientos, tendrá que acudir a las zonas de mayor riesgo, localizadas en las riberas de los ríos, para cumplir una labor preventiva y educativa.
Bolivia, casi por una obsesión del presidente Morales, no pierde oportunidad para exhortar en cuanto escenario internacional se le presenta, sobre la necesidad de cuidar a la Pachamama. Se trata de una política de concientización plausible que merece el acompañamiento de todas las reparticiones gubernamentales y de la ciudadanía en su conjunto. La responsabilidad de la preservación del medio ambiente, no siempre entendida en su real dimensión por los países más contaminantes, es tarea de todos. Es importante remarcar, en el seno familiar y en las escuelas, colegios y universidades, en las oficinas y espacios públicos, que de esa responsabilidad mancomunada depende la vida de las futuras generaciones.