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Sin Lula da Silva

En Brasil, el progreso tiene nombre propio: Luiz Inácio Lula da Silva. Y dos hitos que lo marcan a fuego: Uno, pocas veces un presidente deja su cargo con una popularidad tan alta como la de este gobernante: 87%, pico máximo de su mandato.

Dos, asumió la primera presidenta de la nación más poderosa del continente; ella debe consolidar a su país como potencia mundial.

Unos y otros, oficialistas y opositores, dirán lo suyo por mucho tiempo. Unos, que Lula da Silva deja el país con menos pobres, más empleos y una de las economías más prometedoras del mundo.

Otros, que no ha podido con el narcotráfico ni la violencia, que sigue parapetada en los humildes barrios conocidos como favelas. Ahora es el tiempo de una mujer, de Dilma Rousseff, sobre quien pesa la responsabilidad de tomar las riendas del crecimiento de Brasil.

El ahora ex presidente cumplió dos mandatos consecutivos y, contra las «leyes» de la política, llegó al último día en el Palacio de Planalto sin desgaste alguno. Entre las claves de este éxito se cuentan su habilidad para equilibrar los negocios con la política, e incluso con la ideología; su astucia en las relaciones internacionales; y el ataque a la delincuencia refugiada en las antes impenetrables favelas de Río de Janeiro.

Lula logró lo que pocos mandatarios en la región: plasmar con hechos concretos su teoría política. En ocho años, se trazó la meta de bajar los índices de pobreza y, en efecto, lo consiguió hasta en un 15,5%, mejorando los estándares de calidad de vida de los brasileños. En el 2010 la economía creció un 7,5% y se generaron más de dos millones de empleos, con lo cual la tasa de desempleo pasó a ser más baja que la de EEUU y Alemania.

Todos indicadores que explican por qué esta es considerada, hoy en día, una de las economías emergentes junto con Rusia, India y China.

Tal ha sido el impacto positivo del vendedor ambulante, lustrabotas y luego obrero convertido en Presidente que posicionó a Brasil entre las inminentes potencias del planeta, que varios de sus colegas ven en él un ejemplo a seguir. Rousseff continuará sus pasos; Cristina Fernández elogió a sus gobiernos y Duhalde, otro candidato en Argentina, también lo ve como paradigma; Evo Morales lo recomienda para la ONU y un ex primer ministro de peso, como el británico Tony Blair, lo calificó como «uno de los más excepcionales líderes de la era moderna». Incluso Obama llegó a reconocer la labor de Lula.

La desigualdad continúa, pero 30 millones de personas alcanzaron la clase media con Lula de presidente. Su pasado de hombre sencillo lo acerca a Morales, pero mostró actitudes más pragmáticas que el boliviano: no tuvo problemas en codearse con los capitalistas y hasta en «construir», como él mismo dijo, el capitalismo antes de pasar al socialismo. Se fue, pero podría volver el 2014.