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El país de las especias

Científicamente probado: el origen de los ajíes, incluido el chile mexicano y otros de India, China, Indonesia, no está en Oriente, sino en América. Y no en toda ella, sino en «un pequeño triángulo de los valles interandinos entre Cochabamba y Chuquisaca».

Así lo ha establecido el trabajo de Hardy Eshbaugh, estadounidense que siguió las huellas de los ajíes hasta atraparlo, ADN y germoplasma de por medio, en el corazón de Bolivia: entre Aiquile, Comarape y Villa Montes.

Tal constatación, que debería merecer títulos en tapa de la prensa, ha movido a Fernando Illanes, vicepresidente de la Fundación Sol-y-des, a promover el trabajo de dos mujeres sabedoras del tema: Rita del Solar y Lupe Andrade, que se traduce en el libro ¡Ají! Regalo de Bolivia al mundo, edición bilingüe inglés-castellano, con algo de historia y harto de lo que es esencial al producto: la comida, las recetas múltiples, nacionales e internacionales.

El texto, colorido como los locotos, ulupicas y pimentones, merece ser leído y comentado, difundido ampliamente aquí y allá. Como señala Illanes: «¡Cuán celosos somos de nuestras riquezas mineras y petrolíferas y ni sabemos que en casa tenemos otra riqueza incalculable en la variedad botánica, cuyo material genético lo regalamos sin pestañear!».