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Milagros de la ciencia

En España acaba de saberse de la exitosa reconstrucción del pene de un paciente, que lo había perdido a causa de una enfermedad. El hombre de 41 años sufría de un carcinoma que obligó a la extirpación del miembro desde la base. En tales circunstancias, era de suponer que se vería condenado a resignar su vida sexual, con la depresión que ello implica para cualquier varón.

Pero el hospital 12 de Octubre, de Madrid, decidió intervenir con una operación de cirugía plástica que implicó varias etapas durante tres años, hasta que, se puede decir, se ha restituido al paciente una vida plena.

La medicina da estos saltos en pos de permitir a la gente un buen vivir. ¡Qué bueno! Y lo hace en países en los que es posible hacer investigación, disponer de recursos que no son un lujo sino una necesidad, hasta ética, para darle a la población posibilidades, esperanzas.

No sucede lo mismo en todos los países. Bolivia, por ejemplo, salvo esfuerzos privados, tiene médicos condenados a repetir viejas fórmulas y a detenerse allí donde sus conocimientos y recursos le obligan. Ahí está el caso del niño Raúl, que ha perdido el brazo por un accidente que, quizás, en otro contexto no sería sino algo anecdótico. En su caso, esa caída y la fractura, más la atención médica, van a marcarle la vida para mal.